El nombramiento de un nuevo primer ministro y la creación de un equipo de Gobierno se complican tras la renuncia en bloque de todos parlamentarios iraquíes del Bloque Sadrista, incitados por su líder Muqtada al Sadr

Nuevo revés a la política iraquí: dimiten los 73 diputados de la fuerza más votada en el Parlamento

Iraqi Parliament Media Office via REUTERS - El reelegido para un segundo mandato como presidente del Parlamento Mohammed al Halbousi, Hakim al Zamili, que fue elegido como primer vicepresidente de Halbousi, y Shakhwan Abdulla, que fue votado como segundo vicepresidente, asisten a la sede del Parlamento en Bagdad, el 9 de enero de 2022

El panorama político iraquí, marcado por un estancamiento de más de 8 meses desde las elecciones legislativas anticipadas en octubre de 2021, se ha visto sacudido por un nuevo terremoto. Los 73 diputados miembro del Bloque Sadrista chií, la fuerza mayoritaria en el hemiciclo, anunciaron el pasado domingo su dimisión en bloque del Parlamento alentados por una misiva de su propio líder, el clérigo Muqtada al Sadr, acérrimo opositor de la injerencia tanto estadounidense como iraní en el país, que ya había advertido sobre esta decisión días antes. 

“Este es un sacrificio mío, por la Patria y por el pueblo, para librarlos de un destino desconocido, igual que hemos hecho sacrificios en otras ocasiones por la libertad, soberanía, seguridad, unidad y estabilidad de Irak”, recogía la carta enviada por Al Sadr a los diputados, según ha publicado la cadena kurdo-iraquí Rudaw. Y así, agradeciendo el “nacionalismo y la firmeza” del Partido Democrático del Kurdistán (PDK) y del Partido Progreso –suní –, aliados parlamentarios del Bloque Sadrista (Sayirún), Al Sadr aprovechó también para anunciar la ruptura de sus relaciones. 

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Además, el movimiento anunció el cierre de todas las instituciones y sedes afiliadas a Al Sadr en todo el país, a excepción de seis centros: el santuario y la oficina de Mohamed Sadiq al Sadr, el cuartel general de Muqtada al Sadr, la oficina de patrimonio, el museo y el proyecto al-Bunyan al Marsous.

Por su parte, el presidente del Legislativo y líder del Partido Progreso, Mohamed al Halbusi, afirmó haber hecho un “esfuerzo sincero y honesto” para evitar esta dimisión, pero Al Sadr, dijo, “ha preferido sacrificarse en vez de ser la causa de la parálisis del proceso”. Y es que, a lo largo de los últimos meses, el líder sadrista ha tenido que hacer frente a una implacable oposición por parte la otra alianza de partidos chiíes –proiraníes –, aglutinados en el Marco de Coordinación, que han impedido en tres ocasiones consecutivas la elección de un nuevo presidente nacional por falta de quórum. Un nombramiento que precede a la elección de un primer ministro, y a la posterior creación del equipo de Gobierno. 

“De acuerdo con las peticiones de Su Eminencia Muqtada al Sadr, aceptamos con reticencia las solicitudes de dimisión de nuestros hermanos y hermanas, los diputados del Bloque Sadrista”, ha publicado Al Halbusi a través de su cuenta de Twitter.

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Sin embargo, según varios analistas y politólogos iraníes, es necesario que los parlamentarios aprueben, por mayoría absoluta, la salida de los 73 diputados, aunque el presidente de la Cámara haya aceptado a las renuncias. “El parlamento aún necesita ratificar esto en una sesión pública que cuente con el quórum necesario”, ha explicado el politólogo iraquí Hamzeh Haddad, por lo que este movimiento podría no ser más que “otro teatro más de la política”. Además, la votación puede tornarse en un problema añadido a causa de las vacaciones parlamentarias previstas hasta el mes de agosto. 

¿Qué puede pasar de ahora en adelante? 

La dimisión del grupo parlamentario que ganó las elecciones legislativas generales del pasado mes de octubre ha tenido, como propósito principal, la reactivación de unas negociaciones que de verdad pongan fin a la parálisis política que sufre el país. No obstante, las alternativas que han resultado de este movimiento no parecen dar garantías de que esto vaya a suceder en el corto plazo

Uno de los posibles escenarios ahora sería la repartición de los escaños que hasta el momento habían pertenecido a los diputados sadristas. Estos pasarían a ser para la segunda formación más votada en cada uno de los distritos electorales, cambiando los equilibrios políticos y beneficiando, entre otros, a la alianza Marco de Coordinación, aunque seguiría sin garantizarse la mayoría absoluta de ninguna fuerza política. 

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La segunda alternativa pasaría por la disolución del Parlamento y la celebración de unas nuevas elecciones anticipadas. Lo que significaría que la decisión tomada por Al Sadr no habría servido de nada para romper el estancamiento parlamentario. 

Ante esta disyuntiva, el presidente iraquí, así como el primer ministro interino del país, Mustafa al Kadhemi, y el líder del Legislativo, han pedido a través de un comunicado conjunto que todas las fuerzas políticas “unan sus filas” con el propósito de “alcanzar una solución real y realista garantizando la unión y la reconciliación entre todas las partes del país”

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Un tablero político complicado

Hasta el momento, el objetivo del Bloque Sadrista se había enfocado en la creación de un Gobierno de mayoría parlamentaria, para lo que contaba con el apoyo del Partido Democrático del Kurdistán y del Partido Progreso. Pero la alianza de 155 escaños no alcanzaba la mayoría absoluta necesaria para liderar el Parlamento de 329 diputados. 

“Sadr llegó al punto de aceptar la amarga realidad de que es casi imposible formar un gobierno lejos de los grupos respaldados por Irán”, sostuvo el exparlamentario chií e investigador en la Universidad de Bagdad, Ali Moussawi, para el medio Noticias del Mundo. Y es que, en un principio, la victoria sadrista despertó, entre muchos sectores de la población, la esperanza de que Irak pudiese alejarse de la injerencia iraní en el territorio. 

Sea como sea, cualquier Gobierno iraquí que alcance el poder deberá enfrentar una infinidad de desafíos que van desde una pobreza que alcanza a más de 41 millones de personas, hasta la corrupción y la dependencia petrolera de Teherán, pasando por la debilidad de las instituciones y las consecuencias de la guerra. Y mientras, la propia formación de ese Gobierno seguirá siendo un reto en sí mismo, en tanto que tiene como punto de partido un acuerdo entre la amalgama de fuerzas que componen el Legislativo para garantizar que: el primer ministro será un musulmán chií, el presidente del Parlamente, un suní, y el presidente del Gobierno, kurdo.

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