El analista Hisham al Hashemi fue tiroteado a las puertas de su casa a principios de julio

La inestabilidad regresa a Irak con el asesinato de un experto en yihadismo crítico con las milicias proiraníes

PHOTO/AMEER AL MOHAMMED - Un soldado del ejército iraquí hace guardia en la base aérea de Qayyarah

La delicada situación política de Irak hace al país vulnerable e imprevisible. Cualquier acontecimiento puede dar la vuelta al rumbo por el que transita la nación. La inestabilidad, el malestar y la desconfianza han regresado a este lugar del mundo en pleno verano con el asesinato del experto en yihadismo Hisham al Hashemi, que se había mostrado muy crítico con las milicias proiraníes. El analista, de 47 años, fue tiroteado frente a su casa en Bagdad por unos desconocidos que iban encapuchados. Perpetraron el crimen mientras circulaban en una motocicleta y se dieron a la fuga tras los disparos. 

Muchos observadores temen que este asesinato sea el primero de una nueva y trágica serie como la que el país vivió durante la guerra civil de 2006 a 2009. Desde octubre de 2019, cuando empezaron una serie de protestas masivas contra el Gobierno, se empezaron a vislumbrar nuevas tensiones que ponían en jaque una vez más la estabilidad de la nación

“Grupos armados de varias tendencias han matado con impunidad a manifestantes y a críticos del Gobierno, pero matar a alguien del nivel de Hashemi sugiere una impunidad total”, ha explicado Belkin Willie, de la entidad humanitaria Human Rights Watch, en declaraciones a la agencia AFP. 

Hashemi, un analista de prestigio que hablaba sin miedo, se había construido enemigos en muchos sitios. Participaba con asiduidad en medios locales e internacionales comentando temas relacionados con el yihadismo y la política iraquí. Últimamente sus comentarios se habían centrado en el papel de las facciones armadas por Irán en Irak. Era un experto reputado al que consultaban embajadas y servicios de seguridad de todo el mundo. También tenía relación personal con todos los políticos del país, lo que durante muchos años le sirvió de protección, según han explicado sus familiares. 

Hashemi había apoyado las revueltas populares de octubre de 2019 contra el Gobierno, que dejaron 550 muertos, incluyendo a activistas asesinados frente a sus hogares por hombres en motocicleta. Los designios de Irak en aquel momento estaban en manos de un Ejecutivo considerado cercano a Irán, por lo que la simpatía de Hashemi hacia los manifestantes enfureció a las facciones respaldadas por Teherán en la red militar iraquí Hashed al Shaabi. “Los parámetros cambiaron después de octubre. Hubo un nuevo modus operandi y un cambio en la confrontación con las facciones pro-Irán”, ha indicado Adel Bakawan, experto iraquí que conocía a Hashemi, en declaraciones a la agencia AFP. 

Atentado en Bagdad

Otros expertos, sin embargo, sugieren que el verdadero punto de inflexión ocurrió en enero, cuando un ataque estadounidense en Bagdad mató al general iraní Qassem Soleimani y al subcomandante de la milicia proiraní Hashed, el iraquí Abu Mahdi al Muhandis. Las facciones de línea dura dentro del Hashed, particularmente aquellas cercanas a Irán como Kataeb Hezbollah, prometieron venganza contra Estados Unidos y sus aliados dentro de Irak. Hashemi era considerado, al igual que otras personalidades de la sociedad civil, muy afín a los intereses occidentales. "Hisham sabía que las cosas habían cambiado", ha explicado Renad Mansour, investigador de Chatham House, con sede en Londres, y quien trabajó con Hashemi durante años, en declaraciones a AFP. 

IRAK

A pesar del asesinato de este analista, parece que, al nuevo primer ministro, Mustafa al-Kazemi, está dispuesto a apretarle las tuercas a las milicias proiraníes. El arresto de 14 miembros de las brigadas Kataeb Hezbolá, que supuestamente preparaban un ataque con cohetes, a finales de junio es una muestra de ello. Aunque la detención no se pudo prolongar más de cuatro días. 

Para Raed Fahmi, el líder del Partido Comunista Iraquí, la muerte de Hashemi es un asesinato político que representa tanto una tentativa de silenciar la libertad de expresión y un desafío para el Gobierno, el primer ministro y cualquier proyecto de reforma. Otros activistas han señalado a la agencia AFP que durante mucho tiempo han temido ser atacados por los grupos proiraníes. “Podría haber sido cualquiera de nosotros. Nuestros amigos ya han sido notificados para que se vayan de inmediato”, ha señalado Omar Mohammad, un historiador que documentó las atrocidades que se cometieron en Mosul durante el terror del Estado Islámico, en declaraciones a AFP.

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