En la guerra por el control de la información, el Kremlin está mezclando las técnicas medievales más deleznables con los modernos bots prorrusos que inundan las redes sociales de noticias falsas sobre la invasión de Ucrania

Rusia y la propaganda del terror

ATALAYAR/MARÍA SENOVILLA - Avenida principal de Kozacha Lopan, donde los ocupantes rusos exhibían los móviles de los ucranianos que torturaban

En la avenida principal de Kozacha Lopan, cerca del Ayuntamiento, un álamo negro permanece en pie entre los edificios bombardeados y calcinados por las explosiones. Es grande, el árbol más grande de toda la calle. Y cada vez que pasan por delante de él alguno de los pocos habitantes que quedan en la ciudad lo mira conteniendo la respiración.

El árbol no parece tener nada especial que justifique esas miradas de atención. Nada resulta extraordinario, hasta que te acercas a unos pocos metros. Es entonces cuando ves que, en lugar de hojas y ramas, de su corteza brotan varios teléfonos móviles.

Son terminales muy básicos, de los que sólo sirven para llamar y enviar SMS, y están atornillados al tronco del álamo con enormes argollas que la lluvia del otoño ha oxidado. Los soldados rusos que ocuparon Kozacha Lopan –durante seis meses– requisaron estos teléfonos a sus dueños después de torturarlos salvajemente.

Entre palizas, violaciones, agujas clavadas debajo de las uñas y otras atrocidades, algunos vecinos de Kozacha Lopan terminaron confesando que informaban por teléfono sobre las posiciones rusas o el sobre el número de soldados que había en la ciudad. Entonces, los rusos usaban sus móviles como trofeo para dar a conocer al resto del pueblo que habían logrado arrancar una confesión más.

Cada uno de los móviles que se exhibían atornillados a la corteza del álamo era una advertencia de lo que le sucedería a todo aquel que colaborase con el Ejército ucraniano pasando información. En la época medieval –de la que parecen haber salido los torturadores del Kremlin– se colocaban cabezas humanas clavadas en picas, para recordar quién mandaba en el feudo. En el siglo XXI, los ocupantes rusos clavan teléfonos móviles en los árboles.

María Senovilla
ATALAYAR/MARIA SENOVILLA – El árbol de Kozacha Lopan donde los ocupantes rusos clavaban los teléfonos permanece intacto como prueba de los crímenes de guerra que cometieron allí
Rusia en la onda

El árbol del terror no es el único soporte empleado por Putin para difundir su propaganda prorrusa dentro de Ucrania. El día que Rusia bombardeó de forma masiva las centrales eléctricas de Ucrania, provocando un apagón generalizado, en el centro de Járkiv se podía sintonizar la radio rusa con más claridad que cualquier emisora local.

Y no se trataba de emisoras rusas normales, de las que escucha la población de la Federación, si no de estaciones de radio FM que el Kremlin creó –hace más de un año– para retransmitir la propaganda rusa a la población ucraniana. Para ello, colocó repetidores de gran potencia en la frontera de Járkiv y del Dombás, y diseñó un contenido específico para los oyentes del otro lado.

Obviamente se sintonizan mejor cuánto más cerca se está de la frontera. Pero, curiosamente, ahora tienen más alcance cuando hay cortes de electricidad. Llegando incluso, como contábamos, hasta Járkiv capital –situada a más de 40 kilómetros de Belgorod–.

Se trata de emisoras como “Járkiv Z” o “Radio Life”. Y sus contenidos son música rusa, llamamientos constantes dirigidos a civiles y militares para que se rindan, y propaganda disfrazada de noticia. Algunas de estas noticias, que esta periodista de Atalayar tuvo ocasión de escuchar desde la radio del coche cuando bordeaba la frontera con Rusia, prometían “pisos nuevos, construidos por la Federación Rusa y con muchas habitaciones, para todo aquel cuya casa haya resultado dañada durante los bombardeos”.

Desde el Gobierno de Zelenski trabajan para reconectar la radio y la televisión ucranianas en todos los territorios que van siendo liberados, pero la prioridad es reconstruir la infraestructura eléctrica y los canales de suministro de calefacción, por lo que aún tardarán un tiempo en completar la tarea.

Mientras, los ucranianos liberados que aún continúan escuchando la propaganda de los ocupantes a través de las ondas han pedido a los voluntarios que les lleven receptores de Onda Media para poder sintonizar emisoras nacionales.

María Senovilla
ATALAYAR/MARIA SENOVILLA – Periódicos rusos repartidos en Kozacha Lopan durante los seis meses de ocupación que vivió este pueblo ucraniano
Si quieres pan, cómete la propaganda

Junto a la radio, hay otros medios de comunicación tradicional que el Kremlin emplea para hacer llegar sus mensajes. Hasta Kozacha Lopan también llegaban periódicos rusos durante los meses de la ocupación. Diarios que, al igual que la radio, estaban escritos específicamente para los lectores ucranianos.

Aunque lo más retorcido no era el hecho de que disfrazaran su propaganda con el aspecto de un periódico, lo más retorcido era la forma en la que se obligaba a la gente a llevarse el periódico en cuestión: los rusos lo repartían junto con la poca comida que llegaba. Si querías una barra de pan, tenías que llevarte el periódico también.

En el Ayuntamiento de la ciudad, su alcaldesa, Ludmila Vakulenko, ha guardado algunas de estas publicaciones y otros restos de la propaganda rusa con la que también les “bombardearon” desde marzo a septiembre. En esos meses, Ludmila se encargaba de repartir la ayuda humanitaria, siempre escoltada por soldados rusos, y también tenía que aguantar en primera persona su adoctrinamiento.

“Uno de mis mayores temores es que pensaran que yo era colaboracionista”, reconoce la alcaldesa. Ella tuvo que tratar con los soldados rusos, pero asegura que en ningún momento cooperó con ellos, sólo se aseguró de que sus vecinos –el 30 por ciento que quedó– recibieran la comida. “La mayor parte de esta comida era ayuda humanitaria ucraniana, pero los rusos me obligaban a repartirla con sus panfletos”, sentencia.

Las noticias que pueden leerse en algunos de los ejemplares que la alcaldesa ha conservado hablan de los avances que iban haciendo las tropas de Putin en Járkiv y el Dombás. Destacando hitos como la conquista de Lisichansk y otras ciudades que fueron tomadas antes del verano.

Pero también se aseguraban de convencer a los ucranianos de las bondades de la Federación Rusa, con reportajes que explicaban que “los derechos de los refugiados están protegidos en Rusia”. Bajo el titular “Rusia está aquí para siempre. La bandera rusa une a las personas” pretendían que su mensaje calara entre la población a la que estaban torturando y asediando.

María Senovilla
ATALAYAR/MARIA SENOVILLA – Interior de un aula de uno de los colegios de Balakliya, que estuvo ocupado por las tropas rusas, donde se han encontrado dibujos propagandísticos
Reeducación infantil

Otro de los pilares en los que se sustenta la propaganda rusa es la educación. Adoctrinar a los más pequeños es una buena estrategia, aunque –por suerte para los niños de Ucrania– en los territorios de Járkiv que estuvieron ocupados no pudieron impartir su “programa docente” durante mucho tiempo.

Aún así, los soldados del Kremlin llevaron libros de texto “adaptados” a la nueva realidad que querían enseñar –en ruso y reescribiendo la Historia– a muchas escuelas de las ciudades ocupadas. Propaganda para niños, con lecciones que versaban sobre la “gran reunificación de Crimea con la Federación Rusa” o sobre “el extremismo y el terrorismo que sacudió Ucrania en 2014”.

Algunos maestros ucranianos colaboraron con las tropas rusas y, aunque no hubiera clases presenciales en la mayor parte del país, repartieron por las casas de los escolares estos libros. Desde la Fiscalía de Járkiv han denunciado que "los ocupantes intentaron rusificar a los estudiantes, erradicando cualquier rasgo de la identidad ucraniana; ellos querían comenzar el año escolar en las ciudades y pueblos ocupados de la región de acuerdo con los programas rusos y los estándares educativos del estado agresor”.

En la ciudad de Balakliya, la secretaria de una de las escuelas muestra para Atalayar las aulas en las que los soldados rusos estuvieron viviendo seis meses. “Aquí se suspendieron las clases presenciales cuando nos invadieron, pero ellos ocuparon los colegios y los usaron como cuarteles”, explica Lylia.

En una de las aulas del colegio, nos enseña un inquietante dibujo que aún permanece en la pizarra. Un soldado ruso con alas de ángel recibe una flor de una niña ucraniana. Justo encima puede leerse “24 de febrero. Tarea de clase”. Ese día ya no llegaron a impartir clases allí, y la mayoría de los niños huyeron hacia el oeste. Pero los soldados que ocuparon el pueblo hicieron ese dibujo.

“Durante todos esos meses, cuando interactuaban con la población local, los soldados rusos decían cosas como que era importante que los niños ucranianos aprendieran a cantar el himno de la Federación”, añade Lylia.

María Senovilla
ATALAYAR/MARIA SENOVILLA – Lylia, secretaria del Liceo Número 3 de la ciudad ucraniana de Balakliya, ocupada por las tropas rusas durante medio año

Cuando las tropas de Putin huyeron, dejaron allí sus libros. Lo que no dejaron fueron los dispositivos electrónicos del centro. Desde ordenadores a proyectores. Robaron absolutamente todo.

El otro Ejército ruso: los bots

Lejos del frente de combate, se está librando otra guerra por el control de la información, o mejor dicho, de la desinformación sobre la invasión de Ucrania. Y al contrario de lo que está sucediendo en Járkiv o en Jersón, en este otro frente de combate Rusia va ganando.

El Kremlin ha invertido mucho tiempo y dinero en tejer una red de “satélites ideológicos” a través de la cual lanzar su mensaje más allá de sus fronteras. Uno de los satélites más conocidos es Russia Today, el canal de noticias del Kremlin en español.

Con grandes delegaciones –en las que trabajan comunicadores con sueldos por encima de la media– ubicadas en países como Argentina, México o Venezuela, y cuya labor es amplificar el mensaje de la Federación Rusa tanto en televisión como en redes sociales, disfrazan nuevamente de noticia su propaganda.

Todo está estudiado. Desde el lenguaje que emplean, hasta el fichaje de periodistas de cierto renombre para dar credibilidad al mensaje. Referirse siempre a la guerra en Ucrania como “operación especial”, reescribir los acontecimientos históricos, e incluso presentar como víctima al invasor alegando que en Ucrania se está promoviendo la “rusofobia”. Todo vale.

De forma paralela a Russia Today, también existe un ejército de pseudo influencers prorrusos que trabaja sin descanso en las redes sociales. Desde Twitter a TikTok, pasando por YouTube. En algunos casos están pagados, y en otros aspiran a estarlo, por lo que son tremendamente activos. Su función es inundar estas plataformas –a través de las cuales se informa la mayor parte de la gente joven– de mensajes prorrusos y anti-OTAN. Además de atacar a aquellos perfiles que denuncian los crímenes de guerra que Rusia está cometiendo en Ucrania.

Son los denominados bots. Y han logrado sembrar tal cantidad de ruido en las redes sociales que han conseguido que el lector poco especializado dude sobre los hechos que están sucediendo, o incluso sobre si la invasión de un país soberano como Ucrania está justificada. Los bots replican la propaganda rusa como si fuera información veraz, y pueden desacreditar informaciones reales a base de publicar miles de mensajes repitiendo la mentira.

La de Ucrania es una guerra del siglo XX que se está librando en el siglo XXI, con las nuevas tecnologías representando un papel importante. Por eso, la batalla por el control de la información se disputa tanto en los medios tradicionales, como en los nuevos canales online –donde, por cierto, la propaganda es mucho más difícil de identificar–.  

Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato