Entre bombardeo y bombardeo, un respiro. El alto el fuego promovido por Turquía y Rusia en la región siria de Idlib, situada en el norte del país, ha entrado ya en vigor. En Idlib, el último bastión de resistencia contra Bachar al-Asad, todavía quedan más de tres millones de civiles atrapados, según datos aportados por Naciones Unidas. Se calcula que, solo en el último mes, más de 300.000 personas han dejado sus hogares.
La tregua, que afecta a la zona de desescalada, había sido anunciada el pasado viernes por Turquía y Rusia. Por una parte, el ministerio de Defensa de Erdogan lo plasmó en un comunicado oficial. Por otra, el comandante general Yuri Borenkov, director del Centro Ruso para la Reconciliación en Siria, fue el encargado de transmitir la noticia desde el bando del Kremlin. Borenkov llamó a todos los grupos armados sobre el terreno a dejar de lado las provocaciones y unirse al proceso de paz en las áreas bajo su control.

Idlib es el refugio de los grupos armados que resisten, todavía, al avance de las tropas de Al-Asad. Muchos de ellos tienen una marcada ideología islamista, cercana al salafismo, y se han unido bajo el paraguas del antiguo Frente Al-Nusra, la filial de Al-Qaeda en Siria. Estas organizaciones han contado con el apoyo financiero y logístico de Turquía. Rusia, mientras tanto, ha prestado ayuda al régimen de Al-Asad. De hecho, los bombardeos de su aviación se han destacado como uno de los factores más desequilibrantes en el desarrollo de la guerra, que va camino de cumplir una década.
A pesar del reciente acercamiento geoestratégico entre las dos potencias, Siria, junto con Libia, ha sido uno de los teatros de operaciones donde Ankara y Moscú han defendido intereses contrapuestos. Se ha llegado a dar el caso de combates directos entre tropas turcas y las Fuerzas de Siria Democrática (FSD), batallón kurdo asistido por los gobiernos sirio y ruso.

Ambos países han promovido, anteriormente, iniciativas para evitar hostilidades directas. Una de ellas es, precisamente, la creación de zonas de desescalada; franjas de terreno, en teoría, seguras para la población local que quedaron establecidas en el año 2017 de resultas de los acuerdos de Astana. No obstante, en los últimos meses, se han sucedido las acusaciones mutuas de ruptura de los protocolos de seguridad en esas zonas.
En un marco más general, Idlib ha seguido siendo escenario de duros combates, incluso hasta esta misma semana. El pasado sábado, cuatro ataques del Ejército sirio sobre sendas localidades dejaron 18 muertos y 40 heridos, según informó el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. La ofensiva del Ejecutivo para retomar la región ha estrechado el cerco sobre los rebeldes, que operan desde zonas muy densamente pobladas donde siguen viviendo numerosas mujeres y niños. Se calcula que la población no combatiente atrapada en el fuego cruzado es de más de tres millones de personas.

Los combates de las últimas semanas, así como el temor a una ofensiva final por parte del Gobierno de Al-Asad, ha generado un éxodo masivo en toda la región. Según Mark Cutts, el coordinador regional humanitario adjunto para la crisis siria de Naciones Unidas, más de 300.000 personas han abandonado Idlib solo en el último mes. Muchos de ellos se dirigen al norte, a la frontera con Turquía, donde ya hay otro medio millón de refugiados en diversos campos.

Según Ankara, este alto el fuego representa una oportunidad para contener, aunque solo sea parcialmente, la oleada de migrantes que se acerca a su territorio desde el sur. A finales del pasado mes de diciembre, el presidente tuco ya advirtió de que su país no estaba en disposición de acoger una nueva avalancha de refugiados de ese calibre. Este mensaje se interpretó como una seria advertencia a la Unión Europea; en los últimos años, Turquía viene desempeñando la función de muro de contención frente a la migración que busca llegar a suelo comunitario. No es la primera vez que Erdogan amenaza con abrir la frontera para permitir el paso de refugiados a Europa.

No obstante, es incierto que la tregua vaya a detener el flujo de personas que se marchan de Idlib. De hecho, la Administración de Al-Asad ha habilitado tres puntos de control para aprovisionar las marchas de refugiados que recorren el territorio sirio. Uno de los tres controles se ha instalado en Idlib; los otros dos, en las regiones de Alepo y Hama, respectivamente. Servirán para proporcionar productos de primera necesidad y medicamentos, según ha informado la agencia de noticias rusa TASS.