El oficial del Ejército publica ‘Visión global’, un libro recopilatorio donde analiza los asuntos geopolíticos más relevantes de nuestros días

Lucas Martín: “Estamos en la pantalla de Ucrania y la siguiente será el Ártico”

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En un mundo globalizado, los acontecimientos trascienden las propias dinámicas locales y responden cada vez más a las influencias procedentes del exterior. Un suceso rara vez se explica por sí mismo, sino que debe ser comprendido en un marco más amplio. Conseguir esta vista periférica requiere de cierto esfuerzo por comprender los mecanismos que rigen las relaciones internacionales. Un mosaico de patrones y alianzas que el teniente coronel Lucas Martín Serrano disecciona en ‘Visión global’, un libro donde el autor recopila algunos de los asuntos geopolíticos más relevantes de nuestros días. 

Al comienzo del libro muestra las cartas y advierte de su incapacidad para especializarse en una región en concreto, porque eso significaría renunciar a otras.

Sí. Quizá por el exceso de curiosidad. Siempre surgen temas que me interesan, bien sea en una región u otra. O incluso temas muy diferentes, porque este libro lo dirigido hacia la geopolítica, pero también he guardado muchos otros temas centrados, por ejemplo, en el fenómeno terrorista. Ya sea por formación o trabajo, son muchos los ámbitos que he ido tratando por diversos motivos y que me han llamado la atención

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Por su profesión ha tenido la oportunidad de pisar terrenos como Kosovo, la región sudanesa de Darfur, Líbano, Irak o Afganistán. ¿Qué influencia han tenido para usted estas experiencias?

La influencia ha sido total. Tener la oportunidad de conocer lugares o escenarios que han ido construyendo la historia de Europa y del mundo en los últimos 25 años es un privilegio. He visto cosas en directo a las que poca gente ha tenido acceso. He vivido de primera mano muchas experiencias, he visto la realidad de los conflictos, y eso te marca. Cuando uno está allí nota el pulso de la gente, más allá de lo que cuentan los medios. Eso te deja un ‘background’ que, en mi caso, quise compartir con otros que solamente lo ven por televisión.

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¿Vivió alguna experiencia concreta que sirviera como detonante para dar el paso de escribir?

En Darfur, siendo el único oficial occidental en uno de los campamentos de la Unión Africana cuando se produjo una confrontación entre dos tribus de la zona. De un día para otro, a un kilómetro de nuestro campamento aparecieron 3.000 refugiados. Y cuando vimos la masa de gente acercándose, me desplacé hasta allí para ver qué ocurría. Todo lo que había a mi alrededor eran mujeres, ancianos y niños menores de 12 años. Los demás estaban combatiendo. Y los yanyauid agujereaban a tiros las cacerolas cuando arrasaban las aldeas. ¿Por qué? Porque una cacerola para cocinar es un tesoro, un recurso crítico. Llegaban ese punto… Pero no podría rescatar una anécdota en particular. Mi inquietud y el hecho de ver los conflictos desde primera fila me han llevado a ello. 

¿Cómo es su trabajo de documentación y su método para aproximarse a los temas analizados más allá de sus acciones sobre el terreno?

Gracias a mi formación en inteligencia, que muestro en partes del libro aunque hablemos de geopolítica, he podido analizar los distintos escenarios e ir a las causas. Es decir, tratar de ver que hay detrás y hacia dónde nos puede llevar la cuestión. Por eso siempre planteo posibles escenarios. No es que juegue a ser un vidente, sino que intento trazar el recorrido histórico del tema y descifrar su tendencia. Esa es la idea. Y en cuanto a la documentación, conozco ciertas técnicas de búsqueda que me permiten acceder a archivos que quizá en una búsqueda superficial no puedan encontrarse. De hecho, puedo tener almacenados más de 10.000 documentos. Para cada tema consigo entre 200 o 300. Voy consultando los que me interesan y, una vez que cuento con eso, redacto un guion y defino el enfoque. A partir de ahí voy construyendo y aportando mis conclusiones.

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¿Tiene ‘Visión global’ la vocación de sumar al conocimiento común sobre geopolítica y relaciones internacionales en España, un país por lo general poco interesado en estas cuestiones?

Mi objetivo es el de dar a conocer estos temas, aportar mi perspectiva y visibilizar las disciplinas de geopolítica o relaciones internacionales. Porque son cuestiones que influyen a la hora de manejar un Gobierno o una empresa. Es necesario conocer lo que ocurre fuera. Pero reconozco que también hay cierta satisfacción personal detrás.

En línea con esto último, en un mundo globalizado como el nuestro, prácticamente cualquier conflicto remoto es susceptible de afectarnos, ¿no?

Efectivamente. Es un defecto que a veces tenemos en España. Pensamos que, por ejemplo, lo que está sucediendo ahora en Ucrania no nos condiciona, y estamos muy equivocados. Cualquier cosa que ocurra en una u otra parte del mundo puede acabar afectándonos. Por eso lo importante es crear esa conciencia. 

Entrando de lleno en ‘Visión global’, profundiza en cinco temas clave como son África, Oriente Medio, Rusia, Turquía y el Mediterráneo y, por último, la COVID-19. ¿Cuál ha sido el tema más complejo de analizar y cuál puede marcar la agenda de este 2022?

Escribir sobre la COVID-19 en mitad de la pandemia no fue nada fácil, había que jugársela y posicionarse de un modo u otro era complicado. Después fueron los temas de África, porque en cada cuestión existen multitud de ramificaciones y es, quizá, el que más nos influye por una cuestión de proximidad. Y además está enlazado con la amenaza terrorista en el Sahel. Para los próximos meses, y por motivos obvios, Rusia va a estar en el foco por la crisis desatada en Ucrania. 

En el libro describe el conflicto de la región occidental de Darfur, en Sudán, donde estuvo presente. ¿Cómo se encuentra la zona en la actualidad? ¿Corre el país el riesgo de convertirse de nuevo en un nido para grupos terroristas si fracasa la transición política?

Hoy por hoy, Sudán no podría ir por ese camino. Es poco probable. Pero si no se resuelve la crisis política, se crearía el caldo de cultivo perfecto para que los yihadistas traten de instalarse otra vez en él. En cuanto falta la gobernanza o el control del Estado en un área donde hay necesidades, aparecen. Mientras que en Darfur, no hace mucho se han vuelto a producir enfrentamientos entre las etnias árabes y africanas. Son luchas por recursos, pero no dejan de ser luchas ancestrales. Ellos no tienen el concepto de nación, sino el de etnia. Y ese es el elemento aglutinador que les hace combatir por sobrevivir. Nómadas contra sedentarios, pastores contra agricultores.

 Hacia el norte del continente nos encontramos con otro tipo de rivalidad, la que mantienen Marruecos y Argelia por la hegemonía regional, una cuestión que también analiza en el libro. ¿Cuál es su percepción del conflicto y cuáles son las implicaciones para España?

Para nosotros tiene todas las implicaciones posibles. El Norte de África no es nuestro ‘patio trasero’, sino nuestro patio delantero. Para empezar, nuestro único suministrador de gas en la actualidad es Argel [después del cierre del gasoducto Magreb-Europa que atravesaba Marruecos]. Y además, la estabilidad de esa parte del continente es la que nos protege de la amenaza yihadista. Por eso no podemos permitirnos el lujo de que se produzca una fractura en la zona que haga que Marruecos o Argelia caiga. Si alguno de los dos lo hace, tendremos un problema serio. Y es que somos rehenes de todo lo que ocurre allí.

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¿Quién partiría con ventaja en un hipotético conflicto?

Ninguno. Los dos tienen las de perder, porque debilitarían sus estructuras y estarían abonando el terreno para que los movimientos yihadistas se instalaran en ambos países. Recordemos en este sentido que Argelia ha tenido un problema muy grave con el yihadismo en los noventa, aunque haya sido de los pocos países capaces de contenerlo. Y Marruecos ha tenido sus casos en determinadas zonas, y aún hoy se dan ciertos movimientos, pero es cierto que está mucho más controlado. Además, Rabat está más afianzado con el respaldo de Estados Unidos en la disputa del Sáhara Occidental, un hecho que rema en contra de los intereses argelinos. En cualquier caso, hay que evitar a toda costa la escalada armamentística o un aumento de las tensiones.

En ‘Visión global’ sigue de cerca precisamente el fenómeno yihadista en el Sahel. ¿Cómo se puede atajar la crisis en la región? ¿Más recursos para los Estados u optimizar los que llegan?

La solución al problema del yihadismo no es solo militar, aunque parte de ella lo sea. Esta pasa por desarrollar los países en los cuales se asientan. El fenómeno siempre aprovecha zonas descontroladas donde la gobernanza no existe y hay carencia de recursos e infraestructuras. Por eso, en el momento en que aparecen estos grupos terroristas y proveen servicios mínimos y cierta seguridad, la gente los reconoce como sus gobernantes en detrimento del Gobierno. Para resolverlo se debe apoyar a todos los niveles. Desarrollo militar, para que sean ellos los que combatan al yihadismo, y económico, luchando contra la corrupción. Cuanto más desarrollada sea una región o un país, menos probabilidades de que se vea sometido por la amenaza yihadista.

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Dando un salto en el mapa y en su libro llegamos a Oriente Medio, donde profundiza en el rol regional de Irán. ¿Qué han cambiado los Acuerdos de Abraham para el país? ¿Ha convertido la nueva dinámica de alianzas en un todos contra Teherán?

Más que un todos contra uno, te diría que es una forma de neutralizar esa amenaza que significa Irán. Se le está aislando. En este sentido, la cuestión palestina ha sido el argumento principal que ha esgrimido Teherán para activar a sus milicias afines y conseguir sus propios objetivos. Pero los países árabes, en su mayoría con grandes recursos, se han dado cuenta de que no puede estar permanentemente atados a una cuestión, la palestina, de enorme complejidad, y que es mejor apostar por la estabilidad.

Otro de los temas, prácticamente desconocido y a su juicio determinante a medio-largo plazo, es el Ártico. Hace unos meses escribió para Atalayar una serie de reportajes al respecto. ¿Qué supone este escenario y qué aspiraciones tiene Rusia? 

El Ártico es la siguiente pantalla. Ahora estamos en la de Ucrania y cuando acabe la siguiente va a ser el Ártico. Estamos hablando de la mayor fuente de recursos naturales sin explotar que queda en el mundo. En el caso de que se pueda abrir una ruta, constituiría todo un avance capaz de acortar las rutas de transporte marítimo del mundo como nunca se había visto. Y Rusia está en eso, en desarrollar los sistemas para poder explotar los recursos, en conseguir dar carta de naturaleza o legalidad a la zona mayoritaria que le corresponde. Y esto nos lleva al Pacífico, porque esa ruta desembocaría allí. No deja de ser una cuestión de control de rutas marítimas y materias primas. 

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En el ‘Visión global’ comentas que, cuando podría haber empezado a ganar relevancia, la cuestión del Ártico quedó relegada a un segundo plano por el surgimiento de la COVID-19. 

Efectivamente, antes de la pandemia salieron algunas informaciones al respecto. Pero Rusia no tiene prisa. El Ártico quizá no es un tema para mañana, y tendrán que ponerse en marcha varios avances para que se ponga el foco en esa región. Son varios los actores que la tienen en reserva, sobre todo por el tema de los recursos. Cuando comiencen a escasear, será otra película. De momento tenemos por delante el tema de Ucrania.

Turquía y el Mediterráneo ocupan buena parte de su análisis. Como residente y gran conocedor del país, ¿cuál es su percepción de la crisis económica que atraviesa y cómo puede influir esta en los ambiciosos planes geoestratégicos del presidente Erdoğan?

La crisis es acuciante, yo la estoy viviendo de primera mano. Pero es cierto que la agenda de Erdoğan es clara y sigue firme pensando que, a medio plazo, esa agenda es la que va a hacer que el país se afiance en el plano económico y avance. El gran aprendiz de Rusia es Turquía. Ankara desarrolla su doctrina Patria Azul, que bebe de la Doctrina Gerasimov. Un plan nacional que utiliza todos los recursos propios para acometerlo. Es una apuesta arriesgada, pero en Nagorno-Karabaj se demostró el papel preponderante para Turquía, por ejemplo. Y esta semana se ha ofrecido como intermediario entre Washington, Kiev y Moscú. Es más, Turquía le ha vendido drones de fabricación turca a Ucrania. Esto refleja que Erdoğan no quiere renunciar a tener un papel protagonista.

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Cerremos con una cita de su libro en la que cuenta que “trabaja en documentos cuyo destino no es otro que una memoria USB y un apartado de su archivo personal, al menos de momento”. ¿Cuál será su próximo paso? ¿Sacará algún día todos esos archivos guardados?

Estamos en ello. Todo lo hago en mi tiempo libre y mi familia me lo echa en cara, porque me lleva mucho. Por el momento, lo siguiente va a ser publicar este libro en inglés. Y tengo escrita también la segunda parte de ‘Visión global’, porque lo dividí entre la parte de geopolítica y el fenómeno terrorista, donde hago una recopilación de todos mis trabajos al respecto. Será para otoño, mientras tanto seguiremos publicando y sacando nuevos trabajos.

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