Gran parte de los ucranianos exigen que se castigue a quienes colaboraron con las tropas rusas

Kiev ante el colaboracionismo en las ciudades liberadas

AFP/ANATOLII STEPANOV - Soldados ucranianos en una trinchera en la línea del frente con las tropas rusas en la región de Lugansk

En las últimas semanas, el Ejército de Ucrania ha llevado a cabo una importante contraofensiva en la zona noreste del país que le ha permitido recuperar varias ciudades estratégicas. La liberación de localidades como Lyman, Izium o Balakliya supone una importante victoria para Kiev, así como un duro golpe para el Kremlin.

En este contexto, a las autoridades ucranianas se le plantea un importante dilema: ¿cuál es el trato que deberían recibir los ciudadanos de las zonas liberadas? Tal y como apunta Brian Milakovsky de Foreign Affairs, Kiev tratará a muchos como compatriotas, aunque otros, por el contrario, podrían ser tachados de colaboradores.

El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, ha asegurado que, si una persona no trabajó con las fuerzas invasoras y no traicionó a Ucrania, “no habrá razones” para considerarlo un colaborador. No obstante, Milakovsky indica que “determinar quién es un colaborador puede resultar más complicado”, indicando que existe un margen amplio, desde la “traición absoluta” hasta la “participación pasiva”.

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Milakovsky destaca las diferencias a la hora de recibir a las tropas rusas durante las primeras etapas de la invasión. Mientras que en zonas cercanas a Kiev o en ciudades como Sumy la población mostró su rechazo a la ocupación, en ciertas regiones de la zona sureste los ciudadanos prorrusos recibieron a las tropas invasoras con los brazos abiertos. Foreign Affairs señala, por ejemplo, el gran número de jubilados nostálgicos de la Unión Soviética o un grupo de jóvenes de Kupiansk en Járkov que destrozó el escudo ucraniano de un centro cultural local y posteriormente expresó su desprecio por Ucrania ante los medios de comunicación.

Desde marzo, Moscú se ha centrado en las regiones del sureste, a las que considera una extensión de la propia Rusia y denomina Novorossiya o Nueva Rusia. “Putin está obsesionado con la idea de que es una provincia rusa perdida”, afirma Milakovsky. Los principales apoyos en la zona los ha conseguido en el Donbás, en las regiones de Donetsk y Lugansk, actualmente anexionadas a Rusia. En estas áreas, el Kremlin, a través de una fuerte propaganda, ha logrado en los últimos años afianzar el sentimiento prorruso e impulsar un discurso anti-ucraniano. En otros lugares del sureste ha ocurrido lo contrario gracias a las inversiones en infraestructuras y los servicios gubernamentales.

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En este sentido, ciudadanos de localidades como Berdiansk, Jersón o Melitopol llevaron a cabo protestas contra las fuerzas invasoras, a diferencia de lo que esperaba Moscú. Tal y como explica Mykhailo Minakov, asesor principal del Instituto Kennan del Centro Wilson -citado por Foreign Affairs- el Gobierno ruso intentó hacer frente a esta resistencia empleando las técnicas que utilizó contra la población opositora de Chechenia. Las fuerzas rusas utilizaron gases lacrimógenos y munición real contra manifestantes y activistas pro-ucranianos. Asimismo, secuestraron a veteranos del Ejército y a sus familias. Algunos fueron detenidos indefinidamente, mientras que otros fueron asesinados y enterrados en fosas comunes como las que se están descubriendo en ciudades liberadas como Izium o Lyman.

Una gran parte de los ucranianos exigen que se castigue a quienes colaboraron con las tropas rusas. En marzo, el Parlamento de Kiev aprobó una ley que criminaliza la asociación con las autoridades de un estado agresor. Tan solo los médicos o los trabajadores de servicios de emergencias están exentos.

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A través de canales de Telegram, grupos ucranianos han localizado a simpatizantes o colaboradores y posteriormente han compartido la información con los servicios de seguridad. Foreign Affairs subraya que muchos de estos colaboradores son funcionarios que decidieron cooperar con Rusia “pasivamente”.

“La identificación y el castigo de los colaboradores por parte del Gobierno ucraniano debe realizarse de manera transparente y responsable, para que no se convierta en otra fuente de trauma para las poblaciones afectadas por la guerra”, explica Milakovsky.

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Zaporiyia, objetivo de las fuerzas rusas

En este sentido, Zaporiyia es una de las ciudades que más está sufriendo los efectos del conflicto. La localidad a orillas del río Dniéper lleva varios días siendo objeto de fuertes bombardeos por parte de las tropas rusas. El último ataque -llevado a cabo de madrugada- terminó con la vida de decenas de personas, incluidos niños.

Su planta nuclear, así como su posición estratégica, han convertido en Zaporiyia en uno de los principales objetivos de Moscú. La central nuclear, la más grande de Europa, está bajo control ruso y podría comenzar a formar parte de la red energética de Rusia, ya que el pasado 30 de septiembre Putin se anexionó esta región junto con Jersón, Donetsk y Lugansk.

A pesar de las nuevas anexiones y los constantes ataques, las fuerzas ucranianas continúan avanzando por el este del país, lo que ha provocado críticas por parte de la élite rusa, que exige un cambio en el rumbo de la “operación militar especial”. Por este motivo, el Kremlin ha nombrado recientemente al general Serguéi Surovikin comandante de la Agrupación Conjunta de Fuerzas en Ucrania. 

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