La pequeña nación mediterránea está experimentando su peor crisis económica desde la guerra civil de 1975-1990

El virus de la protesta resurge en Líbano

photo_camera AP/BILAL HUSSEIN - Un manifestante antigubernamental sostiene una bandera libanesa mientras otros queman neumáticos y contenedores de basura durante las continuas protestas contra el gobierno libanés, en Beirut, Líbano, el sábado 6 de junio de 2020

“Tradicionalmente, la economía ha ignorado la política, pero la comprensión de la política resulta esencial para explicar la desigualdad en el mundo”. Con estas palabras, el autor del libro Por qué fracasan los países intenta explicar los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza.  El colapso de la moneda, el aumento de la inflación y la profunda crisis financiera que atraviesa Líbano desde el pasado mes de octubre han creado el escenario perfecto para que las protestas que asolaban el país resurjan con más fuerza que nunca, tras un paréntesis por el coronavirus, al mismo tiempo que han aumentado las tensiones entre los partidarios y opositores del grupo chiíta Hezbolá, respaldado por Irán. 

Un manifestante libanés sostiene una pancarta frente a la mezquita de Mohammad al-Amin durante una manifestación en el centro de Beirut, el 6 de junio de 2020

Líbano -un país con unos cinco millones de habitantes y que alberga a más de un millón y medio de refugiados- es una de las naciones más endeudas del mundo. En estos momentos, el estado liderado por el primer ministro, Hasán Diab, se enfrenta a su peor crisis económica desde la guerra civil que sufrió el país entre 1975 y 1990. Las protestas que comenzaron en octubre para poner fin a la corrupción generalizada y a la mala gestión de los recursos se han convertido ahora en manifestaciones violentas por una crisis económica que ha llevado a Líbano al borde del abismo, en parte exacerbada, por las medidas impuestas para detener la propagación del coronavirus. 

“Vinimos a las calles para exigir nuestros derechos, pedir atención médica, educación, empleos y los derechos básicos que los seres humanos necesitan para mantenerse con vida”, ha dicho una estudiante que se estaba manifestando en la capital del país a la agencia de noticias AFP. Las heridas del conflicto que enfrentó a diversos grupos religiosos y políticos hace varias décadas han vuelto a abrirse en medio de una pandemia que ha dejado en el país más de 1.331 casos.  La violencia se ha convertido en la protagonista de las últimas protestas después de que una serie de partidarios de Hezbollá se enfrentaran a algunos manifestantes que exigían el desarme del grupo chíita apoyado por Irán. 

Un manifestante antigubernamental lanza gas lacrimógeno a los policías antidisturbios

Hezbollah que traducido al castellano significa “Partido de Dios” es el único grupo que ha conservado las armas desde el final de la guerra civil libanesa, un acontecimiento que ha dividido a esta nación. “Las armas deberían estar sólo en manos del ejército”, destacaba una mujer de 57 años que estuvo presente en estas protestas; una manifestación en la cual los partidarios y adversarios de Hezbolá se lanzaron piedras mutuamente, lo que llevó a las fuerzas de seguridad a intervenir, formando una cadena humana para evitar el aumento de la violencia. 

Cientos de manifestantes libaneses se reunieron en el centro de Beirut el sábado, con la esperanza de reiniciar las protestas antigubernamentales

Asimismo, las autoridades de seguridad dispararon gases lacrimógenos cerca de una calle que conduce al edificio del Parlamento, en los alrededores de la Plaza de los Mártires, uno de los focos de estas protestas. La Cruz Roja libanesa ha informado a través de la red social Twitter de que al menos 48 personas han resultado heridas durante estas protestas, de las cuales 11 han tenido que ser trasladadas a los hospitales más cercanos para poder ser tratadas. 

Este pequeño país ha sido víctima de una serie de crisis políticas durante los últimos años. Sin embargo, estas tensiones fueron más allá después de que, el pasado 17 de octubre, el Gobierno anunciase nuevas medidas fiscales. Estas reformas fueron la chispa que encendió la mecha de una revolución pacífica, en la que miles de personas de distintas religiones y clases sociales del país salieran a las calles para pedir reformas económicas y sociales y exigir la dimisión de algunos líderes políticos, a los que acusan de corrupción. 

Un manifestante antigubernamental lanza una piedra a la policía antidisturbios durante una protesta, en el centro de Beirut, Líbano, el sábado 6 de junio de 2020

“Me dirijo al Palacio Baabda para presentar la dimisión del Gobierno al presidente, Michel Aoun, en respuesta a los muchos libaneses que salieron a las plazas para pedir el cambio”. Con estas palabras, el por aquel entonces ministro libanés, Saad Hariri, anunció la dimisión de su Ejecutivo, tras varias semanas de protestas. El nuevo gobierno encabezado por el primer ministro Hassan Diab lamentó poco después de llegar al poder el tener que enfrentarse a una catástrofe económica y aprobó una nueva ley con el objetivo de poner en marcha distintas reformas y combatir la corrupción. 

 Manifestantes libaneses se enfrentan a la policía antidisturbios tras una manifestación en el centro de Beirut, el 6 de junio de 2020

La libra libanesa -dependiente de la inversión extranjera y la solvencia del dólar- ha perdido más de la mitad de su valor desde el pasado mes de octubre y ha sufrido una grave caída durante los últimos días. En este contexto de inestabilidad, más del 35 por ciento de los libaneses se encuentran en situación de desempleo, mientras que la pobreza amenaza al más del 45 por ciento de la población, según estimaciones oficiales a las que ha tenido acceso la agencia de noticias AFP. 

“Quiero que la autoridad gobernante escuche mi voz. No me importa quién es la clase dirigente; lo que me importa es conseguir mis derechos. Tengo dos opciones: salir a la calle y protestar, o quedarme en casa y morir de hambre”, ha resaltado Ghina Jamil, una profesora que ha salido este sábado a protestar en las calles de la capital del país al periódico Arab News. Estas protestas que durante la crisis del coronavirus han quedado relegadas a un segundo plano alcanzaron nuevas dimensiones, después de que un joven de 26 años perdiese la vida durante los enfrentamientos entre los manifestantes y el Ejército libanés en la norteña ciudad norteña de Trípoli, no confundir con la capital de Libia.

Un manifestante libanés patea una bombona de gas lacrimógeno en medio de los enfrentamientos con la policía antidisturbios tras una manifestación en el centro de Beirut, el 6 de junio de 2020

El confinamiento y las diversas medidas adoptadas para detener la propagación de este patógeno paralizaron durante varias semanas estas manifestaciones. No obstante, con la llegada de la normalidad han resurgido también las protestas. El viernes, decenas de personas salieron a las calles con pancartas que pedían elecciones parlamentarias anticipadas y lamentando que la confianza en la élite gobernante se hubiera esfumado. El diario Arab News ha entrevistado al investigador en movimientos sociales, Nizar Hasann, quien considera que hay una gran diferencia entre el levantamiento popular del pasado mes de octubre y las protestas que han conquistado gran parte del país este fin de semana. 

“El levantamiento del 17 de octubre ha terminado y no volveremos a la situación anterior. Es una lástima que la clase política haya utilizado el período de gracia de tres meses (causado por la pandemia) para restablecer las divisiones políticas. El primer levantamiento unió a personas de diferentes sectas, doctrinas e ideologías en torno a demandas comunes. Los acontecimientos del pasado están causando una frustración colectiva y la gente ya no tiene las mismas creencias que tenía el 17 de octubre”, ha concluido. 

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