La oposición en Túnez sigue denunciando los peligrosos vínculos de Ennahda y su líder, Rached Ghannouchi, con la Hermandad y con Turquía y Qatar

La tunecina Abir Moussi promueve la clasificación de los Hermanos Musulmanes como organización terrorista

PHOTO/AP - Abir Moussi, líder del Partido Desturiano Libre (PDL)

Abir Moussi, líder del Partido Desturiano Libre (PDL), anunció la decisión de su bloque parlamentario de presentar un nuevo proyecto de resolución para clasificar a los Hermanos Musulmanes como “una organización terrorista” y un movimiento considerado “hostil para el Estado civil”, según declaró en una rueda de prensa celebrada en la Asamblea de Representantes del Pueblo de Túnez. Lo que supone una medida que enfrentaría de nuevo a la formación anti-islamista contra el partido Ennahda y su líder, el presidente de la propia Asamblea de Representantes del Pueblo, Rached Ghannouchi. 

La dirigente del PDL instó al Gobierno a llevar a cabo esta clasificación oficialmente. Del mismo modo que llamó a enjuiciar a cualquier persona física o jurídica tunecina que tenga vínculos con esta organización; refiriéndose a la ley antiterrorista adoptada en 2015. “Cuando consulto las proclamas de Ennahda llamando a la lealtad islamista respecto a la doctrina de los Hermanos Musulmanes, vemos que es hora de que presentemos un proyecto de moción que clasifique a los Hermanos Musulmanes como una organización terrorista”, manifestó Abir Moussi. 

Del mismo modo, el PDL pidió la retirada de la confianza del presidente del Parlamento, Rached Ghannouchi, por haber excedido sus prerrogativas parlamentarias y haberse alineado con un único bando dentro de la guerra de Libia y no haber recurrido a una posición firme de neutralidad diplomática, por la que siempre ha abogado Túnez. 

El presidente de la Asamblea de Túnez, Rached Ghannouchi, asiste a una sesión plenaria del Parlamento en la capital de Túnez

Prosigue así el pulso entre estas dos corrientes políticas, la islamista de Ennahda y la anti-islamista del PDL, por dominar la escena política en el país norteafricano. Todo ello con los apoyos de trasfondo de Turquía y Qatar y los Hermanos Musulmanes al movimiento comandado por Rached Ghannouchi; y, por otro lado, de la otra vertiente del islam de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Egipto a la oposición encarnada en la formación política de Moussi. Confrontación que se ha agudizado en Túnez a raíz de la guerra en la vecina Libia.

El miércoles pasado ya hubo tensión por la sesión celebrada en el Parlamento y convocada por parte de la oposición para cuestionar los dudosos contactos internacionales del presidente parlamentario Rached Ghannouchi. Dentro de una Cámara fragmentada tras las últimas elecciones de 2019, en las que Ennahda perdió una buena parte de su masa de votos, la mayoría parlamentaria tildó de diplomacia "paralela" los contactos desarrollados por Ghannouchi, después de que éste felicitase al primer ministro del Gobierno de Acuerdo Nacional de Libia (GNA, por sus siglas en inglés), Fayez Sarraj, sustentado por el apoyo militar de Turquía y por Qatar, tras una victoria militar dentro del conflicto bélico que le enfrenta al Ejército Nacional libio (LNA, por sus siglas en inglés) dirigido por el mariscal Jalifa Haftar, el cual representa al otro Ejecutivo oriental de Tobruk y que es secundado por Arabia Saudí, Emiratos, Egipto, Francia y Rusia. 

En una sesión que duró 20 horas, entre gritos, insultos y cruce de acusaciones, los diferentes grupos interpretaron el papel del presidente de la Asamblea como una "injerencia" en la diplomacia tunecina, caracterizada hasta ahora por su neutralidad en los conflictos de la región. Aunque el propio Ghannouchi ha venido defendiendo en las últimas fechas que su movimiento político respalda la paz en la guerra de Libia. Sobre el enfrentamiento armado civil libio, Ghannouchi había dejado clara su postura: “Creemos que la solución en Libia solo puede ser política, ya que la guerra no puede lograr la estabilidad, sino que profundizará la brecha entre nuestros hermanos libios. Se requiere que las partes libias en el conflicto se reúnan en la mesa de negociaciones y hagan concesiones mutuas para llegar a una hoja de ruta que mantenga la unidad en el país dentro del marco de valores democráticos, libertad y coexistencia pacífica, lejos de las rivalidades, guerra civil, golpes sangrientos y todo aquello que alimenta conflictos tribales". “Nuestras sólidas relaciones con nuestros hermanos libios no nos permiten dejarles de lado”, resaltó el dirigente de Ennahda.

Las hostilidades en la Cámara, fragmentada en una veintena de partidos y una docena de independientes tras las elecciones legislativas de octubre, se intensificaron el pasado 19 de mayo después de que saliera a la luz la conversación telefónica con Fayez Sarraj con motivo de la conquista de la base aérea de Al-Watiya, uno de los puntos claves del asedio de Trípoli que se encontraba en manos del mariscal Jalifa Haftar, quien desde el 4 de abril del año pasado dirige una operación militar para hacerse con la capital tripolitana, último gran bastión del GNA dentro del conflicto del país norteafricano, bajo el pretexto de que allí se alojan elementos del terrorismo yihadista que hay que eliminar para unificar el país y materializar posteriormente un proceso democrático. Mientras, por su parte, el primer ministro Sarraj estima que la acción de Haftar y sus huestes es un golpe de Estado rebelde contra un poder legítimo reconocido internacionalmente, incluso por la Organización de Naciones Unidas (ONU) desde 2016, y un Gobierno que recibe el apoyo turco. 

Los diputados tunecinos asisten a una sesión plenaria dedicada a debatir una moción presentada por el PDL y la situación en Libia, el 3 de junio de 2020

La propuesta parlamentaria del pasado miércoles del conservador PDL no logró los votos necesarios (se quedó a falta de una quincena) para aprobar una moción de rechazo contra la intromisión extranjera en Libia y su oposición a que Túnez pueda convertirse en una base logística para Turquía.

La líder del PDL, Abir Moussi, conocida por su posición anti-islamista pero igualmente conservadora, amenazó con una moción de censura contra el presidente para elegir a su sucesor, una propuesta que necesitaba el apoyo de 73 diputados para ser debatida y 109 (de un total de 217) para su aprobación. "Nos estamos convirtiendo en una parte del campo de batalla libio", se lamentó Ghannouchi al término de las intervenciones, visiblemente cansado (cabe recordar que el político y escritor va camino de los 80 años), al tiempo que agradeció las críticas, de las que dijo que haría una "autoevaluación".

Ennahda sigue siendo la principal fuerza parlamentaria con 54 escaños y desde hace tiempo cunde la polémica por sus relaciones con Turquía y Qatar y con la Hermandad Musulmana, organización calificada de terrorista por varios países y que es investigada en naciones occidentales por vínculos con el yihadismo radical; no obstante, varios líderes de Al-Qaeda tuvieron bastante actividad en su día con este movimiento, que defiende una de las versiones más radicales y rígidas del islam. Ghannouchi ya fue señalado hace un mes por dar prioridad a dos proyectos de ley como el de la apertura de la oficina de Fondos de Qatar para el Desarrollo y el apoyo de inversiones con Turquía por delante de otros textos, cuyo plazo legal expiraba previamente. Un hecho que le valió la acusación de imponer la agenda política de los Hermanos Musulmanes a favor de los intereses del país euroasiático y de la monarquía del Golfo. Ennahda también fue acusado de tener vínculos con las corrientes salafistas extremistas (ligadas a la Hermandad), lo que convirtió a Túnez en un vivero de militantes, llevando a la juventud tunecina a luchar en zonas de conflicto, especialmente en Siria y Libia.

Banderas de la Hermandad Musulmana

Precisamente, estas naciones son muy sospechosas por su actividad beligerante internacional. El país turco presidido por Recep Tayyip Erdogan quiere ganar mucha mayor presencia en el Mediterráneo e interviene con contundencia en las guerras de Libia y Siria, con la utilización de mercenarios a sueldo ligados a exfiliales de organizaciones terroristas como Al-Qaeda y Daesh, como han publicado diversos medios; mientras que el país del Golfo, bajo la dirección del emir Tamim bin Hamad al-Thani, está desde 2017 bajo un bloqueo político y económico impuesto por Arabia Saudí, Egipto, Emiratos y Bahréin, quienes lanzaron la acusación de que el Estado qatarí da soporte al terrorismo transfronterizo. 

En las últimas semanas, una campaña en las redes sociales, promovida por distintos grupos del espectro político, invita a la ciudadanía a manifestarse ante la sede de la Asamblea de Representantes del Pueblo a partir del próximo 13 de junio, fecha en la que está previsto el fin del confinamiento por el coronavirus, para reclamar la disolución del Parlamento e, incluso, modificar el régimen político.

Los vínculos con Turquía son claros. A comienzos de año, Ghannouchi, quien estuvo exiliado hasta 2011 durante las dos décadas que duró el régimen de Zine al-Abidine Ben Ali, se reunió con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en Estambul (la segunda cita en apenas tres meses), lo que provocó las críticas de la oposición.

Rached Ghannouchi se enfrenta, además, a las divisiones internas dentro de Ennahda, plasmadas en la marcha de Abdel Fattah Mourou, quien ejercía de vicepresidente del Parlamento tunecino y del propio partido islamista, y en la filtración de un documento interno que versaba sobre el próximo 11º Congreso del partido, que se supone que puede valer para buscar un sucesor de Ghannouchi, algo que no está claro porque hay voces que temen que el veterano líder se lance a un tercer mandato, algo prohibido por el reglamento interno de la organización. 

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