Daesh admite combates contra la principal rama de Al-Qaeda en el Sahel

El Sahel: ¿una guerra de todos contra todos?

AFP/ MICHELE CATTANI - Tropas del ejército maliense patrullan la antigua ciudad de Djenne en el centro de Mali el 28 de febrero de 2020

Si se echa un vistazo general a la década de 2010, se puede constatar que una de las regiones geopolíticas más turbulentas ha sido la del Sahel. Diversas organizaciones terroristas yihadistas han encontrado allí campo abonado para desplegar su actividad. Estructuras estatales débiles, fronteras porosas, conflictos interétnicos, pobreza galopante, falta de oportunidades sistémica para los jóvenes… Todos estos factores han sido el combustible que ha permitido funcionar a unos grupos que han sabido combinar, en su mayoría, los postulados ideológicos del yihadismo con otros discursos de corte más localista.

Así ocurrió en la rebelión tuareg de 2012, que luchaba, al mismo tiempo, por establecer una sociedad basada en la sharía y por lograr la independencia de la desértica región del Azawad. De hecho, la organización que protagonizó aquel conflicto se hacía llamar el Movimiento Nacional de Liberación del Azawad. 

De igual modo, otras organizaciones implantadas más recientemente han hecho bandera de causas políticas o étnicas a la vez que promulgaban una doctrina yihadista. Es el caso, por ejemplo, del Frente de Liberación de Macina (FLM), del sur de Mali, y Ansaroul Islam, que solía operar en los alrededores de la frontera con Burkina Faso. Ambas organizaciones vincularon su mensaje al de la etnia peul, a menudo marginalizada en los países de África occidental.

El número de grupos que practican esta especie de terrorismo híbrido en el país ha ido en aumento en los últimos años. El Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo sitúa, precisamente, al Sahel como la región donde más se ha incrementado la actividad yihadista. Si bien es cierto que existe un complicado baile de siglas, con numerosas organizaciones solapándose y actuando en territorios comunes, existen dos grandes conglomerados de grupos terroristas de etiología yihadista. Y han empezado a combatir entre ellos.

Un soldado del ejército de Mali patrulla el sitio arqueológico de la Tumba de Askia en Gao el 10 de marzo de 2020
Enfrentamientos entre terroristas

Las agrupaciones en cuestión son el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM, por sus siglas en árabe) y Daesh en el Gran Sáhara (ISGS, por sus siglas en inglés). El JNIM está más próximo a la órbita de la red global Al-Qaeda; al fin y al cabo, surgió en 2017 como una combinación de Al-Qaeda en el Magreb Islámico con el FLM, Al-Murabitun y Ansar Dine.

Su líder es, justamente, el dirigente de esta última organización: Iyad ag-Ghaly, un veterano de las guerras tuareg. Ha sido uno de los mayores responsables, en gran medida, de la situación de inestabilidad en el Sahel en los últimos años. Sin embargo, su organización no carece de un cierto grado de pragmatismo.

A finales del pasado mes de marzo, el propio Ag-Ghaly reconoció que JNIM estaba dispuesta a iniciar un proceso de negociación con el Gobierno de Mali, siempre y cuando las tropas extranjeras -principalmente, las francesas de la operación Barkhane- desplegadas en el país abandonasen el territorio.

Entonces, el repentino cambio de opinión del líder terrorista se vio, desde Bamako, con una cierta esperanza, pero también con marcado escepticismo. Esperanza porque se trata de un paso inusitado en la historia más reciente de Mali, que no había conseguido atraer a los yihadistas a su dominio desde los llamados acuerdos de Argel (2015), negociados con los tuaregs del MNLA. En cinco años, era el paso más relevante para el Ejecutivo en el marco de su llamado diálogo nacional inclusivo.

El escepticismo, por su parte, tampoco podía ser dejado de lado. Al fin y al cabo, Ag-Ghaly estaba proponiendo, aunque fuera de entrada, una posición bastante maximalista: o ellos -los soldados internacionales- o nosotros. La premisa con la que el JNIM se planteaba acudir a las reuniones era poco realista. Apenas unos días después, el grupo terrorista reanudó su campaña de atentados contra Fuerzas Armadas del país.

No obstante, la gran novedad que se ha producido a lo largo del último mes es que el JNIM e ISGS, la rama de Daesh implantada en la región, han incrementado notablemente sus choques. En el pasado, ambas organizaciones han mantenido una relación ambivalente: cuando ha sido conveniente para las dos partes, han cooperado para cumplir sus metas respectivas. 

Sin embargo, no puede olvidarse que tanto JNIM como ISGS operan, básicamente, en la misma zona geográfica. La región fronteriza entre Mali, Burkina Faso y Níger es, actualmente, un hervidero de actividad terrorista e, inevitablemente, se han registrado choques ocasionales entre las dos facciones. Esa tendencia se ha incrementado en las últimas semanas, según ha reconocido en un vídeo autentificado Adnan al-Sahrawi, el máximo dirigente de ISGS.

El motivo podría relacionarse, precisamente, con la tentativa del JNIM de unirse a las conversaciones propuestas por el presidente de Mali Ibrahim Boubacar Keïta. Según el periodista independiente Housseyne Ag Issa, especialista en conflictos armados en el Sahel, tuvo acceso a un audio de uno de los hombres de la cúpula de ISGS, Abd al-Hakim al-Sahrawi, en el que su organización legitimaba la lucha contra “aquellos que negocian con tiranos”.

Soldados franceses del 2º Regimiento de Ingenieros Extranjeros llevan a cabo una operación de control de área en la región de Gourma durante la Operación Barkhane
Diferencias de criterio

Puede apreciarse, de este modo, que, si bien ambos grupos parten de unos postulados ideológicos similares, también tienen algunas diferencias. El JNIM de Ag-Ghaly reconoce que su insurgencia ha sido muy costosa en vidas y se muestra abierto al diálogo, si bien es cierto que no ha cesado su actividad como grupo terrorista.

Ese doble juego ni siquiera se contempla en las filas de Daesh. Las recientes acusaciones formuladas hacia los grupos afines a Al-Qaeda ponen de relieve que, en ISGS, llevan al extremo la doctrina takfirista. Propugnada por el egipcio Sayyid Qutb en la década de los 70, esta línea de pensamiento justifica la violencia no solo contra los no creyentes, sino también contra aquellos musulmanes que participan en la vida pública de aquellos Estados que no se rigen íntegramente por la sharía.

Violentos choques en Burkina Faso

No obstante, también cabe la posibilidad de que las luchas tengan un componente mucho más prosaico y que el paso dado por Ag-Ghaly sea el pretexto que Daesh estaba esperando para tratar de reducir la influencia del JNIM en su zona de operaciones.

Por el momento, los combates se han propagado por toda la zona del Sahel occidental, tanto por Mali como por Burkina Faso. De hecho, ha sido en este último país donde están teniendo lugar las últimas luchas. Los bosques de la provincia de Soum, en el extremo norte, han constituido, a lo largo de los últimos años, un refugio seguro para los grupos terroristas. Ahora, son el escenario de un fuego cruzado que está dejando decenas de muertos y prisioneros en ambas facciones.

Fue en ese enclave donde, a finales de la semana pasada, un choque entre los dos grupos dejó más de 60 yihadistas muertos entre ambos bandos. El enfrentamiento tuvo lugar entre las localidades de Arbinda y Nassoumbou, según el diario francófono Nord-Sud Journal. Por el momento, esta zona está siendo la más castigada por las acometidas de Daesh. Los contingentes del JNIM ubicados allí estaban comandados por Abou Mansour y los de ISGS, por Abdoul Hakoum.

Mientras los grupos terroristas siguen peleando entre ellos, la población local sigue estando prácticamente a su merced. Los Gobiernos, ya de por sí ausentes, se enfrentan ahora a la pandemia del coronavirus, que ha impactado con fuerza en Burkina Faso y que sería realmente destructivo si se expandiera por toda la región. 

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