El líder laborista se convierte en el primer jefe de Estado israelí en visitar Turquía en 14 años en un contexto marcado por la crisis energética

La visita de Herzog a Ankara marca un “punto de inflexión” en las relaciones turco-israelíes

AFP PHOTO/Turkish Presidential Press Service/Mustafa KAMACI - El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, estrecha la mano a su homólogo israelí Isaac Herzog tras una rueda de prensa conjunta en Ankara

Con la histórica visita del presidente israelí Isaac Herzog a Turquía queda inaugurada una nueva etapa en las relaciones bilaterales entre Jerusalén y Ankara, fuente habitual de desencuentros e inestabilidad regional. Pero en un escenario internacional sacudido por la invasión rusa de Ucrania, la cascada de consecuencias geoestratégicas ha agitado el avispero, obligando a los distintos actores internacionales a rediseñar sus respectivas políticas de alianzas.

Carente de competencias ejecutivas, la presidencia del Estado de Israel tiene un fuerte componente simbólico y está sujeta en todo momento a los designios de la Knesset, el Parlamento. Aunque su papel cobra importancia a nivel diplomático, una prerrogativa que ha querido demostrar con su desplazamiento al país euroasiático. Allí fue recibido por su homólogo turco, Recep Tayyip Erdoğan, quien, a diferencia del israelí, maneja los hilos de la política nacional en un agresivo ejercicio del poder que no parece desgastarle.

Isaac Herzog se convirtió el miércoles en el primer presidente israelí en visitar Turquía en los últimos 14 años. El último líder judío en hacerlo fue el laborista Simón Peres, quien aprovechó su desplazamiento a Ankara en 2007 para explicar en sede parlamentaria su predisposición a poner fin al conflicto israelí-palestino, convirtiéndose de esta forma en el primer presidente de Israel en dirigirse a la Cámara de un país musulmán. Israel era entonces un estrecho aliado de Turquía.

Erdoğan Herzog

“Estamos listos para alcanzar el objetivo de dos Estados para dos pueblos, un Estado palestino para los palestinos y uno judío para los judíos”, sentenció entonces Peres. Sin embargo, tres años después de las declaraciones del líder laborista, los puentes diplomáticos quedaron dinamitados con la muerte de nueve activistas turcos a bordo del Mavi Marmara a manos de los comandos navales israelíes cuando intentaban romper el bloqueo naval al que se veía sometido la Franja de Gaza.

El deshielo llegaría en 2016, año en que Israel compensó económicamente a las familias de los fallecidos y Turquía retiró todos los cargos penales contra los implicados. Pero este tímido acercamiento se quebró dos años después con el reconocimiento de Jerusalén como capital del Estado hebreo y el desplazamiento de su embajada a esta histórica ciudad por parte de la Administración Trump. Un movimiento que endureció la retórica de Erdoğan contra Israel.

Aquel escenario hostil para las aspiraciones regionales del líder islamista pronto se vería modificado. Primero con la estrepitosa derrota electoral de Donald Trump y después con la pírrica formación de Gobierno en Israel con la alianza de más de ocho formaciones distintas, una de ellas árabe, para apear del poder al primer ministro Benjamín Netanyahu 12 años después de su segunda llegada a la jefatura del Ejecutivo. Un líder de la línea dura.

Erdoğan Herzog

Para Erdoğan, las nuevas condiciones son difícilmente mejorables. El presidente turco sostuvo que el encuentro con Herzog supondría un “punto de inflexión” de cara al futuro. Un análisis compartido por el jefe de Estado israelí. A juicio de Herzog, ambos países “pueden y deben” colaborar en distintas materias. Una colaboración que espera suceda a un “proceso profundo de diálogo”.

El perfil de Isaac Herzog, al que comparan en Israel con el desaparecido Simón Peres por su talante y su familia política laborista, ha facilitado el acercamiento con Erdoğan, con quien ha mantenido en los últimos meses varias conversaciones. Su presidencia, despojada de toda toma autónoma de decisiones en materia de política exterior, se ha caracterizado por recibir las consultas habituales del bisoño primer ministro Natfali Bennett en este sentido, ganando peso en la postura del Gobierno.

Esta distensión, pretendida y beneficiosa ‘a priori’ para ambas partes, se explica por la dinámica de acercamiento emprendida por Ankara de un tiempo a esta parte, destinada a limar asperezas con sus rivales regionales como Arabia Saudí, Emiratos o Egipto. Pero responde, sobre todo, al renovado panorama energético que ha provocado la agresión rusa sobre Ucrania. Y es que la invasión puesta en marcha por el Kremlin empujó a Occidente a castigar a golpe de sanciones a Moscú.

Erdoğan Herzog

El principal proveedor gasístico de Europa ha perdido todo el crédito. Y Bruselas trabaja para desprenderse de la enorme dependencia de Rusia al tiempo que busca nuevas fuentes de energía. Es aquí donde el Mediterráneo oriental, aguas con grandes reservas energéticas sobre las cuales tanto Israel como Turquía mantienen intereses, cobra su debida importancia como nueva vía para nutrir de gas al continente.

El Estado judío es una potencia gasística. Como miembro principal del Foro del Gas del Mediterráneo Oriental (EMGF, por sus siglas en inglés), Israel ha tejido alianzas en esta materia con países como Grecia, Chipre o Egipto, rivales regionales de Turquía. Una coyuntura crítica de la que Ankara quiere desprenderse. Pero la idiosincrasia del régimen turco, de marcada tendencia islamista, no ha cambiado.

Fuentes diplomáticas israelíes transmitieron al medio Al-Monitor la percepción hostil que mantiene Erdoğan sobre lo que representa el Estado de Israel: “Nos damos cuenta de que Erdoğan no ha cambiado. No le caemos bien, quizá todo lo contrario, y podría volverse contra nosotros en cualquier momento”. Pero el líder del AKP no tiene tiempo para encontrar soluciones alternativas y necesita mitigar la crisis que asola a Turquía.

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