El mediador estadounidense Amos Hochstein avanza que las partes firmarán el acuerdo el próximo jueves, solo cinco días antes de las elecciones en Israel

La Justicia israelí impulsa la firma del acuerdo marítimo con el Líbano

photo_camera AP/MARC ISRAEL SELLEM - Vista aérea de la plataforma de cimentación del campo de gas natural Leviatán en el mar Mediterráneo, a unos 130 kilómetros (81 millas) al oeste de la costa de la ciudad israelí de Haifa

La Justicia israelí encarrila la aprobación definitiva del histórico acuerdo de demarcación marítima suscrito a principios de octubre por los Gobiernos de Israel y el Líbano. El Tribunal Superior de Justicia, la más alta magistratura del país tan solo por detrás de la Corte Suprema, rechazó el domingo “por unanimidad” las cuatro apelaciones presentadas para tumbar un texto legal propuesto por el mediador de Estados Unidos, Amos Hochstein, que fija la divisoria entre ambos países en las aguas adyacentes del Mediterráneo oriental. 

El fallo ratifica que el acuerdo no necesita pasar por la Knesset (Parlamento) para ser aprobado, sino que puede salir adelante únicamente con el visto bueno del Ejecutivo en funciones que dirige Yair Lapid, según detalla el comunicado emitido por el tribunal de primera instancia. No es habitual que un gabinete provisional impulse este tipo de tratados, menos aún en plena campaña electoral, pero la legislación hebrea contempla excepciones siempre y cuando exista “una necesidad pública esencial”, como así puede argüirse en este escenario. 

“La legislación israelí no suele exigir la aprobación de la Knesset antes de firmar y ratificar acuerdos internacionales. Sin embargo, los reglamentos de la Cámara y el Gobierno exigen que estos se presenten en sede parlamentaria dos semanas antes de ser aprobados definitivamente por el Ejecutivo”, explica el catedrático de la Universidad Hebrea de Jerusalén Yuval Shany en The Israel Democracy Institute. Este requisito puede ser anulado por motivos de confidencialidad o urgencia, matiza. 

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“A primera vista, parece que un acuerdo sobre la delimitación de las fronteras marítimas, cuya principal relevancia es económica, es sustancialmente diferente de los acuerdos importantes de política exterior que se han sometido a la aprobación de la Knesset en el pasado”, reflexiona Shany. Los casos anteriores de demarcaciones marítimas, acordados con Chipre en 2010 y Jordania en 1996, no fueron sometidos a la aprobación del Parlamento. Por lo tanto, la sentencia parece sólida. 

Las cuatro apelaciones fueron presentadas por el Foro Político de Kohelet, una oenegé de corte liberal-conservadora que asesoró a los diferentes gabinetes del ex primer ministro Benjamín Netanyahu, la organización educativa ultranacionalista Lavi y el diputado radical Itamar Ben-Gvir, candidato de la formación de extrema derecha Otzma Yehudit (en español, Poder Judío), que se presenta en coalición con el Partido Sionista Religioso para las elecciones del próximo 1 de noviembre. 

El Foro Político de Kohelet pidió al Tribunal Supremo estudiar la celebración de un referéndum a escala nacional antes de dar luz verde al acuerdo. La petición de esta plataforma descansa sobre el argumento jurídico de que las aguas de Israel cuentan con el mismo estatus legal que las tierras. Sin embargo, el acuerdo hace referencia a la zona económica exclusiva, un área que, de acuerdo con la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, no confiere plena soberanía. La base jurídica de esta posición es poco consistente, y así lo reconoció presidenta del Tribunal Supremo, Esther Hayut, quien desestimó el recurso. 

La organización Lavi describió el acuerdo como “una capitulación ante Hizbulá que ponía en peligro la seguridad nacional del Estado de Israel”. Este argumento está siendo repetido hasta la saciedad por el ahora líder de la oposición, Benjamín Netanyahu, en búsqueda de una mayoría parlamentaria que le confiera de nuevo el poder tras los comicios. La cabeza visible del derechista Likud intentó sacar rédito en las urnas cargando con dureza contra su rival y actual jefe de Gobierno, Yair Lapid. 

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Los sondeos indican que Netanyahu roza los 61 escaños que marcan la mayoría en la Knesset, pero viene perdiendo enteros en las últimas semanas en detrimento del tercer y último demandante del acuerdo, Itamar Ben-Gvir. El diputado de extrema derecha, quien se considera a sí mismo heredero político del difunto rabino Meir Kahane, fundador del proscrito movimiento Kach por sus posicionamientos abiertamente racistas, podría hacerse con 14 escaños en la Cámara, 10 más que los laboristas. 

El apoyo de Ben-Gvir se prevé determinante para alcanzar la mayoría parlamentaria. Por eso, el líder de la oposición reconoció el domingo que “por supuesto” podría ocupar un ministerio en su futuro Gobierno después de unas semanas en las que ha querido tomar distancia con el abogado de profesión. Por el otro lado, la fragmentación del sector árabe islamista complica la mayoría para Lapid. La carrera sigue ajustada. 

Las encuestas no desmotivan al primer ministro interino, que busca acelerar a toda costa la aprobación definitiva de un acuerdo que llegó la semana pasada tras más de una década de duras negociaciones. El diplomático Amos Hochstein, mediador de Estados Unidos en el contencioso, avanzó el domingo que las partes estamparían el jueves su rúbrica en una ceremonia que podría celebrarse en la simbólica ciudad libanesa de Naqoura, fronteriza con Israel. Es la sede de la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para el Líbano (FPNUL).

Coordinador de América: José Antonio Sierra. 

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