Moscú ha derribado uno de sus ingenios en órbita para demostrar al mundo que dispone de misiles antisatélite, al igual que Estados Unidos, China e India

Lo que hay que saber sobre la destrucción de un satélite espía ruso… por Rusia

PHOTO/Popular Mechanics - El que se supone que es el misil ruso de ascenso directo PL-19 Nudol ha logrado derribar al satélite espía Kosmos-1408 posicionado a unos 500 kilómetros de altura

Vladimir Putin sabe que el sentir mayoritario de la sociedad que capitanea es que Rusia sea respetada y reverenciada en la esfera geoestratégica como una gran potencia global, lo que incluye que así sea reconocida por la Administración Biden. 

Es consciente que ni Estados Unidos ni China se lo ponen fácil y por eso ha dado instrucciones de recuperar la enorme influencia y presencia internacional que sus antecesores no supieron administrar y que él heredó bajo mínimos. Pero, sobre todo de redoblar la presencia de Moscú en los escenarios operativos militares, de manera preferente en los de la ciberseguridad y el espacio ultraterrestre. 

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Por el momento, la pelea se plantea es la esfera verbal y económica. Pero si la lucha se traslada al espacio, Putin quiere hacer saber a Estados Unidos, China, India y sus aliados que es un contrincante duro de pelar. Y un ejemplo de que su apuesta va en serio lo acaba de dar su Fuerza de Misiles Estratégicos ¿Cómo lo ha hecho? Destruyendo con un misil propio uno de sus numerosos ingenios que orbitan alrededor de nuestro planeta, una misión de gran complejidad. 

El disparo que ha acabado con la vida vegetativa de una vieja plataforma en órbita partió desde el principal complejo militar ruso dedicado al lanzamiento de vectores estratégicos, que es el cosmódromo de Plesetsk, situado a unos 800 kilómetros al norte de Moscú. Desde allí ascendió al ocaso del 15 de noviembre un potente misil, cuya cabeza explosiva chocó a unos 500 kilómetros de altura con el anciano satélite espía ruso codificado Kosmos-1408, que desde hacía varias décadas estaba fuera de servicio. 

Dedicado a la inteligencia de señales y perteneciente a la caduca constelación Tselina, el Kosmos-1408 había sido puesto en órbita el 16 de septiembre de 1982, un par de meses antes del fallecimiento del líder soviético Leónidas Brezhnev y en plena decadencia económica de la Unión Soviética, que una década después llevaría al país a su desintegración. 

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Misil ASAT de ascenso directo 

El disparo y consecuente derribo del ingenio espacial ha sido la prueba final que Moscú necesitaba para confirmar a ojos del mundo que ya ha concluido el desarrollo de un sistema de arma anti satélite o ASAT, acrónimo del inglés Anti SATellite. En este caso se trata de un proyectil de los llamados de ascenso directo, que parten desde tierra, un buque o un avión para inmolar una infraestructura posicionada en órbita. 

¿De qué misil ruso se trata? Salvo que Moscú haya practicado la desinformación o cambiado su denominación, se trata del conocido como PL-19 Nudol. Es un vector montado en posición horizontal sobre un vehículo pesado de tracción a sus 12 ruedas, que también sirve de plataforma de despegue. Durante los últimos ocho años ha estado en continua evaluación con al menos una decena de ensayos reales, pero sin intención de hacer añicos ningún satélite.  

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El ministerio de Defensa ruso no confirmó el lanzamiento del misil ni la destrucción del Kosmos-1408 hasta el día después de haberse producido. Fue el propio ministro, el general Sergei Shoigu, quien informó del impacto “con precisión quirúrgica contra un viejo satélite”, pero que los fragmentos resultantes “no representan ninguna amenaza para las actividades espaciales”. Pero esa última afirmación es más que dudosa.  

La fractura del Kosmos-1408 ha producido “unos 1.500 fragmentos de más de 10 centímetros” y “cientos de miles mucho más pequeños”, según el general James Dickinson, jefe del Mando Espacial del Pentágono. El secretario de Estado, Anthony Blinken, ha calificado la prueba de “imprudente y devastadora”, mientras que el administrador de la NASA, Bill Nelson, la ha tachado de “irresponsable y peligrosa”. El profesor Hugh Lewis, de la Universidad británica de Southampton, afirma que “la mitad se quemarán en un año durante su reentrada en la atmosfera”. El resto permanecerá girando durante otros 10 o 15 años más. 

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¿Son un peligro esos escombros? Pues si. Viajan alrededor de la Tierra a unos 27.000 kilómetros por hora y su impacto sobre una plataforma espacial puede llegar a ser letal. También pueden poner en peligro la supervivencia del nuevo complejo orbital chino, habitado por dos astronautas. Y de la gran Estación Espacial Internacional, que está a unos 400 kilómetros de altura y alberga siete astronautas, dos de ellos rusos. Por fortuna, existen redes de vigilancia que alertan de los peligros potenciales que se les vienen encima. 

Cinco destrucciones conocidas de satélites en 39 años 

El lanzamiento del misil y la explosión en órbita fueron detectadas de inmediato por las redes de alerta temprana y defensa antisimiles de Estados Unidos, China e India. Y es que Washington y el resto del mundo conocían de antemano que algo importante iba a ocurrir en el espacio aéreo alrededor de una amplia zona del cosmódromo de Plesetsk. El Pentágono no conocía de qué se trataba, pero hacia allí orientaron los ojos y los oídos electrónicos de sus satélites espía. 

¿Cómo es que lo sabían? Horas antes del disparo, las autoridades de Moscú habían difundido lo que se conoce como un Aviso a los Aviadores o NOTAM, acrónimo del inglés Notice To Airmen. En esencia, un NOTAM es una alerta que informa a los pilotos de determinadas rutas de vuelo de las restricciones que temporalmente existen en el uso del espacio aéreo, que pueden ser debidas a exhibiciones aéreas, saltos paracaidistas, ejercicios militares o cualquier otra incidencia que pueda afectar a la seguridad de los vuelos. 

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¿El destrozo y las consecuencias que ha provocado Moscú son contrarias al derecho internacional? Pues no. Ningún tratado internacional relativo a la utilización del espacio ultraterrestre impide eliminar una infraestructura espacial. Sin embargo, es éticamente reprobable y contrario a las recomendaciones que aconsejan evitar poblar de escombros el espacio exoatmosférico. Pero Estados Unidos, China, India y Rusia compiten entre ellos por la posesión de armas capaces de interceptar vectores balísticos en su fase de ascenso y derribar satélites en órbitas bajas alrededor de la Tierra. Y eso provoca mucha basura espacial. 

Fragmentar un satélite propio con un misil también propio requiere dominar avanzadas tecnología de guiado y propulsión. Rusia no es la primera sino la cuarta nación en atacar con éxito uno de sus ingenios en el espacio. Antes lo hicieron Estados Unidos (2 veces), China (1) e India (1). La primera prueba la llevó a cabo Washington el 13 de septiembre 1985 durante el mandato de Ronald Reagan. Un misil ASM-135 disparado desde un caza F-15 destruyó el fallido satélite de pruebas P78-1, que volaba a 555 kilómetros de altura, según la Fuerza Aérea norteamericana. 

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Ya en el siglo XXI, la primera nación en conseguirlo fue la China del presidente Hu Jintao, el antecesor de Xi Jinping. El 11 de enero de 2007, un misil DF-21 abatió al veterano satélite meteorológico FY-1C de 750 kilos. Estaba a una altitud de 865 kilómetros, según fuentes oficiales chinas. George W. Bush no quiso ser menos y el 20 de febrero de 2008, alegando razones de seguridad nacional, un misil mejorado RIM-161 SM-3 disparado desde el crucero USS Lake Erie acabó con el satélite espía de observación radar USA-193, de 2,3 toneladas. 

Y para no quedar atrás, el primer ministro de India, Narendra Modi, dio su visto bueno a la misión Shakti. Un misil Prithvi Mark II partió desde tierra el 27 marzo de 2019 para acabar con la vida en órbita del ingenio experimental Microsat-R de 740 kilos, que estaba a unos 300 kilómetros de altitud. En suma, los cuatro grandes han sumado miles de escombros a la basura espacial que gira libremente alrededor de la Tierra y que ya es un muy grave problema. Pero esa es otra historia. 

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