El brote de la COVID-19, la reducción de las operaciones humanitarias y la volatilidad de la moneda han deteriorado las condiciones socioeconómicas del país

Las fuertes lluvias arrasan la Ciudad Vieja de Yemen

photo_camera REUTERS/KHALED ABDULLAH - Trabajadores derriban un edificio dañado por la lluvia en el lugar del Patrimonio Mundial de la UNESCO de la ciudad vieja de Sanaa, Yemen 9 de agosto de 2020

La situación política, económica y social que vive Yemen ha llevado a este país al borde del abismo. Las lluvias estacionales se han sumado a este complejo escenario, provocando tan solo en la última semana la muerte de más de 64 personas. El comienzo de las fuertes precipitaciones el pasado mes de abril coincidió con el anuncio del primer caso de coronavirus, en un país fragmentado cuya economía está colapsada desde hace más de cinco años. 

El brote de la COVID-19, la reducción de las operaciones humanitarias y la volatilidad de la moneda han deteriorado las condiciones socioeconómicas. El Banco Mundial ha advertido de que la grave escasez de combustible en las áreas del norte, incluido en la capital, pone en peligro la respuesta para hacer frente al coronavirus y la entrega de asistencia humanitaria. Esta crisis ha afectado – según esta institución – a todos los aspectos de la vida, amenazando el acceso a determinados alimentos o a servicios médicos, así como el suministro de agua. 

La Compañía de Petróleo de Yemen ha informado de que, hasta el 30 de junio, 22 barcos que transportaban 500.000 toneladas de productos combustibles importados estaban esperando la aprobación del Gobierno para descargar. Las fuertes lluvias que han azotado el país han empeorado aún más esta situación y han provocado inundaciones y deslizamientos de tierra, según han informado las autoridades sanitarias del país. 

El Ministerio de Sanidad afiliado al movimiento rebelde de los hutíes ha indicado que el mayor número de víctimas mortales se ha producido en la provincia de Raymah, situada a unos 200 kilómetros al suroeste de la capital Saná, en donde han perdido la vida unas 28 personas, de acuerdo con los datos recogidos por la agencia de noticias EFE. Otras 21 personas, entre ellas 17 niños, han muerto en la región de Marib, una zona rica en petróleo que se encuentra a unos 180 kilómetros al noreste de Saná, según las autoridades sanitarias del Gobierno reconocido internacionalmente. 

Este temporal ha llevado a otras 1.600 familias a tener que abandonar sus hogares en la zona de Marib. Además, al menos 6 personas han muerto por estas inundaciones en la capital, cinco más en la provincia de Ibb y cuatro en las regiones occidentales de Al Hudeida y Hayah, ha informado EFE. 

REUTERS/KHALED ABDULLAH - Ciudad vieja de Saná, Yemen 9 de agosto de 2020

Estas inundaciones también han tenido un impacto directo en determinados bienes materiales como presas, carreteras y granjas, sobre todo en la Ciudad Vieja de Saná, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). De acuerdo con la agencia mencionada anteriormente, cuatro edificios se han derrumbado y más de 100 han sufrido daños en los últimos siete días.  Esta ciudad se caracteriza por sus más de 6.000 edificios construidos con arcilla y decorados con yeso, unas construcciones que han sufrido en los últimos años las consecuencias de la guerra. 

Las lluvias han creado el campo de cultivo perfecto para la propagación de enfermedades como el cólera, el dengue y la malaria. El martes, los hutíes emitieron una declaración pidiendo ayuda para salvar la Ciudad Vieja de los daños causados por las lluvias torrenciales. Por su parte, el Gobierno reconocido internacionalmente ha acusado a los hutíes de descuidar los valiosos monumentos patrimoniales de Saná y de “ponerlos en peligro al convertirlos en un escondite para sus armas y un refugio para sus combatientes”, según han recogido varios medios locales.  

REUTERS/KHALED ABDULLAH - Edificio derrumbado por la lluvia e en la ciudad vieja de Sanaa, Yemen, el 8 de agosto de 2020

En este escenario viven los miles y miles de yemeníes para los cuales acceder a determinados productos básicos es una lucha diaria. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ha señalado que la situación es muy delicada, ya que “para aquellos que pueden pagar productos de higiene que potencialmente pueden salvar vidas, se encuentran con que su disponibilidad es limitada”.

“En mi barrio, las familias numerosas viven en la misma casa. Familias de once o más personas comparten la misma residencia y no pueden satisfacer sus necesidades básicas. La COVID-19 ha agravado nuestra difícil situación y la vida se ha vuelto mucho más difícil”, ha dicho Malak Mohammed, un joven entrevistado por PNUD. "Mis vecinos me dijeron que los miembros de la familia suelen tener una sola pastilla de jabón para compartir entre ellos. La pequeña barra de jabón se acaba rápidamente una vez que todos se duchan. La mayoría de las veces no tienen dinero para comprar más jabón y solo pueden lavarse las manos solo con agua”, añadió. 
 

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