El presidente del Parlamento libanés revalida por séptima vez el cargo y prolongará su mandato de 30 años

Nabih Berri, símbolo del reparto sectario del poder en el Líbano

photo_camera AFP/LOUAI BESHARA - Vallas publicitarias que representan a los líderes de los grupos chiítas del Líbano, Amal, el presidente del Parlamento, Nabih Berri (izquierda), y Hassan Nasrallah, en Beirut, el 14 de mayo de 2022, en vísperas de las elecciones parlamentarias

Con la mayoría más apretada desde que se presenta al cargo, Nabih Berri revalidó por séptima vez la presidencia del Parlamento libanés con el respaldo de 65 de los 128 diputados elegidos en los comicios legislativos del pasado 15 de mayo, un puesto que ocupa de forma ininterrumpida desde las últimas tres décadas y que, según el reparto sectario de las instituciones surgido de las cenizas de la guerra civil, está reservado para un musulmán chií.

El octogenario líder del Movimiento Amal sucedió en 1992 al histórico expresidente del Parlamento Hussein el-Husseini, quien fuera negociador del Acuerdo de Taif (Arabia Saudí) que puso fin al conflicto fratricida iniciado en 1975. Desde entonces, Berri ejerce un papel determinante en el tablero político libanés, sosteniendo el castillo de naipes del sistema como contrapeso de las distintas confesiones y fuerzas políticas.

Su reelección, esperada, fructificó en el plazo legal tras conseguir la mitad más uno de votos a favor en una sesión caótica que comenzó con polémica después de que Berri se abstuviera de leer las papeletas de los legisladores, en cuyo interior se escribieron duras acusaciones contra su figura y contra la coalición parlamentaria que ha respaldado su postulación, por ser uno de los principales responsables de la profunda crisis que atraviesa el Líbano.

Nabih Berri

Hijo de una familia de comerciantes, Berri nació en 1938 en Sierra Leona, donde sus padres emigraron para dejar atrás la precariedad del Líbano. De vuelta en la nación mediterránea, el longevo presidente del Parlamento se licenció en Derecho en la Universidad Libanesa y finalizó sus estudios en La Sorbona antes de ejercer la abogacía y trabajar en la judicatura. Una hoja de servicios que pronto le atrajo al mundo de la política.

No sería hasta que conociera al carismático Musa al-Sadr, el clérigo chií fundador del Movimiento de los Desposeídos, una organización que proveía servicios sociales a la marginada comunidad chií del Líbano que se convertiría después en el Movimiento Amal, que Berri aterrizaría en política. Amal, que significa “trabajo”, se hizo con las bases de la izquierda chií y puso a la religión en el centro de su doctrina. Hoy, el movimiento comparte espacio con el partido-milicia chií Hizbulá, una organización afiliada a Irán que ha creado un Estado paralelo en el Líbano con la que no siempre existió una buena relación.

Berri asumió en 1980 la dirección del Movimiento Amal, en plena guerra civil, siendo parte de la contienda sectaria que redujo a cenizas el Líbano. No discriminó a nadie y combatió contra todos, incluso contra Hizbulá, conocido como el ‘Partido de Dios’. El reelegido presidente se hizo entonces con el liderazgo de las milicias, erigiéndose en uno de los señores de la guerra más destacados del país. 

Una vez finalizada la guerra civil, Amal selló la paz con Hizbulá, estableciendo una relación de conveniencia que se dilata hasta la actualidad. Uno y otro han tejido redes clientelares en el sur del país que les ha permitido contar con un gran caladero de votos, sin embargo, en las últimas elecciones legislativas empezaron a acusar cierto desgaste como consecuencia de los años de corrupción y mala gobernanza. La situación económica tampoco remonta, y el hartazgo se hizo notar en las urnas.

"Aunque su estrategia política se ha anunciado durante mucho tiempo como una estrategia basada en el apoyo a las comunidades y en ponerse del lado de la clase trabajadora, en la práctica no ha cumplido sus promesas", explica el economista libanés de The Policy Initiative, un centro de investigación con sede en Beirut, y miembro no residente del Tahrir Institute for Middle East Policy, Hussein Cheaito. "Ha conseguido mucha riqueza y poder en poco tiempo, mientras que su circunscripción está sumida en la pobreza y la desigualdad económica".

Nabih Berri

El bloque chií conformado por Amal e Hizbulá perdió en mayo la mayoría parlamentaria que atesoraba antes de los comicios legislativos. Juntos ocupan 27 de los 128 escaños. Parte de culpa la tiene su ‘número dos’, Ali Hassan Khalil, que ocupó el Ministerio de Finanzas entre 2014 y 2020 y ha sido señalado como uno de los principales responsables del colapso económico. En cualquier caso, este bagaje no impedirá que los líderes mantengan su cuota de poder en la arquitectura institucional libanesa.

"Berri es también un protector del sistema financiero libanés", sostiene Cheaito. "Al comprometerse y permitir una economía de la deuda, Berri, junto con la clase política libanesa, llevó a la economía a su desaparición". "Por último, el partido de Berri, el Movimiento Amal, es un guardián clave de la justicia socio-económica. Han guardado un silencio absoluto y han participado en el estancamiento de las investigaciones sobre la explosión de Beirut", añade el economista libanés acerca de la mortífera explosión que tuvo lugar en el puerto de la capital el 4 de agosto de 2020 sobre la cual nadie ha asumido responsabilidades.

El reparto de poder sectario donde un cristiano maronita tiene reservada la jefatura del Estado; un musulmán suní, la jefatura del Gobierno; y un musulmán chií, la presidencia del Parlamento, no ha cambiado a pesar de las continuas exigencias de las nuevas generaciones. Como resultado del inmovilismo y la desbocada crisis económica, en 2019 estalló una revolución cuyos líderes han irrumpido ahora en la escena política. El movimiento social consiguió colar por primera vez en la historia a 13 diputados en la Cámara. Ahora el reto es hacer frente al dominio chií.

“El modelo de negocio de la guerra civil de 1975-90 se había basado en el apoyo material y político de actores externos que utilizaban el Líbano como escenario para disputar el equilibrio de poder regional”, sentenció en su último análisis Heiko Wimmen, analista del International Crisis Group.

Nabih Berri

Berri se perpetuará en la presidencia del Parlamento hasta que el tiempo o el desbloqueo de la parálisis institucional decidan. Considerado como la quintaesencia del sistema, el líder chií tiene un perfil que le convierte prácticamente en intocable. Es, en definitiva, una figura útil para Hizbulá por su carácter conciliador, lo que le permite ejercer de interlocutor válido con Arabia Saudí, Francia o Estados Unidos.

Pero Cheaito señala que "la reelección de Berri, en tiempos de crisis económica y bancaria, y tras la explosión de Beirut, marca el inicio de un período muy sombrío y oscuro para el Líbano. Su reelección es un síntoma de la fuerza y resistencia del régimen libanés contra todo pronóstico".

Desde antes de la explosión del puerto de Beirut, la nación mediterránea arrastra una crisis a todos los niveles sin precedentes. El país es un Estado fallido que necesita estabilidad para, en primer lugar, negociar ayudas con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El organismo quiere ver constituido con anterioridad un Gobierno funcional que pueda llevar a cabo reformas.

El hasta ahora primer ministro, Nayib Mikati, podría prolongar su estancia en el cargo. Antes, sin embargo, se prevén una serie de intensas negociaciones políticas. Lo que es seguro es que Berri presidirá por séptima vez un Parlamento atomizado y proclive al bloqueo institucional. Un bloqueo que se repetirá antes de las elecciones para relevar al presidente Michel Aoun previstas para finales de este año.

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