El teniente coronel Abdel Fattah al-Burhan revierte la medida impuesta en octubre para limar asperezas con la oposición prodemocrática

El líder militar de Sudán levanta el estado de emergencia establecido tras el golpe de Estado

AFP/ASHRAF SHAZLY - El general de alto rango del ejército sudanés, Abdel Fattah al-Burhan, ofrece una conferencia de prensa en el Comando General de las Fuerzas Armadas en Jartum el 26 de octubre de 2021

La crisis política en Sudán se recrudece siete meses después del golpe de Estado. Los comités de resistencia, punta de lanza de las protestas masivas contra el Gobierno del teniente general Abdel Fattah al-Burhan, han visto cómo el estamento militar intenta reforzar su posición al frente del Estado repartiendo cargos públicos entre los perfiles islamistas presentes en la administración del depuesto exdictador Omar Hassan al-Bashir.

El autoproclamado presidente del Consejo Militar de la Transición y líder ‘de facto’ del país levantó el domingo el estado de emergencia vigente desde el pasado 25 de octubre, fecha en que el propio Al-Burhan disolvió el Gobierno en funciones, poniendo fin a dos años de transición política, y ordenó la detención primer ministro civil Abdalla Hamdok. Un decreto que sería reforzado en diciembre con la emisión de una orden que concedía inmunidad absoluta a las Fuerzas de Seguridad.

Al-Burhan tomó la decisión un día después de que la capital, Jartum, presenciara nuevas protestas contra el Ejército en la enésima demostración de fuerza de la sociedad civil. En el comunicado emitido por las autoridades, el teniente general trasladó que la intención de eliminar el estado de excepción pasaba por “preparar el ambiente para un diálogo fructífero y significativo que logre la estabilidad en el período de transición”.

Abdalla Hamdok

La maniobra del líder golpista vino precedida por el pronunciamiento del Consejo de Seguridad y Defensa, la máxima autoridad en materia de defensa de Sudán, que recomendó poner fin al estado de emergencia y liberar a los centenares de manifestantes detenidos en el marco de las protestas contra el Ejército. Una semana antes, además, era el enviado de la ONU para Sudán, Volker Perthes, quien denunciaba la medida implementada entonces por la autoridad castrense.

“Eliminar el estado de emergencia no significa absolutamente nada, y la comunidad internacional se engañaría si lo considerara como un paso positivo. El estado de emergencia es una disposición constitucional para hacer frente a la crisis, ¿qué relevancia tiene en un contexto de golpe de Estado?”, se pregunta el investigador y analista político Hamid Khalafallah. “El Gobierno militar continuará operando fuera de cualquier marco constitucional sin respetar el Estado de Derecho”, sentencia a Atalayar.

Desde el ‘putsch’ de octubre, uno de los ocho que ha experimentado el continente en menos de dos años, la autoridad militar ha ignorado las demandas de las distintas plataformas políticas para devolver el poder a un Gobierno civil elegido en un proceso democrático, reprimiendo con violencia sus manifestaciones. Los militares, encabezados por Al-Burhan, pretenden dar continuidad al nuevo proceso de transición y, según esta versión, entregarían el poder a un gabinete salido de las urnas en las próximas elecciones, previstas para julio de 2023.

El pueblo sudanés desconfía del Ejército, que ya descabezó en octubre al Ejecutivo interino del economista Abdalla Hamdok para detener el proceso transicional dos años después del derrocamiento del expresidente Omar al-Bashir. La revolución sudanesa de 2019 empujó a los oficiales, liderados por Al-Burhan, a acabar con el régimen islamista del dictador, que gobernó el país con mano de hierro durante tres décadas. Sin embargo, con sus últimos movimientos, Al-Burhan está reconstruyendo el legado de su predecesor.

El golpe de Estado trajo consigo la vuelta de destacadas figuras islamistas presentes en la administración del antiguo dictador. Al-Burhan nombró, entre otros cargos, a los generales de corte islamista Abdel Nabi al-Mahi y Abdelmonim Jalal para dirigir los servicios de inteligencia, según Africa Confidential. Khalafallah asegura que el teniente general “desearía traer una coalición que incluya a los islamistas para salvaguardarse y evitar cualquier persecución, pero también es consciente de que las posibilidades de traer a los islamistas en la actual geopolítica regional y mundial son casi imposibles”.

La comunidad internacional no vería con buenos ojos la consolidación de un nuevo régimen islamista en el Cuerno de África, especialmente Emiratos Árabes Unidos, con quien Al-Burhan ha intentado tejer lazos en los últimos meses. En este sentido, una delegación de Estados Unidos y la Unión Europea se desplazó a principios de mayo hasta la capital sudanesa para tratar de desatascar ‘in extremis’ el bloqueo político y, sobre todo, para evitar nuevos conatos de violencia.

Manifestaciones Sudán

Al-Burhan ha vuelto a subrayar su compromiso con la liberación de los líderes disidentes con el objetivo de limar asperezas con las distintas facciones políticas sudanesas y alcanzar una solución política. Pero la situación es complicada. Según la ONU, al menos 1.000 personas han sido detenidas desde el estallido de las protestas contra el Gobierno, entre los que se encuentran 148 menores de edad. La mayoría habrían sido objeto de torturas. Y al menos 100 personas han muerto a manos de las Fuerzas de Seguridad.

El analista del programa de África del CSIS, Cameron Hudson, apunta en su último informe que las detenciones arbitrarias de políticos opositores y el asesinato de casi un centenar manifestantes “fueron sólo los primeros signos de que los militares estaban recuperando la fuerza y volviendo al libro de jugadas del régimen anterior para mantenerse en el poder a través del miedo”. “Ese libro de jugadas fue perfeccionado por los islamistas de línea dura a los que los militares han devuelto firmemente a los cargos públicos en ausencia de una administración dirigida por civiles”, sentencia Hudson.

Khalafallah se muestra optimista con las opciones de las plataformas políticas para revertir el golpe de Estado: “El movimiento democrático tiene grandes posibilidades de éxito. Los militares han fracasado en la formación de un gobierno desde hace siete meses y todos los aspectos de la vida en Sudán se han deteriorado. La presión interna no ha cesado ni un solo día y las presiones externas también han sido continuas. Las posibilidades son grandes”.

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