La comunidad internacional trata de promover un acuerdo político para acabar con la contienda armada

Juego de equilibrios de poder en Libia

PHOTO/AFP - El mariscal del Ejército Nacional de Libia, Jalifa Haftar, el presidente del Parlamento de Libia con sede en la ciudad oriental de Tobruk, Aguilah Saleh Issa, el primer ministro del Gobierno de Acuerdo Nacional de Libia, Fayez Sarraj, y el presidente del Alto Consejo de Estado de Libia, Jaled Mechri, asisten a un Congreso Internacional sobre Libia en el Palacio del Elíseo de París, el 29 de mayo de 2018

Prosigue el conflicto bélico en Libia, abierto desde 2014, que enfrenta a la facción del Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA, por sus siglas en inglés) y sus milicias armadas contra el Ejército Nacional libio (LNA, por sus siglas en inglés), liderado por el mariscal Jalifa Haftar y que está asociado con el otro Ejecutivo radicado en la ciudad oriental de Tobruk. 

Sigue desarrollándose, a pesar de los últimos llamamientos de alto el fuego producidos ante la pandemia mundial del coronavirus, la última ofensiva lanzada en abril de 2019 por el LNA contra el bastión de Trípoli, sede del GNA, y el choque está enquistado. Las fuerzas de Haftar pretendían acabar con el último gran núcleo de resistencia del Gobierno del primer ministro Fayez Sarraj, pero la resistencia de este, apoyado por Turquía y Qatar, se mantiene, incluso recuperando algunos enclaves como los de Sorman y Sabratha tras los enfrentamientos armados en las últimas semanas. 

Fayez Sarraj, primer ministro del GNA de Libia

El objetivo declarado del LNA y Jalifa Haftar es derribar la resistencia en la capital tripolitana, donde denuncian que se alojan elementos radicales yihadistas, para poder llevar a cabo posteriormente un proceso democrático. Mientras, desde el GNA se habla de un golpe de Estado rebelde por parte del mariscal. Todo ello dentro de un enfrentamiento que se ha convertido en un asunto internacional por la intervención de potencias foráneas que han tomado parte por cada uno de los bandos. En este sentido, el GNA viene siendo sustentado por Qatar, Turquía e Italia, además de por la Organización de Naciones Unidas (ONU), que lo reconoce desde 2016; mientras, el LNA recibe el apoyo de Rusia, Francia, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Egipto. 

En los últimos días, debido a las recientes contraofensivas del GNA en el oeste del país norteafricano, varios países de la comunidad internacional han solicitado un proceso político que ponga punto y final al conflicto de Libia. Esta medida ha profundizado las sospechas de que Occidente podría estar apoyando o permitiendo la intervención turca para crear un nuevo equilibrio de poder en Libia occidental que podría convencer a la región oriental y a las tribus que apoyan al LNA de la poca viabilidad de una solución militar, lo que obligaría a Haftar a aceptar un acuerdo que podría dar cabida a los objetivos de los islamistas y sus apoyos internacionales y locales. Cabe destacar que el principal socio de GNA es la Turquía de Recep Tayyip Erdogan, que el año pasado llegó a un acuerdo con Fayez Sarraj para otorgar a este soporte militar a través del Ejército turco y de mercenarios a sueldo pro-turcos, procedentes de la guerra de Siria y adscritos a ex filiales de grupos terroristas como Al-Qaeda, como informaron diversos medios; y, también, a un pacto para repartir zonas de influencia económica en aguas del Mediterráneo, muy interesantes para la Administración Erdogan. 

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan

En este sentido, hay preocupación por la posible deriva hacia un protagonismo creciente de los islamistas en Libia. Mientras, la iniciativa política lanzada por el presidente del Parlamento libio, Aguilah Saleh, encaminada también al cese de hostilidades, prueba la seriedad de la postura de la comunidad internacional para encontrar un acuerdo político justo que tenga en cuenta el equilibrio de las fuerzas militares del país y rompa con el acuerdo de Skhirat, que ha consolidado la toma de posesión por parte de los islamistas. 

En este punto, diversos expertos apuntan al interés de varios países en dejar hacer a Turquía en su apoyo al GNA para que Haftar se pueda llegar a convencer de que no hay viabilidad en la opción militar. Algo a lo que no parece predispuesto el mariscal del LNA.

El Parlamento de Tobruk encabezado por Aguilah Saleh obtiene su legitimidad internacional de este pacto de Skhirat, aunque se suponía que su legitimidad expiraría un año después de las elecciones.

Algunos observadores consideran que las últimas divergencias de Haftar con el Parlamento de Tobruk no benefician al eje formado por el LNA y el Ejecutivo de la ciudad oriental; mientras que los demás órganos civiles que obtienen su legitimidad del acuerdo político de Skhirat se encuentran en Trípoli y Haftar lleva más de un año luchando contra ellos.

Fathi al-Mrimi, asesor de medios de Saleh, se refirió a los últimos acontecimientos y apuntó que necesitan que “la Misión de Naciones Unidas en Libia y la comunidad internacional supervisen esta iniciativa de Saleh, con la participación de las principales potencias, incluidas Rusia y Estados Unidos, para ayudar al pueblo libio a salir de su crisis”. 

Este fin de semana pasado, Aguilah Saleh reiteró su propuesta, anunciada a finales del mes de abril pasado coincidiendo con la retirada del LNA de varios frentes debido a la creciente intervención turca del lado de las milicias del GNA, que supuestamente toman armas, mercenarios y extremistas procedentes de grupos terroristas como Daesh y el Frente al-Nusra (vinculado a Al-Qaeda).

Combatientes leales al Gobierno del Acuerdo Nacional (GNA) en la ciudad costera de Sabratha, el 13 de abril de 2020, después de que se apoderaran de dos ciudades costeras entre Trípoli y la frontera con Túnez

En un comunicado emitido con motivo de la festividad musulmana del Eid al-Fitr, Saleh dijo que “el proceso político se ha bloqueado al ignorar el resultado de la conferencia de Berlín (en la que Haftar y Sarraj acordaron un alto el fuego), y a la luz de los riesgos de invasión extranjera, del cese de la producción y las exportaciones de petróleo, de la caída de los precios del petróleo, los altos tipos de cambio, los efectos de la pandemia de la COVID-19 en las economías internacionales y la toma del Banco Central de Libia, la Agencia Nacional del Petróleo y sucursales de bancos extranjeros por el ilegítimo Consejo Presidencial y otros grupos, milicias y formaciones armadas; todo lo que sirve a los intereses de estos grupos y les permite consolidar su control de la capital y continuar saqueando la riqueza de los libios”. 

“Nuestro éxito en la reestructuración del Consejo Presidencial, la formación de un Gobierno nacional y el logro de un mecanismo para distribuir la riqueza nacional nos permitirá proporcionar fondos presupuestados para cubrir necesidades de los ciudadanos y ponerlos en el camino hacia una vida digna, y apoyar los esfuerzos para mejorar la institución militar para que pueda llevar a cabo su papel en la lucha contra el terrorismo, proteger las fronteras y preservar la seguridad del Estado”, añadió el presidente del Parlamento de Tobruk en comunicación oficial. 

Cabe señalar que la iniciativa de Saleh fue rechazada por el LNA, y eso se reflejó en el discurso del mariscal Jalifa Haftar a sus tropas con motivo del Eid al-Fitr, en el que instó a continuar luchando. Todo ello cuando, precisamente, el Parlamento libio y su presidente han estado entre los aliados más destacados del Ejército desde 2014. 

Para convencer a Haftar de apoyar su propuesta, Saleh necesita asegurar garantías internacionales para que no se repita el escenario del acuerdo de Skhirat, porque ese pacto fue la razón del estallido de la batalla de asedio de Trípoli puesta en marcha por el LNA hace más de un año, ya que los islamistas y sus aliados internacionales estaban planeando imponer un nuevo acuerdo adaptado a los deseos de los Hermanos Musulmanes a través de la conferencia de Ghedames, que se canceló cuando se declaró la ofensiva sobre la capital tripolitana. 

El mariscal del LNA libio Jalifa Haftar

Cuando el LNA lanzó la última operación sobre Trípoli el 4 de abril de 2019, fue acusado de socavar el proceso político, pero las figuras políticas afiliadas al LNA dijeron que la puesta en marcha de la ofensiva se produjo en respuesta al golpe contra los entendimientos alcanzados en Abu Dhabi entre Haftar y el primer ministro del GNA, Fayez Sarraj.

Este entendimiento permitía al LNA entrar en Trípoli y celebrar elecciones presidenciales legislativas. Los islamistas le dieron la espalda a estos acuerdos porque se dieron cuenta de que su popularidad estaba disminuyendo entre los libios debido a su participación y apoyo de grupos terroristas en varias regiones del país, y por el deterioro de las condiciones de vida y la propagación del caos y la corrupción. 

Desde el estallido de la última ofensiva sobre la capital tripolitana, hace más de un año, la comunidad internacional ha estado tratando de reanudar el proceso político y llegar a un acuerdo que garantice la participación de todos los grupos políticos en el Gobierno; permitiendo incluso de alguna manera la intervención de Turquía, a pesar de la ilegalidad de esta (con suministro de armas incluido).  

La comunidad internacional está tratando de alcanzar indirectamente un equilibrio militar que podría obligar al LNA a regresar al proceso político, especialmente después de que Haftar se hubiera negado en enero pasado a firmar un acuerdo de alto el fuego patrocinado por Rusia y Turquía, que parecía para él no tener en cuenta la superioridad militar del LNA. Países como Estados Unidos y Reino Unido están acusados de estar predispuestos a favor de los islamistas a pesar del caos causado por estos últimos en Libia. El acuerdo de Skhirat es visto por muchos como una “recompensa” internacional para los Hermanos Musulmanes por su golpe contra la senda democrática en 2014.

Miembros del Ejército Nacional libio (LNA), comandados por Jalifa Haftar, se preparan antes de salir de Bengasi para reforzar las tropas que avanzan hacia Trípoli

Mientras, los países que apoyan a los islamistas están apostando por debilitar militarmente la posición del Ejército; los principales aliados de estos, Turquía y Qatar, están centrando sus esfuerzos en provocar disensiones en la alianza entre el Ejército y el Parlamento de Tobruk y reducir, además, el papel de Haftar en las conversaciones, par dar paso a Saleh, quien se percibe como menos intransigente y más próximo a los propios islamistas. 

Este lunes pasado, medios de comunicación turcos y qataríes intentaron ampliar el apoyo de 11 diputados a la iniciativa de Saleh y destacar las diferencias entre el LNA y el Parlamento. Diversos medios favorables al GNA han lanzado una campaña dirigida a Jalifa Haftar, menospreciando sus victorias al resaltar las recientes pérdidas del Ejército, como las de los enclaves de Sabratha y Sorman. Pero la última declaración de Saleh, haciendo hincapié en el continuo apoyo al LNA en su guerra contra el terrorismo, llegó a reducir las posibilidades de éxito de estas campañas contrarias a la alianza entre el LNA de Haftar y el Ejecutivo oriental de Tobruk. 

“No hay desacuerdo entre el mariscal de campo Haftar y Aguilah Saleh, como a algunos les gustaría hacer creer”, señaló el asesor de medios Fathi al-Mrimi. “Acordamos apoyar al Ejército y liberar a todas las tierras libias del terrorismo, pero esta es una iniciativa política y se pueden presentar todas las soluciones. La única propuesta que pondrá fin a la crisis libia y alcanzará la estabilidad y el interés del pueblo libio, todos la apoyarán”, aseveró. 

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