Los datos de 2019 alertan del retroceso en el entorno de la seguridad en muchos países del Sahel

El OIET advierte del incremento del terrorismo en el Sahel

PHOTO/AFP - Soldados malienses hacen guardia en un vehículo militar, fuera del palacio presidencial en Bamako

El pasado viernes 21 de febrero se presentó en el Deusto Business School de Madrid, el Anuario del Terrorismo Yihadista 2019 que el Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo realiza cada año. En él se hace un análisis pormenorizado de las diferentes regiones afectadas por el terrorismo de etiología yihadista, con especial atención a los diferentes grupos terroristas, las zonas de actuación y de influencia de cada uno de ellos y las tendencias y evoluciones para entender si las medidas contraterroristas aplicadas por gobiernos y organismos regionales e internacionales están siendo efectivas o no. Según el Anuario, la región más afectada por el terrorismo de estas características es el centro y sur de Asia, debido principalmente a la actividad de los talibán en Afganistán.

El país asiático encabeza la dramática lista de víctimas mortales, por encima de las 3.000, así como la del número de atentados, cerca de los 400. Los talibán son, por tanto el grupo terrorista que mayor mortalidad causa, ya que se les imputan cerca de 2.600 víctimas, lo que supone una cifra similar a la que de los cuatro grupos siguientes combinados. Esta situación podría ser muy diferente durante este año que apenas comienza, pues ayer mismo también se anunciaba un acuerdo de paz, tras más de un año de negociación, entre Estados Unidos y los talibán, que podría devolver cierta calma al país afgano. 

Sin embargo, pese a que esta zona de Asia se alza como la más afectada, el África Subsahariana la sigue muy de cerca – un 39,70% de los ataques frente a un 39,20% –, si bien es cierto, que esta última engloba varias zonas de gran conflictividad y con una gran presencia de grupos terroristas. Desde Al Shabaab en Somalia, una miríada de grupos en el este de la República Democrática del Congo, Boko Haram y el ISWAP en la cuenca del lago Chad o la zona de las tres fronteras en el Sahel donde el JNIM y el ISGS se reparten la ataques con grupos de menor entidad.

A pesar de la existencia de muchos focos en el África Subsahariana, el gran repunte de la mortalidad y el número de atentados en las zonas del Sahel obliga a centrar el foco en esta región, pues países como Burkina Faso han superado a otros como Somalia tanto en número de víctimas como en el de atentados. La tendencia en esta región y el temor ante una posible extensión a otros países de la costa de África Occidental, acentúa la obligatoriedad en el traslado del foco de atención.

Soldados nigerinos patrullan en la frontera con la vecina Nigeria cerca de la ciudad de Diffa, Níger

Aunque en el Anuario se tratan las zonas del Magreb y del Sahel Occidental a la vez, su coordinadora, Marta Summers, advierte de las claras diferencias entre ambas regiones. Mientras que en la primera el número de ataques se ha reducido ostensiblemente, en la segunda éstos se han multiplicado por dos. La reducción de los ataques en el Magreb, que no de la violencia, ha sido posible por la práctica anulación de la actividad del Daesh en Libia, a pesar de que la pugna por el control del país entre las dos facciones principales, sigue suponiendo un contexto de violencia e inestabilidad que favorece la presencia del yihadismo. Tan solo tres países del Magreb han sufrido ataques terroristas, por supuesto, Libia ha sido el más afectado, con 9, luego Túnez, con seis y por último Argelia, con dos. En total 17 atentados que han dejado 40 víctimas mortales, una tercera parte de las que ha sufrido Chad, el país del Sahel en el que, si no incluimos Senegal o Mauritania que no han sufrido ataques, menos víctimas mortales ha dejado la actividad terrorista durante 2019.

La franja del Sahel presenta dos focos de relevante actividad terrorista. Por un lado la zona de las tres fronteras que engloba Burkina Faso, Mali y Níger. Y, por otro, la cuenca del lago Chad, compartida por Níger, Chad, Nigeria y Camerún. Si tenemos en cuenta que Níger se ve afectado por las dos zonas y que por tanto los atentados acaecidos en el país están más repartidos entre ambas zonas de gran actividad yihadista, el número de atentados en las dos regiones. No ocurre así con el número de víctimas mortales, pues la mortalidad que presentan los grupos que actúan en la región del lago Chad, Boko Haram y el ISWAP, la rama del Daesh en la zona, es muy superior a la zona de las tres fronteras.

Solo Nigeria ha tenido el mismo número de víctimas mortales que Mali y Burkina Faso juntos, teniendo en cuenta que Burkina Faso está padeciendo su cifra de mortandad más elevada de los últimos años a causa de la actividad terrorista. Es remarcable el hecho de que dos de los ataques que más muertes han causado, con 65 y 60 víctimas mortales respectivamente, han ocurrido en la región de Borno, la más al noroeste de Nigeria, siendo ambos obra de Boko Haram. La rama del Daesh en la zona de las tres fronteras, el ISGS, pese al importante crecimiento de su actividad en la segunda mitad de 2019, sigue muy por debajo de la que presenta el JNIM, paraguas bajo el que se integran varios grupos terroristas afines a Al Qaeda, incluidos algunos grupos tuaregs que formaron parte del levantamiento de 2012 y que provocó la intervención francesa.

No obstante, al igual que Boko Haram, la extremada violencia de los ataques perpetrados por el ISGS, mantiene sus cifras de mortandad, aun con menos ataques, similares a los de los del JNIM. La presencia de dos de sus ataques entre los diez más mortíferos del año, da una idea de la agresividad que presentan sus acciones. Los dos tuvieron lugar en un corto espacio de tiempo, prácticamente un mes, y ambos tuvieron como objetivo bases militares, una en Inates, Níger, con 71 víctimas y otra en Indelimane, Mali, con 53. 

Fuente: OIET

Las conclusiones que arroja el anuario respecto a la situación y las perspectivas futuras en particular del Sahel, aluden obviamente a la importante necesidad de un enfoque integral de la lucha contra el terrorismo en la región.

Las medidas militares para eliminar posibles amenazas deben ir de la mano con inversiones que desarrollen regiones que se perciben remotas a los gobiernos centrales, ya de por sí muy frágiles. Se debe incidir también en el aumento de las ayudas a la adquisición de medios materiales para las fuerzas armadas de los países del Sahel, con los que puedan hacer frente a amenazas terroristas cada vez más sofisticadas. Apoyar el incremento de la presencia estatal en regiones vulnerables, no solo con la presencia militar, sino también de instituciones jurídicas, policiales, sanitarias y educativas que minimicen el impacto de la propaganda terrorista y, por tanto el apoyo, social a diferentes grupos armados, es ya una prioridad de organismos como la Unión Europea, pero hace falta hacer seguimiento de su efectividad.

No se puede dejar de lado tampoco la frágil situación de otros países del entorno, que pueden sucumbir ante el aumento de la presencia terrorista, como es el caso de Senegal, Benin, Ghana o Togo. Estos países deben actuar de forma preventiva en sus zonas fronterizas, áreas en las que los grupos se manejan con relativa comodidad debido a su porosidad, garantizando la seguridad de poblaciones con una mayor desatención del gobierno central.

Las perspectivas para 2020 son, por tanto, complejas y en la que entran en juego numerosos factores para que estas mejoren. 2020 ha empezado, no obstante, igual que acabó 2019, con la diferencia de que la retirada de Estados Unidos de la región es una posibilidad cada vez más factible que puede afectar de forma negativa a una discutida socialmente presencia internacional, clave para que todos estos planteamientos se puedan llevar a cabo.

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