El asesor de seguridad energética de La Casa Blanca, Amos Hochtein, impulsa las negociaciones entre Jerusalén y Beirut para trazar la divisoria en aguas del Mediterráneo oriental

Israel y el Líbano, cerca de cerrar un acuerdo para delimitar las aguas territoriales

PHOTO/REUTERS - Explotación del yacimiento gasístico en aguas del Mediterráneo oriental

Israel y el Líbano acercan posturas a marchas forzadas para establecer su frontera marítima. Más de una década después del estallido del contencioso, el acuerdo para definir la divisoria en aguas del Mediterráneo oriental nunca estuvo tan cerca, según ha reconocido el asesor principal para la seguridad energética del Departamento de Estado de EE. UU., Amos Hochstein, activo mediador en las negociaciones. En juego está un área plagada de hidrocarburos que se extiende a lo largo de 860 kilómetros cuadrados, y otros 1.430 adicionales.

Washington quema las naves para resolver el diferendo cuanto antes. El enviado especial de La Casa Blanca, que ya trabajó en la misma área para la Administración Obama, ha visitado en las últimas horas el Líbano e Israel. En Beirut, Hochstein mantuvo un encuentro con el presidente, Michel Aoun, el primer ministro interino, Najib Mikati, y el titular de Energía, Walid Fayad. En Jerusalén, el diplomático norteamericano discutió con altos mandos de los Ministerios de Energía y Exteriores, así como con el primer ministro, también en funciones, Yair Lapid, según avanzó el portal de noticias hebreo Walla. En el horizonte, un borrador al que ambos dieran luz verde. 

Antes de aterrizar el domingo en la capital libanesa, Hochstein ya había mantenido un cara a cara con Lapid al margen de la gira regional por Oriente Próximo del presidente Joe Biden. Según Axios, el mediador norteamericano conocía de antemano la propuesta actualizada de Israel, que daba respuesta a la última oferta del Líbano. Encima de la mesa, Beirut abandonaba sus reclamaciones sobre el yacimiento de gas de Karish, rico en recursos, a cambio de extender su control sobre el yacimiento de Qana, conocido en hebreo como Sidón. Unas máximas razonables a ojos de Jerusalén.

Amos Hochtein

“Sigo siendo optimista en cuanto a la posibilidad de hacer progresos continuos como los que hemos hecho en las últimas semanas”, trasladó Hochstein al término de su encuentro de hora y media con el casi nonagenario presidente libanés, Michel Aoun. El enviado especial de Estados Unidos espera volver pronto a la región para cerrar los últimos flecos de una negociación que comenzó en 2010, cuando el Líbano presentó ante Naciones Unidas un plan de división fronteriza tomando como referencia Naqoura, la localidad libanesa que marca la divisoria terrestre con Israel.

A partir de entonces, comenzó una disputa jurídica irresoluble en el marco de la ONU. Estados Unidos se erigió como mediador en 2012 y desde entonces las conversaciones ocasionales fueron cobrando forma, aunque los desencuentros han sido una constante y hasta la fecha no se han materializado resultados concretos. En esta ocasión, el veterano presidente del Parlamento libanés, Nabih Berri, y el titular de Exteriores en funciones, Abdallah Bou Habib, secundaron el optimismo de Hochstein. El primero calificó las conversaciones de “positivas”; el segundo habló de grandes avances: “Estamos tratando de establecer las cosas para que podamos buscar gas y ellos [los israelíes] también”.

Las conversaciones intermitentes se reanudaron a principios de junio, cuando Israel desplegó buques de perforación de la empresa griega Energean, con sede en Reino Unido, para explorar el yacimiento de Karish, buscando reservas energéticas que reforzaran su posición ante una Unión Europea ávida de nuevas fuentes de hidrocarburos. Este movimiento llevó al Líbano a exigir el reinicio de la negociación con la habitual intermediación de Estados Unidos.

Mapa Israel LíbanoEn el centro de la disputa se encuentran los yacimientos gasísticos de Qana, de mayor extensión, y de Karish, de menor tamaño pero preparado para entrar en funcionamiento en otoño. El de Qana se ubica hacia el norte, más próximo a las aguas libanesas, mientras que el de Karish está dividido. Las demarcaciones, sin embargo, difieren según la línea trazada desde la costa. Existen cuatro propuestas para la divisoria: la línea 1, defendida por Israel, que abarcaría Karish y más de la mitad de Qana; la línea H, que comprende Karish y la mitad de Qana; la línea 23, que prácticamente deja para Israel menos de un tercio de Qana pero cede Karish a los hebreos; y la línea 29, reivindicada por el Líbano, que se haría con la totalidad de Qana y dividiría Karish. 

Hoy por hoy, la divisoria más plausible es la línea 23, que parece contentar a las partes. El asesor de seguridad energética de La Casa Blanca ha avanzado en esta dirección, buscando el consenso y filtrando por el camino los intereses de Washington, que permitiría dar comienzo a la explotación en Karish en el plazo previsto. El balón estaba hasta ahora en el tejado del Líbano, sumido en una crisis integral y envuelto en una parálisis política crónica. El desplazamiento de Hochstein, con amplia experiencia en materia energética también para el sector privado, ha servido como catalizador y ha permitido desatascar un acuerdo que el Líbano necesita como agua de mayo. Israel es ahora quien debe decidir. 

Hizbulá

Según los medios israelíes, la principal preocupación del Gobierno en funciones encabezado por Yair Lapid es el tiempo. El acuerdo debe cerrarse antes de septiembre. En la visita sorpresa de este martes a Jerusalén, procedente de Beirut, Hochstein recibió el encargo del primer ministro hebreo de sellar la delimitación antes que expiren las amenazas de Hizbulá. El ‘Partido de Dios’ expresó en palabras de su líder, Hasan Nasrallah, que “si no nos dan los derechos que pide nuestro Estado, entonces podríamos volcar la mesa a todo el mundo”. “Si quieren llegar a un punto en el que a este país se le prohíba aprovechar [los yacimientos], entonces nadie podrá extraer gas o petróleo y nadie podrá vender gas o petróleo”, remató el secretario general de la milicia proiraní. 

Tres drones pertenecientes a Hizbulá sobrevolaron a principios de julio el yacimiento de gas de Karish en una acción que irritó al primer ministro interino, Najib Mikati, quien elevó la voz contra la organización terrorista, una organización que controla un Estado paralelo en el seno del Estado libanés. A pesar de no ir armados, las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF, por sus siglas en inglés) decidieron derribar los drones en una acción que motivó a las autoridades hebreas a equipar las instalaciones de Karish con sistemas de defensa antimisiles en caso de escalada con Hizbulá. 

Técnicamente, Israel y el Líbano siguen en guerra desde la creación del Estado judío hace ya más de siete décadas. Es la ONU quien se encarga de gestionar la frontera compartida. Las relaciones de Jerusalén con Hizbulá, una milicia afín a Irán, la némesis regional de Israel, no son mucho mejores desde el estallido bélico de 2006. Esos son los escollos que han separado durante más de una década sus posturas respecto a la cuestión del reparto de aguas territoriales. Pero nunca antes las posiciones habían estado tan próximas. 

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