Bagdad declara el toque de queda en todo el país tras el asalto de los seguidores saadristas al Palacio Presidencial y al del Gobierno poco después de que el clérigo chií anunciase su “retirada definitiva” de la política iraquí

Repunte de la tensión en Irak tras la dimisión de Muqtada al-Sadr

photo_camera AFP/ALI NAJAFI - Muqtada al-Sadr, líder de la milicia iraquí y clérigo musulmán chiíta

Cada vez más cerca de que se cumpla un año de crisis política en Irak, la multitud que ha permanecido acampada frente al Parlamento durante cuatro semanas, exigiendo la celebración de unas elecciones anticipadas, se ha movilizado de nuevo. En esta ocasión para tomar la sede del Gobierno interino y el Palacio Presidencial, que se encuentra ubicado dentro de la conocida como “Zona Verde” desde la invasión de Irak del año 2003. La zona más segura de toda la capital iraquí, completamente rodeada por muros que rematan en alambres con púas, donde, además del Palacio Presidencial, se encuentran también las principales oficinas del Poder Judicial y la embajada estadounidense.

El motivo de la nueva escalada del descontento popular ha venido, en esta ocasión, de la mano de la renuncia del clérigo chií, líder del Movimiento Saadrista, Muqtada al-Sadr. “Ya había decidido no intervenir en los asuntos políticos”, recogía un comunicado publicado por el líder de la fuerza parlamentaria más votada en el país, a través de su cuenta de Twitter, “pero ahora anuncio mi retirada definitiva y el cierre de todas las instituciones del Bloque”, a excepción de las instituciones religiosas y culturales, que permanecerán abiertas.

El anuncio de Al-Sadr incluía, además, duras críticas contra sus opositores políticos, a los que acusó de no escuchar los llamados a una necesitada reforma. “Todas las partes [incluyendo el Movimiento Saadrista]” deberían renunciar a sus cargos gubernamentales para contribuir a resolver la crisis cuanto antes, afirmaba el líder chií hace tan solo unos días, y aquellos “que han formado parte del proceso político” desde el año 2003 “no deberían participar más en la política iraquí”. 

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Sin embargo, debido a los antecedentes del clérigo chií, son varios los analistas que han considerado que esta podría ser, solamente, otra de las estrategias de Al-Sadr para obtener una mayor influencia contra sus rivales. “Esta renuncia llega en un momento en que la crisis política en Irak alcanza unos niveles muy elevados”, decía el periodista Mahmoud Abdelwahed. “Se puede leer en términos de decepción y de frustración en el seno del Movimiento Saadrista, pero, por otro lado, también podría leerse como un intento de intentar presionar más a sus rivales”.

Y es que, este lunes, cientos de seguidores de Al-Sadr escalaron los muros de la Zona Verde e irrumpieron en el Palacio Presidencial y en el Palacio del Gobierno por primera vez desde el inicio de la crisis política, en protesta por la dimisión del clérigo, y exigiendo nuevamente la disolución del Parlamento y la celebración de elecciones anticipadas. Los vídeos difundidos hasta el momento por las redes sociales muestran el uso de disparos con munición real, que, según varios informes, han sido realizados por las Fuerzas de Movilización Popular (PMF) respaldadas por Irán, y han dejado múltiples víctimas. 

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Pero no es la primera vez que los saadristas se hacen con el control de unas instalaciones estatales. La entrada de cientos de iraquíes afines a Al-Sadr en el Parlamento del país, hasta en dos ocasiones durante el pasado mes de julio, impidió el nombramiento de un nuevo presidente y un nuevo primer ministro por parte de las formaciones opositoras. 

A estas se seman también las protestas contra el Consejo Supremo de Justicia (CSJ) y el Tribunal Federal de Irak en los últimos días, que –presionados por Al-Sadr para exigir la disolución del Parlamento– suspendieron temporalmente su actividad, a modo de denuncia por las amenazas recibidas. Algo que no hizo más que agudizar la gravedad de una crisis que ya mantenía al país con un Parlamento completamente paralizado y un Ejecutivo interino, pero que, parece, llevará al Tribunal Federal a reunirse, este martes 30 de agosto, para decidir si esta petición se encuentra dentro de sus competencias. 

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Un toque de queda total

Ante esta situación, y mientras la UNAMI (Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Irak, por sus siglas en inglés) advertía de que esta escalada de las tensiones, “especialmente peligrosa”, “podía poner en juego la supervivencia del Estado iraquí”, el Comando de Operaciones Conjuntas anunciaba el inicio de “un toque de queda en la capital, Bagdad, que incluye a todos los vehículos y a todos los ciudadanos a partir de las 15:30 hora local de hoy, lunes”, a través de un comunicado oficial, pero sin indicar la fecha de fin de esta medida. 

Sin embargo, la gravedad de la situación y las manifestaciones multitudinarias –también en el sur– han terminado por llevar a las autoridades iraquíes a extender el toque de queda integral, en “todas las provincias del país”, hasta nuevo aviso. Las sesiones del Ejecutivo, por su parte, también han sido suspendidas según las declaraciones del primer ministro en funciones, Mustafá al-Kadhimi.

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El ‘impasse’ iraquí 

Desde que Muqtada al-Sadr se hiciese con 73 de los 329 escaños del Parlamento iraquí, el pasado mes de octubre, el país no ha conseguido –ni desde una facción política, ni desde otra– alcanzar un acuerdo para elegir a un presidente y a un primer ministro. En un primer momento, el Movimiento Saadrista, junto a sus aliados parlamentarios, sí que pareció acercarse a este nombramiento, más el bloque de las fuerzas chiitas opositoras proiraníes evitó que las votaciones salieran adelante. Ante esta parálisis, Al-Sadr pidió a sus parlamentarios, en junio, que dimitiesen en bloque, y, desde entonces, parece que su cometido principal es el de lograr una nueva convocatoria de elecciones. Ya que se niega a negociar con los grupos proiraníes la elección de los jefes de Estado y Gobierno. 

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Desde la salida de Estados Unidos en 2011, Al-Sadr se ha convertido en el único símbolo de poder inquebrantable en un Irak siempre al borde del conflicto. Por lo que ahora, su “definitiva retirada” parece reavivar los temores de una nueva guerra civil.

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