El expresidente Ashraf Ghani ha abandonado el país al igual que la mayoría de las delegaciones diplomáticas extranjeras

La llegada de los talibanes al poder inicia una nueva época de oscuridad en Afganistán

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La toma de Kabul por parte de los talibanes, mientras que las delegaciones extranjeras abandonan el país, cierra una etapa más de la convulsa historia afgana. El país asiático ha sido testigo de guerras e invasiones que han provocado largos años de violencia e inestabilidad desde la década de 1970. La imagen de los helicópteros estadounidenses evacuando la Embajada de Estados Unidos en la capital se ha convertido en un símbolo del fin de la intervención extranjera en Afganistán. Una invasión que comenzó hace dos décadas y que ha terminado con los talibanes en el poder, al igual que en 1996.

No obstante, la toma de Kabul en aquel año fue muy distinta a la actual. Cuando los talibanes llegaron a la capital apresaron al expresidente Mohammed Najibullah, aliado de la URSS, y a su hermano. Ambos se refugiaban en la sede de Naciones Unidas de la capital. Después de torturarlos hasta la muerte, colgaron sus cadáveres para que todos pudieran hacerse una idea de la brutalidad del nuevo régimen islamista.

25 años después, la imagen de los talibanes marchando por Kabul se repite, aunque esta vez el traspaso de poderes se desarrolla de una manera “pacífica”, tal y como informó el ministro del Interior afgano, Abdul Sattar Mirzakwal. El Gobierno sabía lo que ocurriría si optaban por enfrentarse a los insurgentes, por lo que decidieron traspasarles el poder sin apenas poner resistencia. El final de Kabul ha sido el mismo final que vivieron muchas de las capitales de provincias conquistadas. Muchos gobernadores, rendidos ante los talibanes, no ordenaron defenderse a cambio de abandonar el país de manera segura. Algo que ha hecho también el presidente Ashraf Ghani, que se ha trasladado a Tayikistán, según informan varios medios locales.

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Las Fuerzas Armadas afganas también han huido en muchos de los enfrentamientos que mantuvieron con los talibanes. Miles de soldados se trasladaron a países vecinos como Irán, Uzbekistán o Tayikistán. El Ejército afgano ha sido entrenado y equipado por Estados Unidos en los últimos años. Aun así, no pudo hacer frente al avance talibán, fracasando el intento por parte de Washington de reconstruir las Fuerzas Armadas nacionales.

Balance de 20 años de intervención

“Es hora de poner fin a la guerra más larga de Estados Unidos”, con estas palabras, Joe Biden anunciaba la retirada de las tropas de Afganistán en abril. Con esta frase comenzó también la reorganización de los talibanes que, aprovechando el repliegue de los Ejércitos extranjeros, empezaron a expandirse por todo el país. Tres meses después, nadie se esperaba que los insurgentes conquistaran la mayor parte de Afganistán, incluida su capital y algunas de las ciudades más relevantes a nivel geoestratégico.

Llegados a este punto, muchos se preguntan para qué ha servido esta intervención que ha costado billones de dólares a Washington y a otros países de la OTAN. Además, es necesario tener en cuenta los miles de fallecidos en estas dos décadas. Estados Unidos ha perdido a unos 2.448 soldados y a 3.846 contratistas desde el inicio de las operaciones en Afganistán hasta abril de 2021. Por otra parte, 1.144 militares de los países aliados murieron combatiendo junto a Washington. Dentro del Ejército afgano y las fuerzas de seguridad del país asiático, la cifra de fallecidos asciende a 66.000.

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Como de costumbre, los civiles pagan el precio más alto en las guerras. Desde el comienzo de la invasión, 51.191 afganos han muerto, muchos de ellos fueron víctimas colaterales de los violentos enfrentamientos entre la coalición internacional y los talibanes. De acuerdo con Naciones Unidas, Afganistán es el tercer país con mayor número de personas desplazadas. Una cifra que, debido a los últimos acontecimientos, aumentará notablemente durante los próximos meses.

Por otra parte, 444 trabajadores humanitarios y 72 periodistas fallecieron durante estos años, según datos de Associated Press. 

Una economía hundida por la guerra 

En 2019, el Banco Mundial calificó a Afganistán como “un mar de incertidumbre” a pesar de lograr un crecimiento del 2,9% ese año. La institución financiera advertía sobre el incremento de las tasas de pobreza. Cerca de un 40% de la población afgana vive por debajo del umbral de la pobreza, según la ONG Oxfam.

La llegada de los talibanes al poder empeorará todavía más el panorama económico. “Mientras que una paz sostenida elevaría las perspectivas de desarrollo, el fracaso de las conversaciones podría exacerbar la violencia, lo que provocaría la pérdida de vidas, la destrucción y, potencialmente, una crisis de refugiados que obstaculizaría la capacidad de las autoridades para emprender reformas”, advertía el Fondo Monetario Internacional hace un mes.

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Los talibanes preparan el nuevo Gobierno 

A pesar de que todavía los talibanes no hayan organizado políticamente el país, hay ciertos nombres de figuras clave dentro del movimiento que podrían desempeñar algún cargo en el futuro Gobierno. Dentro de estos personajes encontramos a Mullah Haibatullah Akhundzadeh, nombrado líder talibán en mayo de 2016 después de la muerte de Akhtar Muhammad Mansur. Akhundzadeh, originario de Kandahar, logró unidad dentro del movimiento en algunas luchas de poder por las que han pasado los talibanes.

Mullah Abdul Ghani Barader es uno de los fundadores del movimiento talibán y fue comandante militar hasta que fue arrestado en 2010 en la ciudad paquistaní de Karachi. Fue liberado 8 años después y posteriormente dirigió las negociaciones con los estadounidenses.

Sirajuddin Haqqani, hijo de uno de los líderes más famosos de las operaciones militares antisoviéticas, es el segundo al mando en el movimiento además de ser líder de la red Haqqani. Esta red ha sido considerada como terrorista por Washington, siendo una de las facciones más peligrosas que lucharon contra las fuerzas de la OTAN en las últimas dos décadas. La red Haqqani es conocida por sus atentados suicidas, algunos de ellos forman parte de los más violentos que ha sufrido el país.

Por último, se encuentra Mullah Yaqoub, jefe del comité militar. Yaqoub ejerce una gran influencia en el movimiento y ha organizado muchas de las estrategias de guerra contra el Gobierno afgano.

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Por otra parte, se espera que este nuevo Gobierno esté basado en sharía, al igual que el Emirato Islámico de Afganistán de 1996. Este Estado obligaba a los hombres a dejarse crecer la barba, mientras que las mujeres debían usar un burka y obedecer a los hombres.

Las mujeres son precisamente las que más van a sufrir con este nuevo Gobierno extremista. A medida que los talibanes tomaban ciudades nuevas, las mujeres que habitaban en ellas veían como sus derechos disminuían. En muchas de estas localidades algunas fueron azotadas en público e incluso una activista por los derechos de las mujeres fue asesinada en Balj. Ni estudiar, ni trabajar, ni salir a la calle solas, ni elegir su propia ropa. Las mujeres afganas ya no son dueñas de su propia vida. El ascenso al poder de los talibanes las ha convertido en ciudadanos de segunda, arrebatándole su voz, su cara y su libertad.

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