El presidente iraní recibe en Teherán a sus homólogos ruso y turco para discutir la situación en Siria con la mirada puesta en reforzar sus relaciones comerciales y militares

Putin se apoya en Erdoğan y Raisí para resguardarse de las sanciones occidentales

SPUTNIK/KONSTANTIN ZAVRAZHIN - El presidente ruso Vladímir Putin a su llegada a Teherán, Irán, el 19 de julio de 2022

Es la tercera vez que Vladímir Putin abandona Rusia desde que el 24 de febrero diera comienzo la invasión de Ucrania. Tras visitar Turkmenistán y Tayikistán, el presidente ruso ha aterrizado este martes en Teherán para asistir a la cumbre bajo el formato de Astaná, una reunión trilateral destinada a resolver las disputas en Siria, donde ha coincidido con el líder turco, Recep Tayyip Erdoğan, y de nuevo con el presidente iraní, Ebrahim Raisí, con quien se vio hace unas semanas en la capital turkmena de Asjabad. Se trata de una oportunidad de oro para reforzar el papel exterior del Kremlin en mitad del aislamiento al que está siendo sometido por Occidente. 

Además del tablero sirio, la guerra en Ucrania, las relaciones bilaterales y los acuerdos comerciales o la reanudación del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés), el acuerdo nuclear con Irán firmado en 2015, han sido algunas de las cuestiones que han definido la agenda en un contexto marcado por la reciente gira por Oriente Próximo del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en la que cerró filas con Israel y limó asperezas con Arabia Saudí, némesis de Irán. Ahora, Putin aprovecha la ocasión para nivelar la balanza y marcar distancias.

Putin Raisí Erdogan
Los planes de Erdoğan en Siria

El presidente turco llegó a la capital iraní a última hora del lunes acompañado por una nutrida delegación de asesores políticos y económicos, y de varios miembros de su gabinete. El desplazamiento era importante. Uno de los objetivos de Erdoğan pasaba por recuperar los lazos comerciales y estratégicos con Irán tras el traspié provocado por las sanciones de EE. UU. y agravado por la pandemia. Y así ha sido. Ankara y Teherán han sellado un total de ocho acuerdos por valor de 30.000 millones de dólares para aumentar el volumen del comercio bilateral. 

Antes de la firma, el Líder Supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, había recibido al presidente turco en el aséptico cuarto del Palacio de Saadabad, en compañía de Raisí, para discutir los planes de Turquía en el tablero sirio. Ankara ha lanzado cuatro operaciones militares en el país vecino entre 2016 y 2020, y controla amplias zonas en el norte de Siria. Erdoğan proyecta ahora una nueva intervención. Pretende establecer una franja de seguridad de 30 kilómetros de profundidad que abarque las ciudades de Tall Rifat y Manbiy para expulsar a las milicias kurdas, a las que considera “terroristas” por sus vínculos con el proscrito Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).

Jamenei

Erdoğan podría actuar de forma unilateral, pero si quiere jugar sobre seguro necesita la aprobación del Kremlin, que tiene tropas desplegadas sobre el terreno pese a concentrar esfuerzos en el este de Ucrania. La postura de Irán es importante también porque, de la misma forma que Rusia y Turquía, está metido de lleno en Siria desde los primeros compases del conflicto, que estalló 2011 en el marco de la Primavera Árabe. Cada uno defiende intereses distintos. Mientras Moscú y Teherán sostuvieron el régimen de Bashar al-Ásad, Ankara presionó para desequilibrar a Damasco apoyando sin reservas al Ejército Libre Sirio, punta de lanza de la oposición. Pese a las distancias, las partes mantuvieron las relaciones. 

Aunque Rusia e Irán se oponen al enésimo órdago de Erdoğan en Siria. Al conocer sus planes de primera mano, Alí Jamenei mostró su rechazo a la intervención. “Cualquier ataque militar dañará a Turquía, Siria y toda la región, beneficiará a los terroristas y no concretará la esperada acción política del Gobierno sirio”, sentenció el veterano jefe de Estado iraní. “Los problemas de Siria deben resolverse mediante negociaciones, e Irán, Turquía, Siria y Rusia deben poner fin a este problema mediante el diálogo”, remató. La comunidad internacional teme una nueva desestabilización en el país ahora que al-Ásad goza de cierta estabilidad.

Erdogan Raisi
Turquía, a dos bandas

Erdoğan ha sabido sacar petróleo de las condiciones geográficas, religiosas, estratégicas y políticas de Turquía para convertir al país en un actor influyente en la escena internacional. A lomos de una diplomacia multivectorial, aunque evolucionando desde la “profundidad estratégica” acuñada por el exministro de Asuntos Exteriores y antiguo primer ministro, Ahmet Davutoğlu, y cimentada sobre la teoría de “cero problemas con los vecinos”, hasta el expansionismo militar, el líder islamista mantiene no sin dificultades una posición clave como aliado de la OTAN, pero al mismo tiempo como socio de Rusia e Irán. 

Esta estrategia le ha valido para reconciliarse con las monarquías del Golfo o acercarse de nuevo a Israel mientras conserva una buena sintonía con Irán. Y también le ha servido para erigirse como árbitro entre Rusia y Ucrania. En marzo, la diplomacia turca auspició la primera toma de contacto entre las partes desde el inicio de la invasión para desatascar un alto el fuego, pero la masacre de Bucha anticipó el final de las negociaciones en Estambul. La semana pasada, los funcionarios rusos y ucranianos volvieron a verse las caras en Turquía con el objetivo de desbloquear el grano varado en los puertos ucranianos, sin éxito.

Raisi Erdogan

En el marco de la cumbre trilateral en Teherán, Erdoğan trata de persuadir a Putin para que este permita las exportaciones ucranias y, con ello, alivie la hambruna que amenaza al continente africano y Oriente Próximo. El contexto se antoja complicado, más aún cuando ha trascendido que numerosas embarcaciones rusas y sirias han aprovechado la coyuntura para robar grano ucraniano y conducirlo hacia sus costas. Putin pretende avanzar posiciones en Ucrania para forzar concesiones en una hipotética negociación, en la que se espera que Ankara juegue un papel mediador, no se esperan concesiones. 

Rusia e Irán, ¿aliados?

Vladímir Putin aterrizaba a primera hora de la tarde en el aeropuerto internacional de Mehrabad, en Teherán, donde horas antes lo hacía su homólogo turco. A pie de pista le esperaba el ministro iraní de Petróleo, Javad Owji, encargado de recibir al presidente ruso. No ha sido casualidad. Horas antes trascendía la firma de un acuerdo entre la gigante energética rusa Gazprom y la Compañía Nacional de Petróleo de Irán (NIOC, por sus siglas en inglés) por valor de 40.000 millones de dólares. La mayor inversión extranjera en la historia en la industria petrolera iraní, según el CEO Mohsen Khojastehmehr.

En pleno aislamiento diplomático, económico y comercial con Occidente, Rusia busca tejer alianzas en diferentes latitudes para contener la sangría provocada por las sanciones. Las condiciones de Irán son ostensiblemente peores, con una economía asolada desde hace años por las restricciones impuestas desde Washington y Bruselas. La cooperación beneficiaría a ambos. Además, Teherán es un avezado a la hora de esquivar las sanciones y exportar petróleo de forma subrepticia, unos métodos que servirían al Kremlin para evadir responsabilidades en futuras operaciones. El problema, sin embargo, es que sus economías despuntan en los mismos sectores, por lo que el comercio bilateral se complica. Sobre el papel, son competidores naturales. 

A favor del acuerdo nuclear

La reactivación del JCPOA parecía inminente a principios de año tras el abandono unilateral del acuerdo por parte de Estados Unidos, emprendido en 2018 por el expresidente Trump. La Administración Biden había hecho del pacto nuclear el centro de su política exterior después de la abrupta retirada de Afganistán, confiado de revalidar la conquista de Obama en 2015. Sin embargo, la agresión rusa de Ucrania y el posterior enfriamiento de las relaciones entre Washington y Teherán tras los sucesivos encontronazos con Israel dificultaron la consecución del acuerdo.

Putin Raisí

Por de pronto, Biden rechaza de plano levantar la denominación de “organización terrorista” que pesa sobre la Guardia Revolucionaria, aunque ello signifique romper las negociaciones, una cuestión más simbólica que material, pero que irrita al régimen de los ayatolás. El demócrata ha endurecido su mensaje, distanciándose de una resolución política, especialmente tras la gira regional que le llevó por Jerusalén y Yeda. Mientras, Teherán alimenta su maquinaria para desarrollar armas nucleares, un escenario que nadie desea, ni siquiera sus socios más próximos. 

Rusia puso palos en las ruedas del JCPOA al exigir que su comercio con Irán quedara exento de las sanciones occidentales desencadenadas por su invasión de Ucrania. Turquía, por su parte, no forma parte del grupo 5+1 que acordó el pacto nuclear con Irán en 2015. En cualquier caso, ambos ven con buenos ojos la reanudación del acuerdo siempre y cuando se alivien las sanciones impuestas a Teherán. Erdoğan se pronunció a favor del JCPOA, de la misma forma que el asesor diplomático del Kremlin, Yuri Ushakov. Los tres, con sus diferencias, han sabido asociarse. 

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