El presidente de Emiratos, principal promotor del boicot a Doha en 2017, impulsa el deshielo en las relaciones con su vecino del Golfo en el marco del Mundial de fútbol

Mohamed bin Zayed visita Qatar por primera vez desde el bloqueo

photo_camera PHOTO/@MohamedBinZayed - El emir de Qatar, Tamim bin Hamad al-Thani, recibe en el aeropuerto internacional de Doha al presidente de los Emiratos Árabes Unidos, Mohamed bin Zayed

Mohamed bin Zayed está en Qatar. El presidente de los Emiratos Árabes Unidos sorprendió a propios y extraños al aterrizar en la mañana del lunes en el aeropuerto internacional Hamad de Doha, una infraestructura de lujo ampliada en el marco de las reformas puestas en marcha por el pequeño país del Golfo para acoger el Mundial de fútbol. Nadie esperaba su llegada, a excepción del emir Tamim bin Hamad al-Thani, que aguardaba en la terminal para dejarse fotografiar con el gobernante emiratí y enviar así un mensaje de acercamiento en mitad del deshielo de sus convulsas relaciones bilaterales. 

“La visita se basa en los lazos de hermandad que unen a los dos países y a sus pueblos”, recoge la agencia estatal de noticias WAM. Según el medio oficialista emiratí, los líderes aprovechan la ocasión para discutir “los lazos bilaterales y las formas de mejorar la cooperación entre los dos Estados del Golfo”. Pero el desplazamiento de Mohamed bin Zayed, alias MBZ, es mucho más trascendental de lo que refleja la escueta nota publicada por WAM

Se trata de la primera visita oficial del presidente emiratí a Doha desde antes de 2017, año en que Emiratos impuso un bloqueo por tierra, mar y aire sobre Qatar junto a Arabia Saudí, Egipto y Bahréin. El diminuto país del Golfo quedó cercado por completo. Los cuatro aliados regionales, encabezados por Abu Dabi, decidieron romper entonces sus vínculos con Doha, a quien acusaban de respaldar a los regímenes turco e iraní y, sobre todo, de promover la agenda de los Hermanos Musulmanes en Oriente Próximo. 

Mohamed bin Zayed Tamim bin Hamad al-Thani

Emiratos, en consonancia con sus socios, consideraba —y considera— perjudicial la promoción del islamismo político que ha venido llevando a cabo Qatar desde el estallido de la Primavera Árabe a través de sus terminales religiosas, políticas, económicas y mediáticas. Desde Abu Dabi, Riad o El Cairo, especialmente tras el ascenso al poder del exministro de Defensa Abdel Fattah El Sisi, se percibía como una amenaza para la estabilidad de sus sistemas políticos la hoja de ruta desplegada por Doha. Sin embargo, el nuevo contexto geopolítico regional invita a reconfigurar la acción exterior de los Estados del Golfo. 

El áspero escenario en Afganistán, la retirada paulatina de Estados Unidos de la región, la guerra interminable en Yemen, la crisis económica propiciada por la COVID-19 y agravada por la invasión rusa de Ucrania o el polémico Mundial de Qatar han dado paso a una nueva etapa en la diplomacia de Oriente Próximo. Atrás queda el bloqueo sobre Qatar, amortizado en enero de 2021 tras la cumbre de Al-Ula. En el horizonte está ahora el reto de normalizar las relaciones entre Abu Dabi y Doha. 

Arabia Saudí y Egipto ya tiraron la puerta abajo con sus respectivas aproximaciones a Qatar. Uno y otro decidieron recuperar a sus representantes diplomáticos en Doha y reiniciar la cooperación en materia económica. No así Emiratos, que, de la misma forma que Bahréin, aún no ha nombrado embajador en la capital catarí a pesar de haber dado pasos hacia adelante como, por ejemplo, el restablecimiento de las conexiones aéreas. De hecho, si bien se produjo un tímido acercamiento con Qatar después de Al-Ula, las relaciones siguen siendo tensas. 

De nada parecen haber servido las declaraciones del principal asesor diplomático emiratí Anwar Gargash, quien dio por terminada la disputa con Qatar en diciembre de 2021 o los repetidos desplazamientos oficiales a Doha del asesor de seguridad nacional emiratí, Tahnoon bin Zayed, hermano del actual presidente, para tratar asuntos sensibles. También cayeron en saco roto los halagos del emir de Qatar al difunto presidente emiratí Jalifa bin Zayed Al Nahayan, sucedido en el cargo en mayo por Mohamed bin Zayed, así como el encuentro el marco de los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín, dos meses antes, entre el propio Tamim bin Hamad al-Thani y MBZ. 

Mohamed bin Zayed Tamim bin Hamad al-Thani

El hecho de que Emiratos se erigiera en el principal promotor del bloqueo sobre Qatar a escala regional ha venido obstaculizando el acercamiento con la plana mayor catarí, consciente de que el asedio habría continuado de no ser por Arabia Saudí, cuya presión diplomática fue remitiendo conforme el bloqueo dejaba de favorecer sus intereses. Sin Riad en la partida, la cruzada contra Doha dejaría de tener sentido. Sin embargo, durante la ruptura no se vio resentido el flujo de gas a través del gasoducto Dolphin, que conecta las reservas cataríes con Emiratos y Omán. Los hidrocarburos siguieron fluyendo. 

MBZ pretende aprovechar la ocasión para suturar las heridas. “La reconciliación con Qatar tras la histórica cumbre de enero de 2021 es un ejemplo de los cambios hacia un mayor pragmatismo en la agenda de política exterior de Abu Dabi”, escribe el analista Giorgio Cafiero en la revista Manara. “Como parte de los esfuerzos por reducir las tensiones con sus competidores, rivales y adversarios, Emiratos ha tratado de contener y gestionar las fricciones que se han producido entre Abu Dabi y Doha desde la década de 1990, especialmente en el periodo posterior a 2011”. 

Para Cafiero, los problemas entre Qatar y los Emiratos Árabes Unidos “eran de naturaleza ideológica, mientras que las tensiones entre Doha y Riad eran más estratégicas”

El Mundial de Qatar, el catalizador 

El fútbol también condiciona el tablero de juego. En una imagen que dio la vuelta al mundo, el recientemente designado primer ministro saudí, el príncipe heredero Mohamed bin Salman, se anudó al cuello la bufanda con los colores de Qatar durante la ceremonia inauguración de la Copa del Mundo de fútbol en Doha mientras apretaba las manos del emir Tamim bin Hamad al-Thani. El gobernante catarí devolvió el guiño cuando ondeó una bandera de Arabia Saudí durante el encuentro en el que los saudíes dieron la sorpresa y tumbaron a la Argentina de Leo Messi por 2 goles a 1. 

El presidente egipcio Abdel Fattah El Sisi también acudió a la inauguración a pesar de que su selección nacional ni siquiera disputa el torneo. Integró un palco de autoridades abarrotado en el que estuvo presente, en representación de Emiratos, el vicepresidente Mohammed bin Rashid Al-Maktoum, emir de Dubái, encargado en mayor medida de las cuestiones internas. En contraposición con los asistentes del resto de países de la región, Abu Dabi intentó marcar un perfil bajo durante la ceremonia. 

Y eso que los Emiratos Árabes Unidos están beneficiándose en términos económicos del Mundial. Centenares de aficionados se alojan en las principales áreas turísticas de Abu Dabi o Dubái aprovechando, en parte, la facilidad para desplazarse desde estos puntos hasta Doha, algo materialmente imposible en caso de que tuviera continuidad el bloqueo. De todo esto es consciente Mohamed bin Zayed, por eso el presidente emiratí apuesta por relanzar las relaciones en este contexto. 

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