El yihadismo, que parecía estar limitado al norte de Mali hace unos años, ahora se extiende al 75 % de su territorio, además de afectar a Burkina Faso y Níger

El Sahel después de la Operación Barkhane: situación de seguridad y perspectivas de futuro

AP/JEROME DELAY - La operación Barkhane terminaría y sería sustituida por el apoyo a los socios locales y la lucha contra el terrorismo

Este documento es copia del original que ha sido publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos en el siguiente enlace.

Nueve años después de la intervención francesa en Mali, el extremismo violento sigue propagándose en el Sahel, mostrando una notable resiliencia a pesar de los esfuerzos de prevención y lucha contra el radicalismo por parte de gobiernos locales y actores internacionales. El yihadismo, que parecía estar limitado al norte de Mali hace unos años, ahora se extiende al 75 % de su territorio, además de afectar a Burkina Faso y Níger con un aumento, en el conjunto del Sahel, de un 70 % en el número de acciones yihadistas.

Ahora bien, la complicada situación en la que se encuentra El Sahel en unos momentos en los que la Operación Barkhane está llamada a llegar a su fin en el año 2022 en favor de un nuevo despliegue militar más modesto, hace que nos planteemos diversos interrogantes sobre el futuro de la seguridad en la región, como pueden ser, ¿Cuál es la situación actual de los diversos grupos yihadistas que operan en el Sahel? ¿Cuáles son las consecuencias de la retirada de la Operación Barkhane en la seguridad regional?

¿Hasta qué punto los gobiernos regionales y, principalmente la junta que gobierna Mali, es capaz de responder a los numerosos desafíos de seguridad? ¿Qué alternativas o posibles soluciones se plantean al creciente deterioro que sufre la región en unos momentos en los que nuevos actores externos, como es el caso de Rusia están apareciendo en el horizonte?

Balance de la situación de los grupos yihadistas en el Sahel

Nueve años después de la intervención francesa en Mali, el extremismo violento sigue propagándose en el Sahel, mostrando una notable resiliencia a pesar de los esfuerzos de prevención y lucha contra el radicalismo por parte de gobiernos locales y actores internacionales. El debilitamiento de los grupos yihadistas, consecuencia de la intervención francesa en enero de 2013 resultó ser efímero y los supervivientes de la Operación Serval han demostrado una gran habilidad para recuperarse y adaptarse rápidamente al cambiante entorno de seguridad. Solo en Mali, Burkina Faso y Níger, en el periodo comprendido entre febrero de 2021 y febrero de 2022 se habrían producido más de 6200 víctimas1, lo que ha convertido al Sahel en la región donde más han crecido los grupos terroristas, con el Estado Islámico reemplazando a los talibanes como el grupo más mortífero del mundo y con Burkina Faso como principal foco.

Durante los primeros tiempos de la Operación Barkhane, que comenzó en el 2014, los grupos yihadistas, principalmente Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), lograron sobrevivir gracias a su estrategia de «bajo perfil» y ocultación entre la población, evitando constituir estructuras operativas (katibas) demasiado grandes y, por tanto, fáciles de detectar y destruir.

De esta manera, AQMI, apoyados por los yihadistas malienses de Ansar Dine, fue progresivamente reorganizándose para actuar en todo el territorio de Mali, e incluso extendió sus acciones a Burkina Faso y Níger. Así, de 40 ataques registrados en 2014, Mali experimentó 98 al año siguiente y 157 en 20162, haciéndose progresivamente más complejos a medida que los grupos armados comenzaron a operar al sur del Níger, como lo demuestran los ataques al hotel Radisson en Bamako (20 de noviembre de 2015), Uagadugú (15 de enero de 2016) y Grand-Bassam en Costa de Marfil (13 de marzo de 2016).

A las katibas que se movían en el entorno de AQMI, se sumó pronto el grupo yihadista Frente de Liberación de Macina (FLM) de Amadou Kouffa, un grupo que apareció abruptamente en enero de 20153 con el propósito de expandir la yihad al sur de Mali y restaurar el antiguo imperio de Macina. Este grupo que recluta entre las poblaciones fulani de Mali, atrapadas entre los tuareg y los granjeros malienses del sur que les reprochan sus tradiciones pastoriles, demostró su capacidad operativa al tomar en junio de 2015, si bien temporalmente, el control de la localidad de Fakola en el suroeste del país.sahel ieee

En marzo de 2017, todos los grupos yihadistas afiliados a Al Qaeda se agruparon en una alianza de circunstancias denominada Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM), resultado de la fusión artificial de Ansar Dine, AQMI, Frente de Liberación de Macina (FLM) y Al-Mourabitoun, este último un grupo yihadista creado en agosto de 2013 y cuyo jefe, el argelino Mojtar Belmojtar se hizo célebre en enero de 2013 con su ataque a las instalaciones de gas de Tiguentourine en Argelia4. El nuevo líder del JNIM pasó a ser Iyad ag-Ghali, el jefe de Ansar Dine3, que fue quien dirigió la rebelión del Movimiento Popular para la Liberación de Azawad (MPLA) en 1990 contra el Gobierno de Mali y conocido en Occidente como intermediario en la liberación de ciudadanos europeos en la primera década del siglo5.

El objetivo de esta fusión era aumentar la sinergia de sus acciones compartiendo redes, experiencias y resultados, pero también, siguiendo la estrategia de Al Qaeda, marcar las distancias con la otra rama del yihadismo internacional representada por el Estado Islámico (Dáesh) que, entonces, estaba emergiendo con fuerza en el Sahel. JNIM utilizó la estrategia de presentarse como un actor razonable, promotor de la gobernanza islámica y capaz de emitir comunicados pidiendo disculpas cuando morían civiles, y no como los terroristas sanguinarios que eran los combatientes del Dáesh.

En lo que respecta a este grupo, surgió como una franquicia saheliana del Dáesh en Oriente Medio, adoptando la denominación de Estado Islámico en el Gran Sáhara (EIGS) y se estableció en la región de las Tres Fronteras, entre Níger, Mali y Burkina Faso, en una zona especialmente abandonada por los Estados6. Su historia se remonta al juramento de lealtad al Estado Islámico en mayo de 2015, del saharaui Adnan Abu Walid al-Saharawi, anterior portavoz del Movimiento por la Unificación y la Yihad en África del Oeste (MUYAO, por sus siglas en francés) y también antiguo emir del Al-Mourabitoun en Mali7. El EIGS se hará especialmente prominente en África subsahariana y se caracterizará por seguir los postulados más intransigentes y ultraviolentos del yihadismo, convirtiéndose en el objetivo preferente de las fuerzas occidentales y sahelianas.

Sus combatientes procedían, en gran parte, del Movimiento por la Unidad y la Yihad en África Occidental (MUJAO), un grupo creado en 2011 por el mauritano Hamada Ould Kheira, quien había abandonado AQMI como consecuencia del antagonismo interno de carácter étnico-tribal de este grupo que estaba bajo el control de argelinos como Droukdel y Belmokhtar, mientras que los combatientes eran en su mayoría negros africanos reclutados entre los fulani, los daoussahaks y los moros de Gao8. Desde su bastión de Ménaka, y fortalecido por su arraigo local, su discurso igualitario y su actitud antituareg, el MUYAO sería conocido por su campaña de secuestros y atentados suicidas siguiendo el modelo de Al Qaeda.

Especialmente interesante es también la relación del EIGS con la otra franquicia del Estado Islámico (EI) que opera en la región del lago Chad bajo la denominación de Estado Islámico en la Provincia de África Occidental (ISWAP). Este grupo surgió en el 2016 como una escisión de Boko Haram, el grupo más activo y letal de África occidental, el cual, para 2019, había asesinado a más de 35 000 personas y causado más de dos millones de desplazados9.

Creado en el 2002 en el estado de Borno en el norte de Nigeria y liderado desde 2009 por Abu Bakr Shekau10, tras la muerte bajo custodia policial del fundador Mohammed Yusuf, Boko Haram se caracterizó por los ataques indiscriminados a civiles expandiéndose a los países vecinos de Níger, Chad y Camerún.

En el 2015, Shekau juró lealtad al Estado Islámico (EI) y el grupo cambió su nombre a ISWAP, pero debido a su brutalidad, el EI decidió destituirlo en el 2016 nombrando sucesor a Al Barnawi, el hijo mayor del fundador y hasta entonces portavoz del grupo, con lo que se crearon dos facciones: Boko Haram e ISWAP.

Ambos grupos buscaban el mismo objetivo de establecer un califato salafista-yihadista de línea dura en el Sahel gobernado por la sharía, siendo la diferencia principal entre ambos el carácter despiadado de las acciones de Boko Haram, frente a la mayor preocupación por lograr la aceptación de la población local del ISWAP. Su trayectoria operativa de ave fénix cuenta una historia similar en ambos, siendo su mayor fortaleza la capacidad de usar áreas con poca presencia estatal para retirarse y reagruparse, mientras utilizan gran variedad de tácticas para mantener el flujo de recursos. Ello les ha convertido en grupos yihadistas mortíferos y resilientes.

No obstante, la muerte de Shekau en junio de 2021, después de que la escisión rival irrumpiera en su feudo del bosque de Sambisa, ha debilitado a Boko Haram y facilitado la integración de muchos de sus miembros en ISWAP11.

En lo referente a la relaciones entre ISWAP y EIGS, ambos grupos yihadistas son independientes en términos geográficos, si bien ISGS técnicamente se considera un subgrupo de ISWAP de acuerdo con la estructura burocrática del Estado Islámico. ISWAP es particularmente activo en la región de la cuenca del lago Chad, donde ha intensificado los ataques contra las fuerzas de seguridad desde mediados de 2018 principalmente en Nigeria, Níger, Chad y Camerún, mientras el ISGS está más confinado a la región de Liptako Gourma con operaciones en Mali, Burkina Faso y Níger12.

Otro aspecto diferencial del yihadismo saheliano se refiere a las relaciones entre JNIM como filial de Al Qaeda e EIGS como filial del Estado Islámico. Durante varios años existió, a diferencia de la filiales en otras regiones del mundo donde operan, una especie de acuerdo tácito de no beligerancia, e incluso de cooperación entre ambos en incursiones conjuntas contra enemigos compartidos; es lo que se vino a denominarse la
«anomalía saheliana»13. Ello facilitó que el yihadismo extendiera desde 2017 su radio de acción por otros países del Sahel y del África occidental aprovechando la existencia de fronteras porosas en las que vivían sociedades rurales marginadas por el Estado.

No obstante, en 2019, se rompió este pacto y las tensiones entre JNIM y EIGS se hicieron violentas en el área de Tres Fronteras de la región del Liptako. Las causas de esta ruptura deben atribuirse a una serie de factores siendo el principal el endurecimiento ideológico del EIGS, consecuencia su integración en el más radical ISWAP y la presión consiguiente para que se enfrentase a JNIM. A ello habría que añadir las tensiones que han surgido entre ambos grupos, motivadas por la creciente ambición operativa del EIGS, que compite por los combatientes y los recursos del Sahel14.

En estos momentos, el riesgo yihadista se extiende a Costa de Marfil, Benín y Senegal y aunque el EIGS se haya visto debilitado en Mali por la acción militar de Francia y sus socios y haya perdido a su líder Adman abu Walis al-Saharaui en septiembre de 2021, sigue buscando asentarse en el oeste de Níger y Burkina Faso, aunque eso signifique vincularse con Boko Haram en Nigeria. El JNIM, por su parte, cuyo emir Droukdel también fue asesinado en junio de 2020 en el sur de Argelia, estaría tratando de fortalecerse en el Azawad aprovechándose de la falta de reacción de Argelia y en el centro de Mali, donde está obligado a coexistir con los grupos nacionalistas del Azawad.

Para completar el cuadro de amenazas armadas en el Sahel habría que añadir, finalmente, a los grupos separatistas del norte de Mali signatarios de los acuerdos de Argel de 2015 que supuestamente debían garantizar la paz y la reconciliación. Estos grupos armados han formado una especie de ejército paralelo en la región de Kidal, dominado por la Coordinadora de Movimientos de Azawad (CMA), que es una alianza de grupos rebeldes creada en Mali en octubre de 2014. Estos grupos se unieron en septiembre de 2021 para formar el Marco Estratégico Permanente (CSP, por sus siglas en inglés)15, dominado por tuareg y nómadas árabes y donde las comunidades mayoritarias de Mali (Songhaïs, Peuls, Bellahs) están escasamente representadas.

Balance de la actuación de las fuerzas militares

En lo que respecta a las fuerzas militares occidentales y de los Gobiernos de Sahel, resulta innegable admitir que, desde el punto de vista táctico, se han logrado importantes éxitos en los últimos años. Las operaciones contra grupos terroristas armados durante el 2020 y 2021 han dado como resultado la eliminación selectiva de algunos de los más importantes líderes yihadistas, entre los que destaca la de Abdelmalek Droukdel (jefe de Al Qaeda en el Magreb Islámico, AQMI)16, Bah Ag Moussa (uno de los líderes del Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes, JNIM), Abu Walid al-Saharoui (jefe del Estado Islámico en el Gran Sáhara, EIGS), o Abu al-Maghrebi (líder religioso del JNIM).

Estos resultados favorables sobre el terreno no han logrado evitar, no obstante, la extensión de la violencia yihadista al sur de Mali y Burkina Faso y también al oeste de Níger e, incluso, los ataques en las zonas fronterizas de Burkina Faso con países del golfo de Guinea. Precisamente, este fue el principal motivo del doble golpe militar en Mali en agosto de 2020 y mayo de 2021 y del golpe de Estado de enero de 2022 en Burkina Faso17.

El deterioro de la situación motivó que, a principios de junio de 2021, el presidente francés Emmanuel Macron decidiera suspender las operaciones conjuntas entre soldados franceses y malienses si bien asegurando que Francia seguiría comprometida militarmente en el Sahel, pero en el marco de una «alianza internacional que asocie a los Estados de la región»2, una nueva misión cuyos contornos precisos están todavía por definir.

En realidad, no se trata de una decisión nueva; en la Cumbre de Pau de enero de 2020, que reunió a los países del G5 Sahel18 y Francia, el Gobierno francés ya había manifestado su deseo de reducir su presencia en el Sahel y reiterado la necesidad de que los países africanos se responsabilizaran de la seguridad de sus ciudadanos. Sin embargo, fue el segundo golpe de Estado el 26 de mayo de 2021, que destituyó al presidente interino Bah Ndaw convirtiendo en presidente de transición al hasta entonces vicepresidente Assimi Goita de Mali, el que precipitó la decisión de retirarse de Mali.

La nueva Junta de Gobierno de Mali, en un contexto de creciente hostilidad hacia la presencia francesa en Mali —cuya mayor expresión fue la expulsión del embajador francés en enero de 202219—, exigió la salida de todas las fuerzas francesas y europeas y la entrega de las bases de Barkhane a los soldados de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Mali (MINUSMA) y del ejército maliense, pero también a los mercenarios rusos del grupo Wagner quienes, a principios de enero de 2022, se asentaron en la base militar de Tombuctú4.

Consecuentemente, el nuevo diseño francés de «reposicionamiento» de sus fuerzas, respondía a un reconocimiento implícito de que su estrategia contrainsurgencia no estaba funcionando y que la consecuencia natural era la reducción del número de tropas de la fuerza Barkhane a la mitad, en un proceso que debía terminar a mediados de 2023. La fuerza militar pasaría, así, de 5100 a 2500 soldados franceses redesplegados fuera de Mali, principalmente en la zona de las «tres fronteras» en territorio de Níger20 y su misión sería exclusivamente antiterrorista dirigida a frenar la expansión de los grupos yihadistas hacia el sur, una tendencia que ha venido acentuándose en los últimos años21.

Esta redefinición operativa del marco de la acción militar francesa implicaba, junto con el compromiso de seguir combatiendo el terrorismo, una sensible disminución de sus fuerzas convencionales en beneficio de un mayor incremento de las fuerzas especiales, así como una mayor confianza en los medios aéreos, en detrimento de las capacidades terrestres.

El empleo creciente de drones desde finales de 2019 combinados con fuerzas especiales favorecería esta estrategia de reducción de tropas, al mostrarse más eficaces a la hora de eliminar adversarios que las fuerzas sobre el terreno. De esta manera, los drones constituyen, actualmente, el 40 % de los ataques aéreos con el resultado de haber permitido multiplicar las operaciones en la zona22.

La reducción de las tropas francesas en el Sahel va a afectar necesariamente a la otra operación francesa en la región, la Operación Sabre, activa desde 2009. Con su base de operaciones situada en Ouagadougou, en Burkina Faso, la task force (TF) Sabre está compuesta por 400 efectivos de las fuerzas especiales francesas y ha sido la principal responsable de la eliminación de la mayor parte de los objetivos de alto valor (HVT, por sus siglas en inglés) como son los líderes yihadistas.

En el nuevo contexto de redespliegue francés, su autonomía orgánica y operativa frente a Barkhane corre el riesgo de verse afectada por el final de esta operación. De hecho, la TF Sabre podría perder parte de sus recursos humanos y materiales si Barkhane desaparece, en beneficio del aumento de poder de la nueva fuerza Takuba que, aunque europea, basa su estructura en buena medida en las fuerzas especiales francesas que son quienes han definido las reglas de enfrentamiento y los procedimientos operativos23.

Creada en julio de 2020 para suplir las deficiencias de la misión de entrenamiento de la Unión Europea en Mali (EUTM) —dada la imposibilidad por parte de los entrenadores europeos de la Misión de Entrenamiento (EUTM) de acompañar a los soldados malienses durante sus operaciones—, la fuerza Takuba debía llegar a los 2000 combatientes de varios países europeos y participar en acciones contrainsurgencia, sustituyendo a la Operación Barkhane.

Su despliegue supone el reconocimiento implícito de la incapacidad de las fuerzas francesas para controlar el extenso territorio del Sahel, excepto temporalmente y en áreas específicas, así el de la debilidad de las fuerzas armadas locales, especialmente en Mali, para hacerlo. De esta manera, el propósito constitutivo de la task force Takuba, sería el de integrar fuerzas locales con equipos de fuerzas especiales europeos, lo que permitiría crear una masa crítica de fuerzas capaces de derrotar a cualquier grupo contrario y proteger mejor a la población. Esto no resolvería, evidentemente, los problemas estructurales de los ejércitos locales, pero les permitiría ser mucho más efectivos sobre el terreno y hacerlo más rápidamente.

Y en la guerra de contrainsurgencia rige el principio de que golpear al enemigo es bueno, pero controlar el terreno es mejor, siendo la combinación de ambos efectos la que produce los mejores resultados. Este principio funciona bien en teoría, pero quedaría por ver si, en el escenario del Sahel puede tener resultados estratégicos.

Además, la TF Takuba está adoleciendo de serios problemas estructurales derivados de su lento despliegue, la reticencia de algunos Estados a participar en la misma, la expulsión traumática del componente danés de Mali en el momento de su llegada alegando ciertas carencias burocráticas, el escaso número de sus componentes que no superan los 800 efectivos siendo la mitad de ellos franceses, o el hecho de que no puedan operar en Mali donde se encuentra el centro de gravedad de la insurgencia.

En lo que se refiere a las misiones de entrenamiento, estás siguen siendo hoy por hoy, la principal y más sustancial contribución de la Unión Europea a la seguridad en el Sahel.

Aunque la voluntad europea es la de fortalecer sus medios y capacidades en apoyo de las fuerzas de seguridad de los países de la región, un objetivo que considera crucial para incrementar la protección de las poblaciones locales y la estabilidad de la región, su pervivencia dependerá, en todo caso, de si se dan las condiciones necesarias para ello, tal y como reconoce la declaración conjunta UE-UA el 17 de febrero de 202224.
Estas condiciones pasan por la separación estricta entre sus actividades y las del grupo paramilitar ruso Wagner, cada vez más activo en el Sahel, y la garantía de que los soldados malienses entrenados por la UE no se unirían posteriormente a las unidades que operan bajo las órdenes de Wagner25. En estos momentos, no hay consenso sobre el futuro de las operaciones de la UE en Mali, estando varios estados miembros a favor de suspender la misión, mientras otros se muestran reacios a ello.

Las otras dos fuerzas que operan sobre el terreno tampoco están produciendo resultados tangibles en la mejora de la situación de estabilidad, debido a la falta de equipo, medios financieros y coordinación transnacional. La Fuerza Conjunta G5 Sahel —creada en 2017 y compuesta oficialmente por 5000 hombres de los estados de Mauritania, Mali, Burkina Faso, Níger y Chad—, se encuentra condicionada por la necesidad de una mayor cooperación regional que evite que cada uno de ellos persiga sus intereses nacionales por encima de todo26. Además, el hecho de depender del apoyo de otras estructuras militares como la fuerza Barkhane para el entrenamiento y de la MINUSMA para apoyo en operaciones, tampoco facilita su desempeño operativo.

En el caso de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Mali (MINUSMA), presente en Mali desde el 2013, su labor se ve obstaculizada por tener su mandato limitado al territorio de Mali27. Con la retirada de Francia, Naciones Unidas ha anunciado el aumento de su plantilla desde los 13 000 soldados y 1700 policías, hasta alcanzar los 17 300 miembros28 con la finalidad sería cubrir los huecos territoriales producidos por el repliegue francés y evitar que se produzcan vacíos de seguridad. Sin embargo, al igual que ocurre con la fuerza conjunta G5 Sahel, la falta de capacidades materiales, financieras y de inteligencia y el hecho de que su misión sea exclusivamente de apoyo a las autoridades y no contrainsurgencia, hacen difícil que puedan reemplazar en su papel a los franceses.

Por otra parte, estarían los ejércitos regionales y las fuerzas de autodefensa surgidas espontáneamente en el seno de la población civil como consecuencia de la degradación de la situación de seguridad. Su actuación está muy lejos de los estándares internacionalmente aceptados y las reacciones excesivas del Ejército maliense contra los civiles fulani acusados de acoger a los militantes tanto del JNIM como del EIGS estarían produciendo el efecto contrario de aumentar el reclutamiento local y llevar a numerosas poblaciones a buscar la protección de los yihadistas29. Los ataques indiscriminados contra la población local por parte de las fuerzas afiliadas al gobierno habrían provocado, según la MINUSMA, que en 2020 se produjeran más víctimas civiles que propiamente yihadistas6.

En otros casos, son las comunidades locales, las que han armado milicias de autodefensa rural, con el consentimiento del estado imponiendo con violencia su propia ley30. Esta situación se ha extendido también a Níger, un país un país extenso y pobre actualmente amenazado en cinco de sus siete fronteras por los principales grupos yihadistas, el cual está considerado como la mejor alternativa francesa para desplegar después de la expulsión de sus fuerzas de Mali.

Un último actor que ha aparecido con fuerza en el terreno de la seguridad en los últimos años es Rusia. Desde que albergara la primera cumbre Rusia-África de octubre de 2019 en Sochi, su presidente Vladimir Putin se ha venido esforzando en hacer jugar a su país un papel protagonista en África, extendiendo la competencia geopolítica como ocurriera en los tiempos de la Guerra Fría.

En el Sahel, al igual que anteriormente en Siria, República Centroafricana o Libia, Rusia ha sabido aprovecharse oportunamente de la situación de inseguridad y del vacío provocado por el anuncio de la salida de las fuerzas francesas de Mali, y ha buscado reemplazar la tradicional asociación francesa y extender su influencia en la región a través de medios irregulares. Para ello, su estrategia, que comenzó en diciembre de 2021, se ha basado en la desinformación facilitando las actividades de la compañía militar privada (PMC) Wagner —vinculada al Kremlin a través del Ministerio de Defensa y el Servicio de Seguridad Federal (FSB)—, y capitalizando el sentimiento antifrancés en unos momentos en los que este se ha extendido por la región31.

Al igual que ocurriera en la República Centroafricana y Mozambique, Wagner ha aprovechado el giro de la junta de Mali hacia Rusia para garantizarse los servicios de protección del régimen y la seguridad de los altos funcionarios malienses ante cualquier intento de golpe de estado, al tiempo que se asegura importantes beneficios financieros por medio de concesiones financieras y minerales.

No obstante, no puede asumirse que el empleo de los mercenarios la compañía rusa Wagner garantice el éxito a la vista de lo ocurrido en Libia, donde 1200 mercenarios rusos no lograron dar la victoria al mariscal Haftar en su ofensiva contra Trípoli en la primavera de 2020. Es más, si nos atenemos a sus pobres resultados operativos en la realización de misiones similares —como por ejemplo, en 2019 frente a la insurgencia islamista en la provincia Cabo Delgado de Mozambique—, y sumamos a ello los altos costos legales y humanitarios que imponen, incluyendo graves violaciones de los derechos humanos, podemos concluir que Wagner es más una herramienta para aumentar la influencia rusa en el continente, que un elemento para aumentar la seguridad y la estabilización regional. En todo caso, su influencia en el futuro político de la región dependerá grandemente del resultado de la guerra en Ucrania donde Rusia tiene, actualmente, concentrada su atención.

¿Es posible alcanzar el fin de las hostilidades con los yihadistas en el Sahel?

La importantes transformaciones en la situación de seguridad en el Sahel de los últimos tiempos con el anuncio del «fin de Barkhane», el surgimiento de un sentimiento de hostilidad hacia la política francesa y la multiplicación de acuerdos puntuales con grupos yihadistas afiliados a la JNIM tanto en Mali como en Burkina Faso, parecen abrir el paso al relanzamiento de una posible negociación a nivel nacional, inicialmente en Mali pero que podría extender a otros países. En este sentido, se seguiría la estela del precedente marcado en Doha por el acuerdo entre los talibanes y EE. UU. de febrero de 2020, para retirar las tropas estadounidenses de Afganistán32.

Las eventuales negociaciones se verían favorecidas por un contexto regional en el que los grupos yihadistas habrían sabido aprovechar los agravios locales y la mala gobernanza —utilizando una retórica basada en el anticolonialismo—, para agitar los sentimientos locales, presentándose como actores indispensables para expulsar a las fuerzas extranjeras.

En esta dirección, la reciente disposición de JNIM de entablar negociaciones con las autoridades estatales de Mali parece indicar una cierta flexibilidad estratégica, si bien partiendo de una posición ideológica extremista no negociable en torno a la yihad ya sea global, o local. No importa cuántos reveses y retrasos sufran y cual sea el régimen al que se enfrenten, su misión de convertir el Sahel en un emirato islámico sigue siendo prioritaria.
Esta posición negociadora cuyo interlocutor sería el líder terrorista Iyad Ag Ghali vendría apoyada por Argelia preocupada por la evolución de la situación política y de seguridad en sus vecinos del sur, especialmente en Mali, y que siempre se ha mostrado recelosa de la Operación Barkhane, una acción antiterrorista liderada por la antigua potencia colonial. Además, la iniciativa G5 Sahel, apoyada por Francia, es igualmente vista con cierta cautela por parte de Argel, que hubiera preferido una gestión de los temas de seguridad del continente a través de la Unión Africana y la colaboración regional y bilateral entre Estados, como es el caso del Comité de Estado Mayor Operativo Conjunto (CEMOC) puesto en marcha en 2010 y con sede en Tamanrasset.

Argelia, cuya política antiterrorista ha oscilado tradicionalmente entre el palo y la zanahoria, es decir una lucha antiterrorista basada en operaciones convencionales, pero dejando abierta la posibilidad de que los yihadistas se entreguen a cambio de alguna forma de amnistía33, sería partidaria ahora del fortalecimiento del JNIM frente a la CMA, si bien condicionado a que cualquier acuerdo tuviera la aprobación de los servicios de inteligencia y del gobierno argelino34.

Cabe, por tanto, preguntarse si —y hasta qué punto— el emirato islámico reivindicado por los yihadistas puede convertirse en una alternativa creíble a un modelo de Estado que amplios sectores de las poblaciones locales considera disfuncional e impuesto, y donde la legalidad formal importada es también menos efectiva y la justicia se traduce normalmente en impunidad. De confirmarse esta alternativa, ello supondría el final de un ciclo histórico de intervenciones europeas, con la ocupación del espacio saheliano por organizaciones yihadistas autóctonas, aunque ello no se hubiera logrado de manera violenta y coercitiva.

No obstante, la consecución de un posible acuerdo no parece una tarea fácil. Si los yihadistas de JNIM, mayoritariamente sahelianos y más inclinados a la negociación, lo aceptasen se verían obligados a romper con su matriz AQMI dominado por los yihadistas argelinos, de los que tendrían que deshacerse. AQMI, por su parte, solo aceptaría un compromiso contrario a su razón de ser, en el supuesto que ello fuera una capitulación del Gobierno de Bamako. En cualquier caso, un compromiso real solo sería posible si la yihad local rompiese con la yihad global de Al Qaeda y las autoridades locales aceptasen, al menos formalmente, que la sharía se aplicase a todo Mali.

También sería necesario que los actuales combatientes del JNIM, dejasen las armas, algo que solo se produciría si se les ofreciera recompensas significativas a través de un ambicioso proceso de desarme, desmovilización y reinserción (DDR) financiado por la comunidad internacional. En este supuesto es muy posible que el EIGS, un grupo que rechaza categóricamente cualquier diálogo, atrajese todos los descontentos que, por motivos ideológicos o materiales, no aceptasen un proceso de negociación con el Gobierno.
Es, precisamente, está falta de garantía sobre el éxito, lo que hace que el gobierno de Bamako contemple la posibilidad de un diálogo con el JNIM con grandes dudas.

Más favorables son las posibilidades de éxito que ofrecen los acuerdos alcanzados con el CSP, en febrero de 2022, en Roma, donde los grupos armados del norte de Mali allí representados firmaron un acuerdo de paz con el ministro maliense de Reconciliación Nacional, Ismaël Wagué.

Bautizado como Acuerdo de principio de Roma, y bajo el patrocinio de una Italia que sigue su propia agenda, este acuerdo pretende garantizar el cese definitivo de las hostilidades entre Azawad y Bamako y supone la culminación de los esfuerzos diplomáticos iniciados por Argelia en 2015, pero también un desaire a París que considera que el movimiento rebelde debería ser «desarmado, no armado»35.

Si este acuerdo se torna duradero sería una excelente noticia para la pacificación de un país clave en el Sahel y una buena prueba de que, en última instancia, el Gobierno de Mali es capaz de garantizar su integridad territorial por la vía de la diplomacia y no de las armas, y ello sin necesidad de la intervención francés e, incluso, en unas condiciones de sanciones de la CEDEAO. Pero todo dependerá, en última instancia, de la capacidad de integrar en estos acuerdos a la otra variable de la ecuación de seguridad que son los grupos yihadistas, y esto está todavía por ver.

Perspectivas futuras para la seguridad en el Sahel

Las perspectivas en cuanto a la seguridad en el Sahel siguen siendo sombrías en el corto y medio plazo. Los grupos yihadistas han venido demostrando una gran resiliencia para adaptarse rápidamente a la dinámica de las operaciones sobre el terreno, incluso cuando se han enfrentado a derrotas tácticas. Cada vez que un gobierno africano ha declarado que un grupo está «derrotado», los hechos lo han desmentido poco después. Los esfuerzos militares destinados a derrotarlos en el campo de batalla, la opción preferida para restaurar la seguridad, han sido decepcionantes.

Los esfuerzos militares de las fuerzas francesas y locales, a pesar de haber acabado con muchos de los líderes yihadistas, así como las iniciativas regionales como la fuerza conjunta G5 Sahel, o el entrenamiento militar impartido por la Unión Europea (EUTM) no han dado los resultados esperados y, sorprendentemente, no han logrado superar a los grupos yihadistas locales como proveedores fiables de seguridad y servicios.

En este sentido, la experiencia de estos años indica que los ataques militar contra las organizaciones yihadistas tienden a desplazarlas obligándolas a buscar refugio, en lugar de erradicarlas, de manera que, una vez que la presión militar disminuye, regresan más fuertes y se expanden más, salvo en el caso de que las capacidades del estado en el que han venido actuando hayan mejorado sustancialmente.

Por otra parte, y con independencia de la diferencia en el enfoque o la ideología, la nueva realidad de seguridad en el Sahel viene definida por la intensa competencia entre las franquicias regionales del Estado Islámico y Al Qaeda, exacerbada por vulnerabilidades estructurales preexistentes, lo que se ha traducido en un incremento de la violencia y la conflictividad.

No obstante, la competición entre ambas ramas del yihadismo en el Sahel puede ser un factor favorable en el nuevo contexto de retirada francesa y contribuir al debilitamiento de estos grupos y al agotamiento de sus recursos, diluyendo efectivamente la amenaza que representan36.

Pero también puede ocurrir lo contrario: que la competencia directa por nuevos reclutas y el apoyo de los lugareños, derive en un proceso de «puja al alza» empleando niveles crecientes de violencia para demostrar su compromiso y poder relativo frente a la organización competidora37.

Dicha competencia entre grupos yihadistas puede agravar la situación de inseguridad al incentivar la innovación operativa, aumentar el reclutamiento y empujar a los civiles a elegir bando, contribuyendo al alargamiento del conflicto, así como a la resistencia y adaptabilidad de los grupos en competencia38. De ocurrir esto, se complicaría, aún más, el panorama de seguridad en una región ya de por sí muy frágil.

Por otra parte, el cambio en el dispositivo de la Operación Barkhane para delegar la responsabilidad de la lucha contra la insurgencia en los ejércitos locales y en los socios europeos de la fuerza Takuba llega tarde, y lo hace en unos momentos en los que la contestación de las poblaciones locales y la incapacidad de comunicación estratégica por parte de unas autoridades francesas está mostrando los límites de la acción militar externa.

Parece fundamental, por tanto, para tener unas mínimas garantías de éxito, lograr una mayor «hibridación» entre las fuerzas internacionales y los ejércitos locales que evite un posible rechazo, de manera que las primeras aparezcan como un elemento de apoyo y no como las responsables de la acción de contrainsurgencia.

En conclusión, la respuesta local e internacional a la amenaza yihadista se ha ido enriqueciendo a lo largo de estos años y ahora se acepta la necesidad de contemplar una solución multidimensional e inclusiva, más allá de la puramente militar, que aborde las disfunciones económicas, sociales y de gobernanza que están en la raíz de las insurgencias locales y del yihadismo, refuerce la funciones soberanas de los estados sahelianos, empezando por las fuerzas de seguridad, pero también los servicios públicos locales. Esta respuesta debe, no obstante, mantener una dimensión militar y policial absolutamente imprescindible para garantizar unos mínimos de respeto a la ley y el orden en unos estados sahelianos débiles, incapaces y disfuncionales. El éxito dependerá, en última instancia, de que esta toma de conciencia se traduzca en hechos sobre un espacio físico, el Sahel, que hoy por hoy permanece en gran parte descontrolado.

Ignacio Fuente Cobo, analista Principal IEEE

Referencias:

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Disponible en: https://www.hoy.es/internacional/muere-terrorista-isis-20210916174309-ntrc.html

8 NARANJO, José. “Al Qaeda se extiende en África occidental apoyada en el cantera subsahariana”, EL PAIS, 
16.04.2016. Disponible en: https://elpais.com/internacional/2016/04/15/actualidad/1460728241_287676.html.

9 SANNI, Kunle. “Nigeria: Boko Haram - 35,000 Killed So Far in Nigeria – UN””, Allafrica, 17.08.2019. Disponible en: https://allafrica.com/stories/201908180028.html

10 Sanguinario líder yihadista que moriría en junio de 2021.

11 M.R, “La última muerte de Abubakar Shekau, el sanguinario líder de Boko Haram”, La Voz de Galicia, 12.06.2021. Disponible en: https://www.lavozdegalicia.es/noticia/internacional/2021/06/11/ultima-muerte-abubakar-shekausanguinario-lider-boko-haram/00031623422695083181209.htm.

12 THOMSOM, Jared. “Examining Extremism: Islamic State in the Greater Sahara”, Center for Strategic and 
International Studies, 22.07.2021. Disponible en: https://www.csis.org/blogs/examining-extremism/examiningextremism-islamic-state-greater-sahara.

13 “The End of the Sahelian Anomaly: How the Global Conflict between the Islamic State and al-Qa`ida Finally Came to West Africa,” Combating Terrorism Center at West Point

14 Ibid.

15 El CSP está integrado por la Coordinación de Movimientos Azawad (CMA), el Movimiento Árabe Azawad (MAA), el Grupo Tuareg Imghad y Autodefensas Aliadas (GATIA) y el Movimiento para la Salvación de Azawad (MSA), todos signatarios del Acuerdo de Paz y Reconciliación, del proceso de Argel

16 CHAUVEL, Oren. “Elimination de Droukdel par la France : crise pour AQMI et tournant dans la lutte contre les GAT ?”, IEC-IES, 07.07.2020. Disponible en: https://urlz.fr/gH1j

17 “Las acciones yihadistas en el Sahel aumentaron un 70% en 2021, con Burkina Faso como principal foco”, Europa Press, 01,02,2022. Disponible en: https://www.europapress.es/nacional/noticia-acciones-yihadistas-sahelaumentaron-70-2021-burkina-faso-principal-foco-20220201115352.html.

18 Mali, Burkina Faso, Níger, Mauritania y Chad.

19 “Le Mali annonce l’expulsion de l’ambassadeur de France sous soixante-douze heures”, Le Monde, 31.01.2022. Disponible en: https://www.lemonde.fr/afrique/article/2022/01/31/le-mali-decide-d-expulser-l-ambassadeur-defrance_6111729_3212.html. 

20 Región de Liptako ubicada en la frontera entre Níger, Mali y Burkina Faso.

21 GOYA, Michel. “France In The Sahel Is A Policeman Trying To Escape From Prison”, Hoover Institution, 21.09.2021. Disponible en: https://www.hoover.org/research/france-sahel-policeman-trying-escape-prison.

22 Francia tiene 6 drones armados y 7 aviones de combate en el Sahel.

23 ALONSO, Pierre. ”L’opération Takuba, successeuse de Barkhane ? L’union fait la task force”, Libération, 21 de octubre de 2021. Disponible en: https://urlz.fr/gHby

24 “Déclaration conjointe sur la lutte contre la menace terroriste et le soutien à la paix et à la sécurité au Sahel et en Afrique de l’Ouest”, Élysée. Disponible en: https://www.elysee.fr/emmanuel-macron/2022/02/17/declaration-conjointesur-la-lutte-contre-la-menace-terroriste.

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26 “Après trois ans d’existence, la force Sahel peine à convaincre”, VOA, 21 décembre 2020. Disponible en: https://urlz.fr/gHaL

27 OLLIVIER, Bertrand. “Les implications de la mise en place de la Force-Conjointe du G5 Sahel sur la MINUSMA et les contributeurs Régionaux”, GRIP, 04.2021. Disponible en: https://www.observatoire-boutrosghali.org/sites/default/files/Note%20OBG%20MINUSMA-FC_Bertrand.Ollivier.pdf.

28 “Adaptation et effectif autorisé de la Mission multidimensionnelle intégrée des Nations Unies pour la stabilisation au Mali”, Rapport du Secrétaire général (S/2021/657), 16.07.2021. Disponible en:
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31 THOMPSON, Jared; DOXSEE, Catrina; BERMUDEZ Jr, Joseph S., “Tracking the Arrival of Russia’s Wagner Group in Mali”, CSIS, 02.02.2022. Disponible en: https://www.csis.org/analysis/tracking-arrival-russias-wagner-group-mali.

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38 PHILLIPS, Brian J. “Enemies with Benefits? Violent Rivalry and Terrorist Group Longevity,” Journal of Peace 
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