Los talibanes expulsan a miles de familias de la minoría étnica chií para ocupar sus territorios en la región de Hazarayat, ubicada en el centro del país

La minoría hazara, perseguida de nuevo en Afganistán

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El pueblo afgano está reviviendo todo aquello que dejó atrás hace dos décadas. El régimen de terror instaurado por los talibanes entre 1996 y 2001 es una copia idéntica de lo que tratan de imponer de nuevo en Afganistán, no sin una serie de complicaciones provocadas por los recientes atentados. Las promesas de reformas internas quedaron sepultadas de inmediato y, al tiempo que su dominio se asienta, los enemigos de la cosmovisión talibán empiezan a sufrir las consecuencias.

La comunidad hazara, una minoría de confesión chií esparcida por el centro montañoso del país, es uno de los objetivos inamovibles de los insurgentes. Acusados de apóstatas por los musulmanes suníes, los hazara constituyen la tercera etnia por detrás de pastunes y tayikos, aunque representan el 15% de la población afgana del total de 38 millones de habitantes. Unas condiciones que, desde hace décadas, explican su persecución en Afganistán por los talibanes, pero, sobre todo, por el Daesh.

Tras la caída de Kabul, la milicia fundamentalista ha amenazado los derechos de esta comunidad, protegidos con el Gobierno anterior. De hecho, los talibanes expulsaron el lunes a miles de hazaras de sus hogares ubicados en la región de Hazarayat, traducido como “la tierra de los hazara”, por una disputa terrenal con varios líderes pastunes, etnia mayoritaria de la que se nutre la milicia integrista. La minoría chií ocupaba estas tierras desde hacía medio siglo, sin embargo, los pastunes defendían su asentamiento previo y denunciaban su expropiación.

Población civil Afganistán

Las expulsiones han dejado en la indigencia a más de 700 familias hazara, en su mayoría de las aldeas de Uruzgan y Daikundi, según recoge la agencia Efe. Los integrantes de la comunidad, la mayor parte de ellos campesinos dependientes de las cosechas, se han visto obligados a acampar en tiendas de campaña u hospedarse en viviendas reducidas a escombros, unas condiciones del todo adversas “cuando se aproxima ya el duro invierno afgano”, declaró un miembro hazara a Efe.

En esta situación, los hazara han hecho un llamado desesperado a los talibanes para que detengan las expulsiones. La comunidad alega que esta acción va en contra de la ley, por lo que exigen a Kabul el envío de una delegación especial que se encargue de registrar los documentos relacionados con las tierras y que sea en última instancia la Justicia quien decida a quién le corresponden. Los hazara aseguran acatar cualquier solución que emane de esta vía.

Los insurgentes no se han pronunciado sobre este tema en concreto. Por el contrario, el Gobierno talibán mantuvo el lunes su primer encuentro formal en la capital, según anunció a través de Twitter el portavoz del grupo, Zabihullah Mujahid, en que trasladaron a la provincia de Kabul una petición para frenar “la usurpación de propiedades” y emprender acciones legales contra los que cometan esta apropiación indebida. Por el momento la decisión no ha trascendido de esta región.

talibán

En cualquier caso, es difícil creer que una posible intervención talibán defendería los intereses de la minoría chií, más aún si estos van en contra de los intereses pastunes. De hecho, cuando los propios talibanes alcanzaron el poder en 1996 después de la guerra civil, declararon la yihad contra los hazara, iniciando una persecución que se tradujo en la muerte y desplazamiento de miles de hazaras.

Para los talibanes son considerados herejes, de la misma forma que el resto creyentes musulmanes de la rama chií. Y en mayor medida si cabe para los grupos terroristas islámicos como Daesh o Al Qaeda, principales responsables de los atentados que han acabado con la vida de centenares de hazaras en los últimos años.

No obstantes, el tercer grupo étnico mayoritario de Afganistán no ha sido el primero ni el único en dejar atrás sus casas mediante la coacción y las amenazas. Hace dos semanas, más de 2.000 familias fueron expulsadas de sus viviendas en la provincia sureña de Kandahar para que sus hogares fueran ocupados por militantes talibán. Al tiempo que el país hace aguas por la adversa situación económica.
 

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