¿Qué efectos tendrá el coronavirus en la región del Magreb? ¿Cómo evolucionarán las sociedades de Marruecos, Argelia y Túnez una vez que haya remitido la pandemia global? La COVID-19 ha supuesto un factor desestabilizador allí donde se ha extendido y, en los países del Magreb, también tendrá efectos destacables.
La región del Magreb, con sus desafíos y fortalezas, está siendo, por el momento, un área geográfica donde el patógeno no se ha expandido demasiado. En comparación con países de la orilla norte del Mediterráneo, como España, Francia e Italia, la orilla sur ha registrado una incidencia relativamente baja del virus entre su población, aunque su impacto puede condicionar a cada país de diferentes formas.
Estas cuestiones fueron analizadas a finales de la semana pasada en la mesa redonda ‘Coronavirus y el Magreb: desafíos para la estabilidad y las reformas’ auspiciada por el Real Instituto Elcano. El prestigioso laboratorio de ideas español reunió en una conferencia virtual a Isabelle Werenfels, investigadora de Instituto Alemán para Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP, por sus siglas en alemán); a Intissar Fakir, redactora jefa del diario Sada; a Dalia Ghanem, investigadora del Carnegie Middle East Center de Beirut; y a Haizam Amirah-Fernández, investigador de Elcano.
En términos generales, las medidas adoptadas por el Ejecutivo de Marruecos para frenar al virus son aplaudidas desde muchos ámbitos. En concreto, se destaca especialmente la prontitud con la que actuó el reino alauita para combatir la propagación del patógeno cuando este aún no había penetrado demasiado en el país.
Fakir recalca que la confianza de los marroquíes en las figuras de autoridad del Estado fue muy importante para que las estrictas medidas de confinamiento tuvieran el efecto deseado. Destaca, igualmente, el gran esfuerzo de las industrias locales, que desviaron su producción para fabricar material sanitario propio que luego fue distribuido por instituciones de la sociedad civil a nivel local.
Del mismo modo, los participantes en la mesa redonda coinciden en señalar el papel que ha jugado Marruecos en la crisis como punta de lanza de la respuesta contra el virus del continente africano. Apuntan, en particular, a las posibilidades que tiene Rabat para liderar la ayuda económica y sanitaria para que los países de la franja del Sahel, con una infraestructura mucho más precaria, afronten la pandemia con más garantías.
De los tres países del Magreb, el que representa una mayor preocupación, al menos a juicio de los ponentes, es Argelia. La pandemia del coronavirus se ha mostrado como un multiplicador de los problemas que ya atravesaban las diferentes administraciones. Argelia, de estos tres países, era la que estaba sumida en una crisis previa más profunda.
Con los precios del petróleo desplomados por el parón mundial de la actividad económica, el panorama económico a corto y a medio plazo para el país norteafricano, muy dependiente de las exportaciones de hidrocarburos, no pinta demasiado bien.
En términos sociopolíticos, Argelia también atraviesa un momento de incertidumbre. Las movilizaciones masivas contra la élite política, encarnadas en el movimiento ciudadano Hirak, han parado momentáneamente a causa de la pandemia, pero los ponentes albergan pocas dudas de que volverán y de que lo harán con fuerzas recobradas.
Según Dalia Ghanem, es muy probable que, en el futuro, los argelinos empiecen a protestar, asimismo, para reclamar una mayor y mejor provisión de servicios públicos al Ejecutivo que lidera Abdelmadjid Tebboune, lo que, en palabras de la analista, “añadirá una nueva capa de complejidad” a las demandas que ya formula el Hirak.
Igualmente, está por ver en qué sentido se articulará la respuesta del Gobierno. En general, los participantes reconocen que existe una tentación autoritaria que, a largo plazo, pueden desembocar en el establecimiento de un régimen político militarizado similar al que dirige Abdelfatah al-Sisi en Egipto.
En tercer lugar, Túnez, como Marruecos, puso en marcha desde el principio medidas que facilitaron la contención temprana del virus. Esta circunstancia, unida al avanzado sistema sanitario de que dispone el país, ha contribuido, hasta la fecha, a limitar notablemente los efectos de la pandemia.
La analista Isabelle Werenfels pone el acento sobre el refuerzo que está suponiendo la crisis para las principales instituciones del país. Señala que, gracias a la transparencia que ha caracterizado a su gestión, tanto el Parlamento como el Gobierno de Elyes Fakhfakh han mejorado ostensiblemente su respaldo entre la mayoría de los ciudadanos.
¿Puede el coronavirus contribuir a que el Magreb salga más unido de la crisis? Hay discrepancia de opiniones. Haizam Amirah-Fernández, por ejemplo, opina que sí que existe esa oportunidad para fomentar una mayor unidad de acción política y económica. Intissar Fakir, sin embargo, no ve demasiadas razones para pensar que se vaya a avanzar en esa dirección próximamente.
En todo caso, la crisis del coronavirus puede agravar otros desafíos que sí son comunes a los tres países, como los intentos de injerencia por parte de poderes externos -como Rusia, China o Turquía-, que buscan sembrar la división social, o la difusión de teorías de la conspiración que aporten todavía más confusión a una realidad ya suficientemente compleja.
Además, los ponentes coinciden en que no se debe perder de vista la guerra de Libia. La confrontación en la que está inmerso el país, que comparte frontera con Túnez y Argelia, no permite centrar esfuerzos en frenar la pandemia, de modo que puede facilitar la expansión del virus por todo el norte de África, por no hablar de los inherentes riesgos a la seguridad regional.