La Administración Trump se estaría viendo obligada a abandonar el “Leading from behind”, el no intervencionismo, por una mayor involucración en la contienda ante el recrudecimiento de las tensiones con Sirte como telón de fondo

Estados Unidos busca mediar entre Turquía y Egipto en la guerra libia

photo_camera El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente de Egipto, Recep Tayyip Erdogan

Mientras el Gobierno de Unidad Nacional (GNA, por sus siglas en inglés), con el apoyo de Turquía, parece prepararse para lanzar una ofensiva contra el enclave geoestratégico libio de Sirte, y después contra Al-Jufra -pues ya están discutiendo “la hora cero” del ataque, según ha informado Libya Akhbar-, el Parlamento de Egipto, principal sostén del Ejército de Liberación Nacional (LNA, por sus siglas en inglés), ha aprobado el despliegue de tropas en Libia contra “las acciones de las milicias armadas y los elementos terroristas extranjeros”. Todo apunta a que, de producirse el ataque contra Sirte y Al-Jufra, actualmente bajo control de este último bando, Ankara y El Cairo se verían arrastrados hacia un enfrentamiento directo entre ambos. “Ni Turquía ni Egipto quieren una guerra, pero esto supone un desarrollo importante, ya que agrega un nuevo elemento al rompecabezas”, ha señalado el analista de Middle East Eye Ragip Soylu. “Queda por ver cuándo y a qué escala se producirá la intervención, pero advierto de que no se pueden subestimar las capacidades de Egipto”, ha declarado el experto Michael Tanchum del Instituto Austríaco para Política Europea y de Seguridad (AIES).

Sin embargo, los analistas coinciden en que es poco probable que Ankara o El Cairo se declaren la guerra el uno al otro, por dos posibles motivos: bien porque que llevaría a la destrucción mutua asegurada y, por otro lado, bien porque Egipto es consciente de que su capacidad militar es inferior y está más oxidada que la de Turquía. Pero si finalmente ocurre, el estallido de una guerra entre terceras partes involucradas en el conflicto podría ser letal tanto para el país que se convertiría en un campo de batalla, Libia, como para el resto de actores que tienen importantes intereses geoestratégicos en la nación. Además, podría provocar que los demás aliados internacionales de los dos bandos -por ejemplo, Francia y Emiratos Árabes Unidos (EAU) por parte del LNA; o Qatar, por parte del GNA- también entraran en la guerra, con consecuencias tanto imprevisibles como devastadoras. 

Por ello, los llamados a un alto el fuego han sido constantes en la última semana, al igual que lo han sido las reuniones, las cumbres y las llamadas entre los diferentes países implicados para intentar rebajar la escalada de tensiones. Sin embargo, ninguno de estos esfuerzos ha tenido éxito hasta el momento. Un actor -por no decir el único- que podría conseguir avances en esta dirección sería Estados Unidos, dadas sus relaciones con los socios de los dos bandos -fundamentalmente Turquía y la órbita europea- y su capacidad de influencia en la esfera internacional. Pero durante el mandato de Barack Obama (2009-2017), el gigante norteamericano adoptó una política denominada “Leading From Behind” (“Liderando desde atrás”) para Libia, que en la práctica suponía desempeñar un “compromiso limitado” con los desarrollos que estaban aconteciendo en el país, esto es, no intervenir, casi ignorar lo que sucedía. Esta estrategia se ha mantenido hasta hoy en día, pero el recrudecimiento de la violencia, sobre todo, a raíz de la ofensiva que lanzó el comandante del LNA, Jalifa Haftar, sobre la capital, Trípoli, está ejerciendo presión sobre la Administración Trump para que se involucre en el conflicto.

Tanto es así que el presidente de EEUU, Donald Trump, ha mantenido en la última semana conversaciones, por separado, con los mandatarios de Turquía y Egipto, Recep Tayyip Erdogan y Abdel Fattah al-Sisi, respectivamente. En el primer caso, según ha revelado Tactical Report, citado por New Khaleej, cabe destacar que Trump y Erdogan acercaron posturas durante una llamada telefónica en la que acordaron que el GNA es “el representante legítimo de los libios”. El presidente estadounidense también le habría dicho a su homólogo turco que prefiere “la expansión de los esfuerzos turcos en Libia” en aras de la estabilidad del país porque así se evitaría “la interferencia estadounidense”, que le supondría a Trump un nuevo engorro en política exterior probablemente mal visto por la opinión pública norteamericana, algo que no se podría permitir a tan solo cinco meses de las elecciones presidenciales contra Joe Biden.

Además, Washington y Ankara tienen un enemigo común en la contienda libia, lo que refuerza su alianza: Rusia. De acuerdo con dicha publicación, “Trump y Erdogan acordaron cooperar contra la existencia rusa en Libia”, que está representada por el Grupo Wagner de mercenarios. “En la misma llamada telefónica, Trump pidió a Turquía que luche contra la existencia rusa en el Mediterráneo, ya que es la única potencia regional que puede evitar que Rusia establezca bases navales en el área”, añaden.

En el segundo caso, la Presidencia Egipcia ha informado de que Trump y Al-Sisi acordaron en una conversación telefónica “mantener un alto el fuego en Libia y evitar una escalada allí”. Ambos “enfatizaron en la necesidad de reducir las tensiones, incluido un alto el fuego, como preludio para comenzar a activar el diálogo y las soluciones políticas”, según ha recogido Al-Arabiya citando a la Casa Blanca. “Por su parte, Trump expresó su comprensión de las preocupaciones relacionadas con las repercusiones negativas de la crisis libia en la región, elogiando los esfuerzos egipcios en el archivo libio, que mejoraría el curso del proceso político en Libia”, han informado en dicha publicación. Además, cabe recordar que ya en el pasado mes de diciembre, Trump y Al-Sisi rechazaron de forma conjunta la “injerencia externa” en la guerra civil y exigieron a las partes enfrentadas en el país libio “medidas urgentes” para solucionar la guerra civil antes de que se descontrole totalmente la situación por la intromisión exterior.

Con estos últimos movimientos, sigue sin estar claro cuál es el posicionamiento de Washington en la contienda libia, ya que parece estar de acuerdo tanto con Ankara como con El Cairo, a pesar de que defienden posturas altamente incompatibles. Aunque teórica y tradicionalmente EEUU ha mostrado más simpatía por el LNA -algo que había sido motivado por el exasesor de Seguridad Nacional, John Bolton-, que este bando sea apoyado también por Rusia le ha hecho distanciarse de Haftar y acercarse a Fayez Sarraj, primer ministro del GNA, llegando incluso a rechazar la iniciativa de paz presentada por Egipto, aliado del LNA, para defender la elaborada por la ONU, más beneficiosa para el GNA. Las informaciones de Tactical Report mencionadas anteriormente confirmarían este cambio en la tendencia, pero la buena sintonía entre Trump y Al-Sisi no cuadra con el acercamiento a Erdogan.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se reúne con el presidente de Egipto, Abdel Fattah al-Sisi, en la Casa Blanca en Washington, Estados Unidos, el 9 de abril de 2019

En esta línea, un informe recogido por Libya24 aborda la confusión que rodea a la política estadounidense para Libia, aunque de acuerdo con esta publicación, esta ambigüedad responde una estrategia planeada desde el Despacho Oval: La estrategia de la Administración Trump cambió de orientación tras la salida de Bolton de la Casa Blanca, quien había propiciado el acercamiento con Haftar; lo que permitió que la postura del secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, en consonancia con el GNA, ganase más protagonismo. Pero EEUU también desconfía de las milicias, mercenarios y yihadistas que forman parte de las filas del Ejército de Sarraj, por lo que “no dejaría que el papel turco creciera en Libia más de lo que Washington busca, que es la presencia de un estado de ‘estancamiento militar’ y dejar las puertas abiertas con el pretexto de una solución política, sin importar cuanto tiempo tome”. “EEUU no dejaría a Ankara un gran margen para el proyecto turco lejos de la esfera de influencia estadounidense, sino que más bien obligaría a Turquía a seguir un camino determinado estrictamente por EEUU”.

“EEUU, a pesar de su actitud ambigua hacia el país norteafricano, estaba tratando de llegar a un punto de reunión de todas las partes libias e internacionales, después de lo cual se detendría la guerra y se abriría la puerta al diálogo”, concluye el informe. Si Washington, después de todo, consiguiera convertirse en el promotor de la paz en Libia por excelencia, podría jugar sus cartas en la zona y defender sus intereses por encima de los del resto de las potencias. Un movimiento ganador que consolidaría la influencia del gigante norteamericano en todo el mundo y, especialmente, en la región MENA -Middle East&North Africa- tan disputada y revuelta en estos momentos. 

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