El primer ministro del Gobierno de Acuerdo Nacional en Libia, Fayez al Sarraj, ha anunciado que dejará el cargo antes de octubre

Fayez Sarraj anuncia su dimisión en plenas negociaciones de paz en Libia

PHOTO/AP - Fayez Sarraj, presidente del Gobierno de Acuerdo Nacional de Libia

Las negociaciones de paz en Libia vienen acompañadas de un diluvio de dimisiones. La semana pasada el primer ministro del Parlamento de Tobruk, Abdulá al-Zani, anunciaba su retirada. Y ayer mismo, el líder del Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA), Fayez Sarraj, sigue sus pasos y abandona el timón en medio de las conversaciones de paz.

Sarraj ha anunciado a través de una entrevista este miércoles por la noche en la televisión estatal que “traspasará los poderes a su sucesor antes del próximo mes de octubre”. Además, ha instado al comité consultivo del Alto Consejo a reunirse y elegir un nuevo Consejo Presidencial. 

La renuncia de Sarraj se produce en medio de una lucha por el poder interno en el seno del GNA entre el círculo del presidente del Consejo y el del ministro de Interior, Fathi Bashaga. El propio Sarraj cesó a Bashaga a principios de septiembre y le abrió una investigación a causa de la violenta represión de las protestas sociales por parte de una de las milicias vinculadas al ministerio de Interior. Estas sanciones duraron bien poco, ya que el ministro fue liberado apenas tres días después y devuelto a su puesto, desde el que controla la seguridad de Trípoli, sede del GNA. 

Buscar un primer ministro sustituto urge, ya que la semana que viene se reanudan las conversaciones en Marruecos para negociar la paz del conflicto libio. Sarraj llevaba al mando del Gobierno de Acuerdo Nacional desde la fundación del ejecutivo en marzo de 2016, junto al presidente Khaled al Mecrhi, tras proceso de paz fallido impulsado por la ONU en la ciudad marroquí de Skhirat.

El país libio se encuentra dividido desde las revueltas de 2011 impulsadas por la Primavera Árabe. Tras la muerte Muamar el Gadafi se cumplen nueve años de conflicto y divisiones que tienen a la población libia en vilo. Las crisis energética, económica y sanitaria pesan en los ciudadanos que llevan desde agosto manifestándose en las calles contra ambos gobiernos enfrentados.

Actualmente Libia tiene dos gobiernos: el GNA, dirigido por el primer ministro Fayez Sarraj, y el Parlamento oriental de Tobruk, creado en 2014 y asociado al Ejército Nacional de Libia (LNA) comandado por el mariscal Jalifa Haftar.

A principios de septiembre ambos han llegado a un acuerdo sobre la necesidad de confluir en “compromisos importantes” para el final del conflicto en Libia, así lo anunciaron tras el primer contacto en Bouznika, Marruecos. Todavía no se conoce la lista de compromisos a seguir, aunque el principal objetivo es apalabrar un alto al fuego definitivo. Los comités de diálogo están formados por siete personas y pronto anunciarán cuáles son los primeros acuerdos para una solución pacífica en Libia.

La guerra civil asola al país norteafricano desde 2014 y se ha convertido en un escenario bélico internacional en el que participan distintas potencias extranjeras con diferentes intereses sobre el terreno. El LNA de Haftar es apoyado por Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Rusia y Francia; mientras, el GNA recibe el sustento militar de Turquía y financiero de Qatar, y es reconocido desde 2016 por las Naciones Unidas (ONU).

Cambios inesperados durante las negociaciones de paz

A lo largo de toda la semana se vienen haciendo conjeturas en Libia sobre la posible dimisión del primer ministro Sarraj. La agencia Bloomerg anunciaba hace dos días que el líder estaba pensando en dimitir. Parecía que nadie quería creérselo hasta ayer, cuando el propio Sarraj lo confirmaba en pleno prime time televisivo.

Esto da un giro de 180 grados a los intereses y los representantes que lideran las conversaciones de paz. Los diálogos están en el punto de mira de la comunidad internacional y actualmente Rusia y Turquía tienen una alta influencia en estos acuerdos. Por su parte, la Unión Europea y las Naciones Unidas quieren recuperar el liderazgo de la negociación y, tras esta dimisión, parece que lo tendrán más complicado. 

En este esfuerzo, el Consejo de Seguridad de la ONU renovó el martes el mandato de la misión internacional para Libia (UNSMIL) y anunció que en los próximos días cubrirá la vacante dejada meses atrás por su último enviado especial, Ghassam Saleme. Moscú y El Cairo respaldan las aspiraciones del mariscal Jalifa Haftar, figura militar fuerte en el país y líder del LNA y el Ejecutivo no reconocido en el este. 

Después de la dimisión del primer ministro del Parlamento de Tobruk, Abdulá al-Zani, tanto Bruselas como la ONU están tratando de ensalzar la figura política de Aguilah Saleh Issa, presidente del Parlamento elegido en 2014. El Parlamento de Tobruk se creó en 2014 para sustituir al Congreso General Nacional libio tras la muerte de Muamar el Gadafi y tiene el control de la zona oeste de Libia. 

Manifestaciones tripoli
Los libios no quieren más inestabilidad

La precaria situación en el país ha desatado la ira de la población. En los últimos meses, miles de personas han salido a las calles para protestar contra ambos Gobiernos. Las principales peticiones de las movilizaciones son la celebración de elecciones, un paquete de reformas sociales, la escasez de gas natural, agua corriente y combustible. Además de solucionar el problema energético que está causando cortes de luz constantemente en las ciudades más grandes.

En este escenario, la organización internacional Human Right Watch ha denunciado que varios grupos armados detuvieron arbitrariamente en la capital a 24 manifestantes, incluido un periodista que informaba sobre estas protestas, golpearon a algunos de ellos y utilizaron varias armas para dispersar a los manifestantes. 
También se ha conocido que varias milicias armadas salieron a las calles a despejar las marchas. La violencia fue aumentando hasta que, en Bengasi, los manifestantes asaltaron y prendieron fuego a la sede del Gobierno del este de Libia y atacaron el Ayuntamiento de la ciudad. Por otra parte, al menos cinco personas han resultado heridas por los disparos de miembros del LNA en la localidad de Al Marj.

Las protestas comenzaron el Trípoli, Misrata y Zawiyah el 23 de agosto, gracias a un movimiento estudiantil recientemente creado y denominado Harak Al-Shabab 23/08 que salió a las calles para criticar tanto a las autoridades del este como las del oeste “por las condiciones de vida insoportables” en el país

Tanto Sarraj como Aguilah Saleh anunciaron hace dos semanas un compromiso de alto el fuego que, sin embargo, no ha sido aceptado por las fuerzas militares sobre el terreno. Los ejércitos enfrentados siguen reforzando y moviendo tropas entre el oasis de Al Jufrah y el puerto de Sirte, nuevo frente de batalla de una guerra que se agudizó hace 14 meses con la entrada de mercenarios -principalmente sirios y africanos- reclutados por Turquía y Rusia.

Libia figura en la lista de Estados fallidos desde 2011, su población está cansada y lucha por salir cada día en un país devastado por el conflicto armado. A la guerra civil se le suma también la crisis de los refugiados más grande del continente africano. Por el país cruzan miles de personas que buscan llegar a Europa, la mayoría son secuestrados por las mafias de traficantes y se encuentran en centros de detención, son extorsionados y obligados trabajar forzosamente para pagar un “pase” para coger una lancha de plástico sin garantías. La crisis del coronavirus tampoco da descanso a los sanitarios el Libia que están sin cobrar desde marzo. Aislados, sin materiales sanitarios y con la mitad de los hospitales destruidos por el conflicto armado.
 

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