Las misiones diplomáticas en el país son claves para la ayuda de la protección civil pero también puede ayudar a legitimar un régimen que atenta contra los derechos humanos

El posible acercamiento internacional a Afganistán

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La actual situación que atraviesa Afganistán es dramática desde cualquier perspectiva. Analizando la situación política, la llegada de los talibanes al poder y la reciente salida de las tropas estadounidenses del país han dejado a Afganistán ante una deriva internacional de la cual los principales damnificados son los civiles.

Intentando alejarse de las medidas aplicadas durante el primer gobierno talibán, los insurgentes intentan mostrar al mundo que en Afganistán el control y la seguridad están garantizados bajo su mandato, algo que se aleja de la realidad. 

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Su llegada al poder trajo consigo la desaparición de los derechos de las mujeres y su libertad individual. Obligadas entre otras medidas a llevar el burka, las mujeres y las niñas han sido vetadas de su derecho a recibir una educación digna o a poder acceder a un puesto laboral. La aplicación de la Sharía en las instituciones del país ha vuelto a restringir las libertades de la mujer y, por ende, los castigos en público por no cumplir con los códigos morales o de vestimenta han vuelto a sucederse.

Por otra parte, la violencia ha vuelto a azotar a el país. Los ataques terroristas se han multiplicado en los últimos meses y en la actualidad existe una guerra abierta entre los propios talibanes y los terroristas del ISIS-K, la filial del Daesh en Afganistán. Los primeros quieren demostrar a la comunidad internacional que bajo su liderazgo la seguridad está garantizada mientras que los terroristas del Daesh intentan mostrar a través del terror su limitado poder y sus pretensiones por seguir sembrando el caos. 

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Ante esta situación, el desplazamiento interno de los civiles ha vivido cifras históricas. Las familias, desesperadas y con la intención de huir del peligro, buscan poder mantenerse y sobrevivir. Sin embargo, la inminente llegada del invierno complica aún más la situación vulnerable de los refugiados que en situaciones extremas se han visto empujados a vender a sus propias hijas para contraer matrimonios forzados con tal de poder salir adelante.

Por otro lado, la grave situación económica se cierne sobre todo el país lo que lleva a muchos a tratar de salir de sus fronteras en busca de un futuro mejor donde la pobreza no marque sus destinos. 

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Ante esta complicada situación las potencias internacionales han movido ficha con extrema mesura. No es el caso de Turquía o China, país que ha mantenido diferentes encuentros con los talibanes y que se han comprometido a reconstruir el país afgano a través de paquetes económicos de 27 millones de euros a cambio de que los talibanes no conviertan a Afganistán “en un nido terrorista”.

La inseguridad de la zona ha traído consigo el cierre de múltiples embajadas y, en algunos casos, su paulatina reapertura. Un ejemplo de ello es el caso de Emiratos Árabes Unidos quien anunció la reapertura de su embajada en Kabul. Desde el comienzo de la crisis humanitaria, el país árabe ha enviado varios aviones con ayuda médica y alimentaria, por lo que ha tratado de mantener una cercana relación con el país con el fin de ayudar a los civiles. 

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Otros países como Rusia consideran a los talibanes como terroristas, pero eso no ha impedido los encuentros entre el ministro de exteriores ruso, Serguéi Lavrov, con los insurgentes. En estas reuniones desde Moscú se han mostrado preocupados por la escasa eficacia del nuevo régimen en su lucha contra el Daesh y además han instado a los nuevos líderes a “formar un nuevo gobierno inclusivo”, algo que no esta en la agenda de los radicales.

La preocupación de Rusia por la presencia terrorista del Daesh en el país ha derivado en que el gigante ruso haya comenzado a ejecutar diferentes maniobras militares conjuntas con las exrepúblicas soviéticas Uzbekistán y Tayikistán tras prometer su apoyo militar en caso necesario. 

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En el caso de Estados Unidos este ha protagonizado una asidua diplomacia con los talibanes tras la firma de los Acuerdos de Doha, firmado en Qatar. En el pacto los estadounidenses se comprometieron a retirar sus tropas a cambio de que los insurgentes garantizasen que Afganistán no se convirtiera en un escenario de planificación de ataques o acciones que amenazasen a la seguridad estadounidense. A pesar de que Estados Unidos jugó un papel clave en la escalada de los talibanes a el poder, el pasado octubre el país junto con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial decidieron congelar sus ayudas.

Por otro lado, desde la Unión Europea en un primer momento aseguró que no habría un reconocimiento hacia el nuevo gobierno talibán. La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyden, aseguraba que no habría ningún tipo de “conversaciones políticas con los talibanes”. Sin embargo, casi dos meses después de la declaración de la presidenta, Bruselas estudia ahora reabrir su embajada en Kabul, sin reconocer a el Emirato. 

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Desde Bruselas se sigue hablando de “un acercamiento medido” y los talibanes han valorado esta medida como “un buen paso en el interés de la población de Afganistán”, según indicó el portavoz Ahmadullah Wasiq. Tras la congelación de las ayudas, Von der Layden anunció “un paquete de ayuda directa” de mil millones de euros ya que, de acuerdo con sus declaraciones, “los civiles no deberían pagar el precio de las acciones de los talibanes”. En esta línea, el alto representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell señalaba que “la UE debía hablar con los talibanes si quería influir en Afganistán”.

Es aquí donde surge una dicotomía en una encrucijada entre la moralidad y la diplomacia. La Unión Europea se quiere alejar de cualquier tipo de acto que valide el reconocimiento internacional a los talibanes, pero, del mismo modo, no quiere dejar a los civiles desamparados. Asimismo, la actual crisis que atraviesa la Unión Europea en el panorama internacional y su capacidad por influir obliga a que Europa apueste por una diplomacia contra un régimen que atenta contra los derechos humanos. 

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El servicio diplomático europeo anunció que para finales de este año se ejecutará una misión diplomática que tendrá como objetivo canalizar la ayuda humanitaria a través de una posible reapertura de su embajada, acción que cuenta con el visto bueno de los talibanes. Es aquí donde existen dos frentes abiertos: la postura alemana, como Borrell, defiende que Europa debe entablar conversaciones con los talibanes para no dejar un vacío en el país que pueda traer consigo una mayor inseguridad y, por tanto, una nueva crisis migratoria. 

Por el contrario, la diplomacia francesa asegura que si la Unión Europea decide reabrir su embajada será un gesto que valide y reconozca al régimen talibán. A pesar del rechazo francés parece que está misión ya está en marcha como ha evidenciado las visitas del diplomático belga, Arnout Pawels, quien ayudó en la evacuación de miles de europeos del país.

Hasta el momento lo poco que se sabe es que está misión estará muy limitada en ese intento de seguir caminando de manera muy cautelosa. Por ahora solamente se trasladará personal no diplomático, personal de la oficina de protección civil y ayuda humanitaria aprobada por la Comisión Europea.  


 

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