Las protestas no cesan a pesar de que el régimen ya haya comenzado con las ejecuciones. Al menos 28 personas podrían ser asesinadas de manera inminente, sumándose a los cientos que ya han muerto durante estos meses

La lucha de las mujeres iraníes inspira al mundo

AFP/JOHN MACDOUGALL - El lema "Jin, jiyan, azadî" (mujer, vida, libertad en kurdo) ha llegado a todos los rincones del mundo

Las mujeres iraníes lideran las protestas con un significante apoyo por parte de los hombres

A pesar de que las protestas en Irán comenzasen a finales de año se han convertido en uno de los principales acontecimientos de este 2022. Asimismo, el desarrollo de estas serán uno de los sucesos a seguir durante el próximo año. Más de 40 años después del triunfo de la Revolución Islamista en el país, los ciudadanos iraníes están poniendo en jaque al régimen de los ayatolás.

Todo empezó con el brutal asesinato de una joven kurda de 22 años. Mahsa -o Jina- Amini había viajado a Teherán con su hermano cuando la temible Policía de la moral la detuvo por llevar mal colocado el velo islámico. Después de varias horas arrestada, la joven ingresó en ambulancia en un hospital de la capital con graves lesiones. No salió con vida.

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Con Mahsa Amini empezó todo, aunque por detrás había otros aspectos que facilitaron que se prendiera la mecha en Irán, como una fuerte opresión y censura, crisis económica o corrupción. Igualmente, en regiones como el Kurdistán -lugar de procedencia de Amini- o Sistán y Beluchistán también existía un fuerte descontento con el Gobierno después de épocas de discriminación y represión. “Esta vez el pueblo quiere derrocar a todo el régimen y ha apuntado a la primera persona del régimen, Alí Jamenei”, explica Mehdi Dehnavi, analista de Oriente Medio.

Durante las primeras semanas de protestas fue común ver a mujeres quemando hiyabs o quitándoselos en público, ya que esa fue la principal causa del asesinato de Amini y de otras tantas mujeres. Sin embargo, con el paso del tiempo, los iraníes -tanto en el país como en el exterior- han recalcado que las manifestaciones ya no son solo por el hiyab o por la Policía de moral. Los iraníes quieren un cambio de régimen.

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Para Ryma Sheermohammadi, activista y traductora española-iraní, este cambio es inevitable. Sheermohammadi subraya que este cambio, sin duda, traerá estabilidad y paz a Oriente Medio. En este sentido, recuerda la injerencia iraní en Siria y el Líbano, así como en la guerra de Yemen.

“La gente quiere un cambio de régimen. No quieren reformas, esto va más allá”, apunta Ali Nowroozi, iraní residente en Reino Unido. Nowroozi también confía en ese cambio. “Ha pasado anteriormente y volverá a pasar”, indica.

La oleada de protestas iniciada el pasado mes de septiembre está convirtiéndose en una auténtica revolución y, aunque todavía se desconocen sus consecuencias, está marcando un antes y un después en Irán. Por lo pronto, estas protestas pueden ser calificadas de “históricas” ya que, por primera vez, han sido lideradas por mujeres. “La revolución ha empezado con mujeres, esto es algo muy poderoso”, añade Nowroozi.

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El papel que están teniendo las mujeres en las protestas es clave. Su lema "Jin, jiyan, azadî" (mujer, vida, libertad en kurdo) ha llegado a todos los rincones del mundo, mientras que su coraje, valentía y fortaleza han inspirado a mujeres de países igualmente opresivos como Afganistán.

Muchas de estas mujeres han muerto luchando por su libertad, mientras que otras han sido detenidas por las fuerzas de seguridad y sufren constantes abusos, como violaciones o torturas. Un reciente informe de The Guardian reveló que muchas de las mujeres arrestadas habían recibido disparos en la cara y en los genitales.

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Alrededor del mundo se ha reconocido el rol de las mujeres y su importancia a la hora de provocar cambios sociales y políticos. Incluso la famosa revista TIME nombró a las mujeres iraníes las heroínas del año 2022. TIME ha destacado a unas cuantas, como Gohar Eshghi, Narges Mohammadi, Sepideh Gholian, Niloufar Bayani, Elnaz Rikabi, Zahra Amir-Ebrahimi, Nazanin Zaghari-Ratcliffe o Roya Piraie.

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La lucha incansable de Gohar Eshghi

Gohar Eshghi se ha convertido un símbolo de resistencia y fortaleza en Irán. 11 años después de que las autoridades torturasen y asesinasen a su hijo Sattar Beheshti, un bloguero crítico con el régimen, Eshghi continúa exigiendo justicia y denunciando la violencia del Gobierno iraní.

A sus 76 años, Eshghi es una incansable defensora de los derechos humanos en Irán. Además de formar parte de las “Madres denunciantes iraníes” -un grupo de mujeres que reclama justicia por los asesinatos de sus hijos-, Eshghi se ha unido a las protestas tras la muerte de Amini, incluso se quitó el velo islámico en solidaridad con los manifestantes.

Debido a su implicación e influencia, a menudo Eshghi es objeto de amenazas por parte de las autoridades. La mujer ha asegurado que el régimen ha aumentado la presión contra ella y su familia recientemente. “Si nos ocurre algo, Jamenei es responsable”, aseguró en un vídeo.

Además de las amenazas y las presiones, Eshghi ha sufrido ataques. Tal y como informa Iran International, el año pasado fue agredida por dos desconocidos mientras visitaba la tumba de su hijo.

Ni las torturas ni las enfermedades silencian a Narges Mohammadi

Narges Mohammadi es una de las muchas personas encarceladas en Irán por alzar la voz contra Teherán. Mohammedi, periodista y vicepresidenta del Centro de Defensores de los Derechos Humanos -institución dirigida por la Premio Nobel de la Paz iraní Shirin Ebadi-, ha sido condecorada con numerosos galardones por su trabajo como periodista y como activista de los derechos humanos. El premio más reciente que ha recibido ha sido el de la Libertad de Prensa 2022, otorgado por Reporteros sin Fronteras.

“Narges Mohammadi es un símbolo de valentía. Incluso desde la cárcel, sigue informando sobre la situación de los presos, especialmente sobre las mujeres. Su vida es un combate constante, en el que tiene que multiplicar los sacrificios para que su voz trascienda”, señala la ONG. Mohammadi es conocida por sus numerosos artículos denunciando la situación de los derechos humanos en Irán, así como por su documental y estudio sobre la “tortura blanca” (White Torture), basado en entrevistas a presos.

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Después de su estancia en Evin -prisión que alberga a numerosos presos políticos y que el pasado octubre sufrió un incendio en el marco de las protestas-, Mohammadi fue trasladada al centro penitenciario de Shahr-e Ray, conocido como Qarchak. “La prisión de Qarchak es famosa por el trato inhumano que da a los presos, las torturas, los abusos y las violaciones de derechos”, advierte la Coalición de Mujeres Periodistas (CFWIJ, por sus siglas en inglés). Mohammadi comparte cárcel con la también periodista iraní Alieh Motalebzadeh.

Amnistía Internacional ha denunciado las torturas y los malos tratos a los que está sometida Mohammadi, condenada a 10 años y ocho meses de prisión y a 154 latigazos el pasado mes de enero. La periodista, que sufre problemas cardíacos, no ha recibido atención médica ni un tratamiento adecuado en la cárcel. Igualmente, las autoridades han negado a Mohammadi la posibilidad de recibir visitas de sus hijos.

Sepideh Gholian, la voz de las mujeres iraníes en prisión

Otra mujer iraní encarcelada por denunciar la situación en el país es Sepideh Gholian, una escritora de 27 años que ha descrito las torturas y los abusos que enfrentan las mujeres en las cárceles del país. Golpes, humillaciones, amenazas, insultos o interrogatorios de más de 24 horas son algunos de los métodos usados por las autoridades contra Gholian, según detalló ella misma a Amnistía Internacional.

Gholian actualmente se encuentra en una prisión lejos de su casa, a pesar de las suplicas de su familia. De acuerdo con Iran Wire, esta es una táctica empleada habitualmente por el poder judicial para presionar todavía más a los llamados “presos de conciencia”.

Niloufar Bayani, encarcelada por su trabajo medioambiental

Las autoridades iraníes no solo encarcelan a mujeres que critican abiertamente el régimen, sino también a mujeres que realizan su trabajo al margen de la política. Este es el caso de Niloufar Bayani, investigadora medioambiental especializada en la conservación de la flora y la fauna. En 2018 Bayani fue detenida junto con otros investigadores por usar cámaras para rastrear especies en peligro de extinción. A pesar de que Bayani y su grupo solo querían monitorear al guepardo asiático, las autoridades los acusaron de espionaje y recopilar información clasificada sobre áreas estratégicamente sensibles.

Bayani, sentenciada a 10 años de prisión, relató a la BBC que, tras su arresto, la Guardia Revolucionaria la sometió a “las más graves torturas mentales, emocionales y físicas, así como amenazas sexuales durante al menos 1.200 horas”.

La escaladora Elnaz Rekabi desafía al régimen al competir sin hiyab

En octubre, en medio de las protestas desencadenadas tras la muerte de Amini, la escaladora iraní Elnaz Rekabi se encontraba en un campeonato asiático en Corea del Sur. A pesar de estar a miles de kilómetros de su país, la deportista encontró la manera de expresar su apoyo a los manifestantes.

Al igual que hacían las mujeres en Irán, Rekabi se quitó el hiyab y optó por competir sin él en protesta por la muerte de Amini. Las imágenes dieron la vuelta al mundo y las redes sociales elogiaron la valentía de la escaladora, que fue recibida por una multitud cuando llegó al aeropuerto de Teherán. No obstante, con su llegada al país comenzaron a crecer los temores sobre las posibles represalias del régimen.

Días después, durante una entrevista en la televisión estatal, Rekabi se disculpó públicamente por no haber llevado el velo islámico, asegurando que se le había caído “sin darse cuenta”. Sin embargo, varias fuentes indicando al servicio persa de la BBC que su entrevista fue una confesión forzada, un método recurrente para el régimen.

A pesar de las disculpas, el medio de comunicación británico informó hace unos días que la casa familiar de la escaladora fue demolida por las autoridades en venganza por su acto heroico.

Zahra Amir-Ebrahimi, la protesta a través del cine

Las denuncias contra el régimen de los ayatolás llegan también desde el mundo del cine. Zahra Amir-Ebrahimi, actriz iraní exiliada en Francia, se ha convertido en una de las caras más visibles de la lucha de las mujeres en Irán.

Amir-Ebrahimi ha sido la primera iraní en ganar el premio a la Mejor Actriz en Cannes por su actuación en ‘Holy Spider’, una película basada en la historia real de un asesino en serie que mataba a prostitutas en Irán para, según él, “erradicar el mal”.

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La actriz, que interpreta a una periodista que investiga los feminicidios, afirmó en el festival de cine que “la sociedad iraní cambiará gracias a las mujeres”, por este motivo, de acuerdo con Amir-Ebrahimi, “el Gobierno y los hombres tienen tanto miedo a las mujeres”, según recoge Euronews.

Otras actrices iraníes han expresado su apoyo a las protestas y los manifestantes, como Golshifteh Farahani, que interpretó junto a Coldplay la canción ‘Baraye’ durante un concierto en Argentina; Nazanin Boniadi, conocida por sus papeles en ‘Homeland’, ‘Como conocí a vuestra madre’ o ‘Los Anillos de Poder’; o Hengameh Ghaziani y Katayoun Riahi, ambas arrestadas el pasado mes de noviembre.

Nazanin Zaghari-Ratcliffe, acusada de conspirar contra el régimen

En 2016 la vida de la británica-iraní Nazanin Zaghari-Ratcliffe dio un vuelco. Poco antes de subirse a un avión rumbo a Reino Unido, Zaghari-Ratcliffe fue detenida por las autoridades iraníes en el aeropuerto de Teherán, a donde viajó para visitar a su familia.

Zaghari-Ratcliffe fue condenada a cinco años de cárcel, acusada de conspirar para derrocar al régimen iraní. Tras cumplir la sentencia, volvió a ser castigada con un año más de prisión, acusada de difundir “propaganda contra el sistema”. Zaghari-Ratcliffe, a pesar de ser medio británica no pudo recibir asistencia consular porque Teherán no reconoce la doble nacionalidad.

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El Gobierno británico presionó a Teherán para que la pusiera en libertad, afirmando que su detención fue “arbitraria” y respondía a una “represalia diplomática”. Este caso estaría vinculado a una deuda histórica de Reino Unido con Irán valorada en unos 523 millones de dólares.

Finalmente, gracias a los esfuerzos diplomáticos, Zaghari-Ratcliffe pudo volver a casa junto con Anoosheh Ashoori, otro ciudadano británico-iraní acusado de espionaje.

Roya Piraie: “No tenía lágrimas ni palabras, solo una ira que me ardía por dentro”

167. Ese es el número de balas que encontraron en el cuerpo sin vida de la madre de Roya Piraie. “A mi madre la mataron a quemarropa. Estaba participando en una manifestación de manera pacífica”, relató la joven de 25 años durante un programa de France Inter realzado en el Elíseo sobre las protestas en Irán que contó con la participación del presidente galo, Emmanuel Macron.

Minoo Majidi, su madre, tenía 62 años y vivía en Kermanshah, la ciudad de habla kurda más grande de Irán. Piraie recuerda que su madre le ocultó su intención de ir a manifestarse, preocupada de que insistiera en acompañarla. Mientras, su padre, trató de convencerla de que no saliera a las calles. “Si no voy, ¿quién defenderá el futuro de nuestros hijos?”, le preguntó Majidi a su marido.

Piraie también describe el momento en el que se enteró de la muerte de su madre. “No tenía lágrimas ni palabras, solo una ira que me ardía por dentro”, declaró a la cadena de televisión francesa.

Esa ira y desesperación se mantuvo hasta el día del funeral, cuando Piraie cogió unas tijeras y decidió cortarse el pelo, otro de los símbolos de las protestas. La foto de Piraie en la tumba de su madre con su melena en la mano rápidamente se hizo viral en las redes sociales, convirtiéndose en una de las imágenes más significativas de la revolución.

Estas mujeres son solo una muestra visible de las miles y miles que se juegan su vida a diario luchando por su libertad o por sobrevivir en una cárcel en condiciones inhumanas, como es el caso de Leila Hassanzadeh, Elham Afkari, Mahvash Sabet o Fariba Kamalabadi.

Mientras Hassanzadeh se encuentra en una prisión en riesgo de perder la vista, Afkari lleva 8 días en huelga de hambre, también en la cárcel. Afkari fue detenida el pasado mes de noviembre junto con su marido delante de su hija pequeña, uno de sus hermanos -Vahid- lleva 2 años en aislamiento, mientras que el otro fue asesinado por el régimen.

Por otro lado, después de 10 años en prisión, Sabet y Kamalabadi -líderes de un consejo que administra los asuntos de la comunidad baha’í- vuelven a estar condenadas a otra década en la cárcel.

Además de las mencionadas anteriormente, también se podrían añadir a otras que, por desgracia, ya no pueden protestar más, como Hadis Najafi, Nika Shakarami o Sarina Esmailzadeh.

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Como se puede observar, el papel de las mujeres está siendo sumamente relevante. No obstante, también es necesario destacar el significante apoyo de los hombres iraníes que, desde el principio, se han implicado, luchando codo con codo con las mujeres, a las que protegen y respaldan. Tal y como expone Dehnavi, “los hombres también están cansados del fundamentalismo, por lo que es normal que salgan a las calles junto a las mujeres”.

Sheermohammadi recuerda como un amigo suyo, ahora detenido, fue uno de los primeros en acudir al hospital donde estaba Amini para protestar. “Se han dado cuenta de que en esta sociedad si ellos tienen todo, pero ellas no, las cosas no funcionan”, agrega.

“Cada ejecución alimenta la protesta”

Majid Reza Rahnavard y Mohsen Shekari -ambos de 23 años- han sido los primeros iraníes en ser ejecutados en público por su participación en las protestas. No obstante, posiblemente no sean los únicos. Las autoridades han sentenciado a muerte a más de 10 personas y, de acuerdo con Amnistía Internacional, al menos 28 están en riesgo de ser ejecutados.

Con el objetivo de defenderlos y evitar su asesinato, numerosos políticos europeos han comenzado a “patrocinar” a los condenados a muerte. Básicamente se encargan de hacer un seguimiento diario de su situación y enviar cartas a las embajadas iraníes para que suspendan su sentencia.

A pesar de la crítica situación y las ejecuciones, las manifestaciones no han cesado. “Cada ejecución alimenta la protesta”, asegura Dehnavi. En eso coincide Nowroozi, quien apunta que “los ciudadanos no perdonan ni olvidan a todos los asesinados”.

Tal y como explica el analista Daniel Bashandeh, con estas ejecuciones las autoridades quieren “crear un impacto psicológico”. El régimen no solo hace públicas las ejecuciones, sino que también ha llegado a difundir imágenes de los últimos momentos de vida de uno de los asesinados. Sin embargo, “el muro del miedo ya ha sido derrumbado por los manifestantes”, subraya Bashandeh.

Las ejecuciones públicas no han conseguido que los iraníes dejen de alzar la voz contra la represión y las injusticias. A pesar del terror difundido por las autoridades ya no hay vuelta a atrás, la revolución iraní continúa más fuerte que nunca y llena de esperanzas de cambio

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