Activistas tunecinos lanzan una iniciativa para fiscalizar el patrimonio del líder de Ennahdha, la principal formación islamista del país

La riqueza bajo sospecha de Rached Ghannouchi

AFP/FETHI BELAID - El líder del partido islamista tunecino Ennahdha, Rached Ghannouchi

¿De dónde ha salido la ingente riqueza de Rached Ghannouchi? Es lo que trata de aclarar una iniciativa puesta en marcha por el activista tunecino Anis al-Mansouri. Hasta ahora, más de 5000 personas se han adherido ya a la petición que, bajo el lema ‘Time to change’ (‘Es hora de cambiar’), busca arrojar algo de luz sobre el patrimonio que atesora el presidente del Parlamento y máximo líder del partido islamista Ennahdha.

Según reporta el diario Al-Ain, la riqueza total de Ghannouchi solo puede establecerse en base a una amplia horquilla de estimaciones. El medio emiratí asegura que sus activos se sitúan en algún lugar entre los 1000 y los 8000 millones de dólares, una cantidad que se ha incrementado de forma exponencial desde que el veterano político regreso de su exilio en 2011. Lo que pretende la iniciativa impulsada por Al-Mansouri es investigar cómo es posible que su patrimonio haya aumentado tanto en los últimos años.

Para ello, propone constituir un comité independiente, ajeno a siglas políticas, que incorpore, entre otros, a representantes del Sindicato General del Trabajo de Túnez, la principal asociación de trabajadores del país, del Sindicato de Empleadores, de la Asociación para la Defensa de los Derechos Humanos, de la Autoridad Anticorrupción de Túnez y del Banco Central. 

Manifestación contra el Gobierno islamista de Ennahdha en noviembre de 2013 en Túnez

“Solo pedimos transparencia financiera en los círculos políticos y gubernamentales, ya que no es razonable que una persona ingrese a la política y, una vez que obtenga posiciones gubernamentales o partidistas, se convierta en una persona rica”, explica Al-Mansouri a Al-Ain.

En efecto, aunque Ghannouchi ha sido un rostro reconocible en la política tunecina durante décadas, no ha estado en el seno del poder hasta después de las protestas ciudadanas que pusieron fin a la dictadura de Zin al-Abidine Ben Ali en 2011. Hasta ese momento, había permanecido durante dos décadas en Londres.

Desde su regreso al país norteafricano, Ghannouchi ha sabido posicionarse como una de las personas más poderosas del país; un líder al que el propio movimiento islamista tunecino, muy próximo a la corriente global de los Hermanos Musulmanes, ha envuelto en un aura de invulnerabilidad que no ha dejado margen para que se investiguen posibles casos de corrupción.

Sin embargo, su riqueza es, desde hace años, una especie de secreto a voces; un tabú cuya existencia conoce todo el mundo, pero del que nadie se atreve a hablar abiertamente. Lo más llamativo de la cuestión es que a Ghannouchi, según informa Al-Ain, nunca se le ha conocido más ocupación que la relacionada con sus cargos dentro de Ennahdha y su papel como personaje público. A menudo, sus defensores han aducido que sus recursos proceden de la venta de libros, pero sus detractores ponen esa hipótesis en duda. Numerosos partidos laicistas y progresistas de la oposición ya han llamado la atención más de una vez sobre los sospechosos ingresos del líder islamista.

Fotografía de archivo de una manifestación para conmemorar el 40º día de luto tras la muerte del líder de la oposición antiislámica Chokri Belaid el 16 de marzo de 2013
Conexiones con la Hermandad

El activista Mourad Nouri apunta a grandes sumas de dinero que han llegado a Túnez, principalmente desde Qatar y Turquía, para financiar la actividad de los Hermanos Musulmanes. La mayor parte de estas transacciones se camuflan como remesas enviadas para dotar instituciones dedicadas a la caridad o a la enseñanza del Corán. Zubair al-Shahoudi, antiguo secretario general de la Hermandad en Túnez, acusó a Ghannouchi y a su familia de enriquecerse desviando este tipo de fondos.

Las grandes transferencias de capital desde entidades de beneficencia constituyen un modus operandi habitual de los actores que se dedican a dar sustento económico a grupos islamistas. Así, Qatar tiene un largo historial de financiación no solo a los Hermanos Musulmanes, sino, incluso, a grupos terroristas yihadistas. Cabe recordar que la Hermandad, a pesar de que está considerada una organización terrorista en Egipto, su país de origen, no ha generado un consenso amplio sobre su denominación como tal.

Abdelfattah Mourou, vicepresidente del partido islamista Ennahda (izq.), con el líder de la formación Rached Ghannouchi

En todo caso, lo que sí se sabe con certeza es que la influyente figura de Ghannouchi ha sido clave para el despegue de la agenda islamista en su país natal. Desde su puesto como presidente de la Asamblea de Representantes del Pueblo, la única cámara del Parlamento de Túnez, ha favorecido significativamente la acción legislativa de Ennahdha que, por otro lado, es el primer grupo en número de escaños.

De este modo, su influencia se ha trasladado también a las decisiones de la presidencia, detentada desde 2019 por Kaïs Saied. Quizá, donde más se ha notado su preponderancia es en la posición tomada por el jefe del Estado con respecto a la guerra en la vecina Libia. A pesar de que, en teoría, Túnez ha tratado de mostrarse como un actor dispuesto la mediación entre el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA, por sus siglas en inglés) y el Ejército Nacional Libio (LNA), en la práctica las cosas han sido distintas.

El presidente tunecino Kais Saied estrecha la mano de su homólogo turco Recep Tayyip Erdogan durante una conferencia de prensa conjunta en el palacio presidencial de Cartago, al este de Túnez, el 25 de diciembre de 2019

A lo largo de los últimos meses, Saied ha ido gravitando hacia el GNA de Fayez Sarraj. No es casualidad: esta administración, con sede en Trípoli, alberga en su seno a numerosos altos cargos que están afiliados a los Hermanos Musulmanes. Su principal apoyo financiero ha sido Qatar y, sobre el terreno, Turquía ha trasladado tropas y miles de combatientes sirios para defender sus intereses. El Ejecutivo de Ankara se ha servido, en más de una ocasión, de infraestructuras de transporte tunecinas, como puertos y aeropuertos, para introducir armas de contrabando a sus socios en el frente libio. 

Ghannouchi, según reporta Al-Ain, ha sido la pieza clave de este rompecabezas. Sus lazos con Turquía y Qatar son cada vez más fuertes. Paralelamente, lo son también las sospechas sobre su imponente fortuna, amasada en la última década, coincidiendo con un periodo de pujanza del movimiento islamista en toda la región de Oriente Próximo. Está por ver que el comité propuesto por Al-Mansouri prospere. No será fácil, pero, si lo hace, sería un golpe importante para el proyecto islamista en Túnez. 

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