Idriss Déby fue reelegido con el 79,32 % de los sufragios emitidos días antes de su muerte

La vida (con o sin Déby) sigue igual

photo_camera REUTERS/AMMAR AWAD - El presidente de Chad, Idriss Deby Itno, falleció el 20 de abril de 2021 a causa de las heridas sufridas en combate tras tres décadas en el poder

El «gendarme francés» murió a los 68 años. Un secreto espeso rodea todavía las circunstancias reales de esta muerte, que se asemeja bastante a un golpe palaciego. En cualquier caso, oficialmente sucumbió a última hora de la mañana del 20 de abril a causa de las heridas recibidas en combate. Azares del destino, el día anterior la Comisión Electoral había proclamado su victoria en las elecciones del 11 de abril. Idriss Déby fue reelegido con el 79,32 % de los sufragios emitidos. El expresidente se había preocupado de excluir de la contienda electoral a los candidatos que tenían serias aspiraciones de victoria, permitiendo solo competir a contendientes aupados por él mismo, sin ningún peso político y tratados como meros instrumentos para «ratificar» su victoria, según afirmaba el diario Le Monde el 20 de abril de 2021.

Idriss Déby gobernó Chad con mano de hierro en guante de terciopelo durante 30 años, y no preveía renunciar al cargo por el momento, a pesar de ir envejeciendo. Tenía un emulador en el camerunés Paul Biya, que también logró un increíble éxito electoral para un «joven» de 88 años, lo que le permitió, en 2018, iniciar su octavo mandato. Cuestión de supervivencia política y de inmunidad hasta la muerte. Pero, al final, el tiempo y las circunstancias le han derribado, y Déby Itno se ha ido para siempre. El que a hierro mata a hierro muere, nos enseña el evangelio de -Mateo, una afirmación que parece no conocer el paso del tiempo. Idriss Déby se enorgullecía de permanecer en el frente de combate por amor a su país. Incluso habría presagiado su muerte, igual que Molière, en medio del teatro de las operaciones militares.

Dicho y hecho. Descansa en paz, querido mariscal. No debemos alegrarnos de la muerte de una persona, aunque esta sea el enemigo común de todos los chadianos y de buena parte de los africanos. Curiosamente, la dinastía Déby mantiene el control del país gracias a la toma del poder por parte del Consejo Militar, que ha nombrado jefe del Estado y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas a Mahamat Idriss Déby, de 38 años e hijo del ilustre fallecido, en una sucesión casi monárquica. ¡El mariscal ha muerto, viva el mariscal!

Los apoyos al nuevo hombre fuerte del país no han tardado en llegar, justo después de los mensajes de condolencia a la familia y al país. Francia, entre los primeros, ha anunciado un fuerte apoyo para garantizar la estabilidad de Chad. De hecho, Idriss Déby fue una pieza central y un aliado de Francia en la lucha contra los grupos terroristas, procedentes principalmente de Libia, que comprometen la paz y la seguridad en los países del Sahel en general, y de Chad en particular. Las columnas rebeldes que acaban de asesinar a Déby y a numerosos de sus oficiales procedían de aquel país que la Francia de Sarkozy comenzó a desintegrar en 2011, como si para derrocar a Muammar al Gaddafi fuera necesario transformar Libia en una jungla con el apoyo de grupos terroristas y mercenarios.

Idriss Déby fue un baluarte, por supuesto, pero lo fue más por participar en el juego de Francia que en el de su país. La dictadura de quien derrocó a Hissène Habré ha beneficiado muy poco a Chad. La lucha antiterrorista de las potencias en África tiene controladas las riquezas del continente. El bum petrolero de Chad, por ejemplo, ha creado muy poca riqueza para la gente. Y aunque Francia se aprovecha de los buenos servicios del Ejército chadiano, el bienestar del pueblo y sus derechos fundamentales más básicos no han estado jamás en su agenda. Son, por el contrario, su petróleo y su riqueza los que aparecen en primer plano. Para Francia, Déby padre puede morir… y Déby hijo también. Mientras Francia meta sus narices en los asuntos chadianos, después de Idriss será igual que antes de Mahamat. ¡Viva la françafrique!

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