La Casa Blanca planea incrementar su dotación bélica en la región para hacer frente al poderío balístico de China

El Pacífico: ¿próximo campo de batalla entre EEUU y China?

photo_camera PHOTO/ Marina de los Estados Unidos vía AP - Un Super Hornet despega desde la cubierta de vuelo del portaaviones USS Theodore Roosevelt (CVN 71) en el Océano Pacífico

Estados Unidos quiere volver a ser la potencia hegemónica en la región del Pacífico. Al menos, es lo que se deduce de las últimas maniobras de Washington. Según las previsiones de presupuesto de la Casa Blanca para 2021 y las declaraciones en el Congreso de diversos altos cargos militares, el gigante norteamericano está buscando hacerse fuerte en una región geopolítica donde, en la actualidad, es China la que tiene la sartén por el mango.

China, potencia nuclear al alza

A lo largo de los últimos años, Pekín ha procedido, poco a poco, a construir un sistema de defensa muy bien equipado a lo largo de su línea costera, donde ha desplegado numerosas plataformas de lanzamiento de misiles balísticos en sus bases militares. El gigante asiático se ha estado beneficiando de una circunstancia histórica que le ha permitido efectuar este rearme sin incurrir en la vulneración de tratados internacionales. El conocido como Tratado INF (Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio) ratificado en 1987 afectó solamente a las dos grandes potencias de la época, Estados Unidos y la Unión Soviética. De este modo, China quedó exenta de seguir esta convención sellada en las postrimerías de la Guerra Fría con el objetivo de limitar la capacidad militar de los principales actores.

Así, Pekín ha construido, a lo largo de las últimas décadas, un poderío militar muy importante que se basa no solo en las bases de lanzamiento de misiles desde tierra. La amenaza por mar y por aire completan lo que, a menudo, numerosos analistas de defensa han descrito como una gran “tríada nuclear”.

El presidente de EEUU Donald Trump junto a su homólogo chino Xi Jinping

Submarinos nucleares a resguardo

En lo referente a su poderío marítimo, China dispone en su flota de varios submarinos nucleares. En este apartado, Estados Unidos lleva todavía la delantera de forma clara. Sin embargo, a largo plazo, el alto mando militar chino tiene presente que desarrollar una flota de submarinos poderosa es una condición irrenunciable para asentar su presencia en el Pacífico, y lleva décadas trabajando con tal objetivo.

Una reciente investigación de la revista Forbes apunta, además, a que el Gobierno del gigante asiático ha puesto en marcha una compleja red de túneles en sus costas que con la finalidad de mantener a salvo sus submarinos nucleares. Según el periodista especializado en seguridad y defensa H.I. Sutton, China cuenta con hasta seis de estas instalaciones a lo largo de su línea de costa, que servirían para replegar sus unidades en caso de un ataque enemigo.

Uno de los refugios más importantes se encuentra en la isla de Hainan, en el extremo meridional del país. Allí, se sitúa la base naval de Yulin, uno de los puntos donde mayor actividad han registrado los submarinos en el curso de los últimos meses. Un informe de Reuters publicado en mayo de 2019 aseguraba que, en este enclave, había fondeados al menos cuatro con capacidad para albergar hasta doce misiles balísticos de largo alcance con cabeza nuclear. La costa oeste de Estados Unidos, por ejemplo, quedaría dentro de su rango de tiro si un eventual lanzamiento se efectuase desde las proximidades de la costa China. 

El submarino nuclear de la Armada china Long 11 de marzo participa en un desfile naval frente a la ciudad portuaria oriental de Qingdao

¿Un nuevo bombardero?

En lo relativo al dominio aéreo, el gigante asiático está ultimando el diseño de su modelo más avanzado de caza. Se trata del Xian H-20, un prototipo que mejorará notablemente las capacidades del actual Xian H-6. Este bombardero estratégico tendrá un rango de alcance de hasta 8000 kilómetros (el doble que el del H-6) y se cree que puede ser presentada hacia finales de año. Eso no significa, sin embargo, que pase a prestar servicio en la aviación inmediatamente.

Se estima que esta nueva aeronave podrá transportar hasta 45.000 toneladas de carga útil. Esto se traducirá, según el diario especializado Wings Herald, en que tendrá capacidad para acarrear hasta cuatro misiles supersónicos de crucero.

Un bombardero chino H-6K patrulla las islas y los arrecifes del Mar del Sur de China
¿Cómo pretende responder Estados Unidos?

China, en repetidas ocasiones, ha asegurado que su cada vez más imponente arsenal nuclear tiene una finalidad meramente defensiva, esto es, nunca se utilizará a menos que otro país con capacidad nuclear ataque primero. A pesar de ello, Estados Unidos ha decidido no quedarse atrás en la carrera y, próximamente, realizará una demostración de fuerza en el Pacífico para que el Ejecutivo de Pekín la tenga bien presente. No será inmediata, pero es muy probable que, a medio y largo plazo, surta el efecto deseado.

Esta dinámica de disuasión no es nueva. Es una situación muy similar a la que se dio en la carrera armamentística de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, que culminó en lo que se llamó la Destrucción Mutua Asegurada (MAD, por sus siglas en inglés); una situación hipotética según la cual, al menos en teoría, cualquier ataque nuclear podía ser respondido la potencia a la que iba dirigido, de modo que los dos contendientes acabarían sufriendo numerosas bajas.

Ahora, Estados Unidos, plantea dos medidas clave para tratar de igualar, al menos, el potencial bélico de China en el frente del Pacífico. Según ha informado Reuters, la primera tiene que ver con el despliegue de misiles de crucero de largo alcance derivados del modelo Tomahawk. La segunda, con la transferencia de varias unidades de un nuevo modelo de misil diseñado para alcanzar buques de guerra.

El jefe del Estado Mayor Conjunto, Mark Milley

Misiles Tomahawk, un refuerzo de primer orden para los Marines

Según los documentos presupuestarios a los que ha accedido Reuters, el Cuerpo de Marines ha solicitado una partida que asciende hasta los 125 millones de dólares para comprar hasta 48 misiles del modelo Tomahawk. Es probable que una parte importante de esa remesa acabe destinada a la región del Pacífico. 

El misil Tomahawk, fabricada por la compañía armamentística estadounidense Raytheon, es un proyectil de crucero de largo alcance (con un rango de tiro de hasta 1600 kilómetros) con capacidad de alojar en su interior diversos tipos de ojivas nucleares. 

Estaría por ver la adaptabilidad de unos misiles de este calibre en las acciones del Cuerpo de Marines, acostumbrado a llevar a cabo operaciones que requieren rapidez y maniobrabilidad. No obstante, se prevé que los Tomahawk se utilicen como una amenaza a las bases de lanzamiento que China tiene ancladas en tierra.

Un misil de ataque terrestre Tomahawk (TLAM) es lanzado desde el crucero de misiles guiados USS Cape St. George

Un nuevo modelo antibuque

Además de los ya mencionados Tomahawk, la Casa Blanca ha estado testando y perfeccionando, en los últimos meses, un nuevo proyectil bautizado como Misil de Ataque Naval (‘Naval Strike Missile’), que tiene un alcance algo menor, pero podría ser más adecuado para operar desde las embarcaciones del Cuerpo de Marines.

Como el Tomahawk, el NSM, como se suele abreviar, tiene capacidad para llevar una carga nuclear potente. Con respecto a este nuevo misil, fabricado por Raytheon y la noruega Kongsberg Defence Aerospace, el horizonte se sitúa en 2022 si los ensayos siguen dando buenos resultados.

El destructor de misiles guiados USS Kidd en el Océano Pacífico
El tablero geopolítico

Ahora bien: ¿cuál es el papel de los países del Pacífico en esta rivalidad entre dos superpotencias? Según los especialistas en estrategia militar James Holmes y Toshi Yoshihara, citados por Reuters, la cadena de islas que se extiende desde Japón hasta Indonesia podría ser aprovechada por cualquier competidor geopolítico para tratar de aislar el poderío marítimo de China.

Estados Unidos, además de controlar la isla de Guam, ya cuenta con bases militares en territorio nipón, en Corea del Sur y en Singapur. Además, en los últimos años, sobre todo desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca, Washington ha incrementado notablemente sus relaciones en el plano militar con Taiwán, que se antoja un socio clave en la región.

Vista general muestra la entrada a la base aérea de Andersen en la ciudad de Yigo en la isla de Guam

Filipinas, por su parte, ha sido un aliado tradicional de Estados Unidos. No obstante, el trato entre los dos países se ha deteriorado bastante durante el mandato presidencial de Rodrigo Duterte. El dirigente asiático, precisamente, se ha vuelto más hacia China y Rusia. Ha llegado, incluso, a anular acuerdos bilaterales para la realización de maniobras militares conjuntas.  

Debe recordarse que Filipinas no es el único país que ve con simpatía a Pekín en la zona. El Gobierno chino ha incrementado notablemente su influencia en la región del sudeste asiático en general a través de la creación de la mayor zona de libre comercio del mundo, una entidad económica se extiende por todos los países de la ASEAN. A pesar de que el apartado económico y el militar son planos distintos -más cuando se trata de China-, no debe subestimarse la red geopolítica que el presidente Xi Jinping ha estado construyendo a su alrededor.

Este juego de amistades y enemistades diplomáticas añade otra incógnita más a un juego geopolítico que, en los próximos años, puede desvelarse como uno de los más importantes de la rivalidad entre las dos primeras potencias mundiales.

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