Una investigación preliminar apunta a que la fuente de infección se encuentra en el consumo de agua contaminada del río Éufrates y su empleo para el riego de cultivos

Preocupación ante un brote de cólera en la región kurda del norte de Siria

PHOTO/AFP - Una mujer infectada por el cólera recibe tratamiento en un hospital de la ciudad septentrional siria de Alepo el 11 de septiembre de 2022. - El cólera se contrae generalmente a través de alimentos o agua contaminados, y provoca diarrea y vómitos

Las advertencias de la comunidad internacional, que lleva años avisando sobre el peligro de brotes de importantes enfermedades –controladas, hasta el momento– en una Siria azotada por más de diez años de guerra y por las consecuencias del cambio climático, se han tornado ya en realidad. Desde finales del mes de agosto, las provincias sirias de Alepo y Deir al-Zour se han convertido en los epicentros de un nuevo brote mortal de cólera. Una enfermedad que no se registraba en el país desde el año 2009. 

Según ha explicado el Coordinador Residente y Humanitario de la ONU para la República Árabe Siria, Imran Riza, al menos ocho personas han perdido la vida a causa de la enfermedad, y cerca de 1.000 han reportado síntomas de la misma entre el 25 de agosto y el 10 de septiembre, cuando el Ministerio de Salud sirio declaró el brote de manera oficial, tras confirmar 15 casos en la provincia de Alepo. “La epidemia constituye una grave amenaza para la población de Siria y para toda la región”, advirtió Riza. Por eso “es necesario actuar de manera urgente para evitar más contagios y más víctimas [en las 14 provincias que conforman el país]”.

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Pedimos a todas las organizaciones y organismos nacionales e internacionales [...] ayuda para a concienciar contra el cólera y proporcionar medicinas y suministros médicos a los hospitales y los centros médicos en la región de Deir al Zur”, pedía la oficina de Asuntos de Organizaciones Humanitarias de la provincia controlada por la alianza kurdo-suní, Fuerzas Democráticas Sirias (SDF, por sus siglas en inglés), en un comunicado difundido a través de las redes sociales.

La mayor parte de los casos sospechosos (casi el 75%) han sido registrados en la provincia de Alepo, al norte del país, seguida por Deir al-Zour (con más del 20%), Ar-Raqqa, Al Hasakeh, Hama y Lattakia. Sin embargo, y según Sana, la agencia de noticias estatal de Damasco, el número oficial de casos confirmados por laboratorio apenas supera los 60. 

Una población sin acceso al agua

Las infraestructuras de agua sirias eran ya deficientes antes del comienzo de la guerra civil de 2011. Ahora, más de una década después, las consecuencias del conflicto y los efectos climáticos (que han profundizado la escasez de agua potable) han dejado sin acceso directo a fuentes de agua segura a gran parte de la población del país, cercana a los 5 millones de habitantes. Según datos de UNICEF, dos de cada tres plantas de tratamiento de agua en el país, la mitad de las estaciones de bombeo y un tercio de las torres de agua han resultado dañadas por la guerra; y, a día de hoy, cerca de la mitad de los sirios dependen de fuentes de agua alternativas, mientras la mayor parte de las aguas residuales no se tratan. 

Esta situación ha empujado a muchos habitantes sirios a hacer uso directo de las aguas residuales del río Éufrates –que atraviesa la mayor parte de las gobernaciones afectadas– tanto para el consumo diario como para regar los campos de cultivos. Y aquí podría encontrarse el foco de la epidemia. Varios expertos y observadores han advertido de que, si la bacteria Vibrio cholerae estaba presente en las aguas del río, esta habría causado la infección aguda al ser bebida de manera directa o ingerida a través de alimentos contaminados, provocando fuertes diarreas y vómitos, cefaleas, hipotensión y altas fiebres. Algo que ya han confirmado los primeros análisis en los laboratorios.

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Así, la aparición de este brote como un indicador de inequidad no hace más que arrojar nueva luz sobre una situación que asola al país desde hace ya varios años. Y es que las cosas no son muy diferentes en Idlib, por ejemplo, provincia norteña ocupada por grupos islamistas y vinculados a Al-Qaeda. La región alberga cientos de campos de refugiados que vieron obligados a desplazarse durante el conflicto civil, y estos se han convertido testigos frecuentes de brotes de enfermedades vinculados a la mala calidad del agua. 

El programa WASH

Ante la emergencia de la situación, el Ministerio de Salud sirio, en estrecha coordinación con la Organización Mundial de la Salud (OMS), UNICEF y una amplia red de socios sobre el terreno, se encuentra llevando a cabo programas de vigilancia y alerta temprana, de prevención y de respuesta, como la iniciativa WASH (“Agua, Saneamiento e Higiene”, por sus siglas en inglés). 

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Además, se han movilizado importantes suministros de salud, como la entrega de más de 4.000 pruebas diagnósticas o de líquidos intravenosos y sales de rehidratación oral, en regiones y establecimientos donde se han reportado la mayor parte de los casos sospechosos. Al tiempo que las actividades de cloración –para desinfectar el agua– y el transporte de agua limpia y segura pretenden servir para sustituir el uso de agua contaminada. 

A estas medidas “urgentes” solicitadas por la ONU, se suma la colaboración de líderes locales y voluntarios para formar a los trabajadores sanitarios y a los ciudadanos sitios en las buenas prácticas de higiene y el reconocimiento temprano de los síntomas. 

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