El presidente Kais Saied eleva el nivel de alerta en la línea fronteriza

Túnez, en guardia ante el recrudecimiento de los combates en el oeste de Libia

photo_camera PHOTO/AP - Soldados tunecinos patrullan en las afueras de Ben Guerdane

La guerra civil en Libia provoca efectos desestabilizadores en toda la región del norte de África. Por extensión, también está afectando notablemente a regiones colindantes, como el Mediterráneo oriental, el Sáhara e, incluso, la franja del Sahel. Los países vecinos observan el desarrollo del conflicto con especial preocupación.

En el punto actual de la contienda, las miradas se concentran en la frontera entre Libia y Túnez. A lo largo de los últimos días, el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA, por sus siglas en inglés) de Fayez Sarraj ha lanzado una ofensiva coordinada que le ha permitido recuperar para sí todo el litoral occidental del país, desde Trípoli hasta la línea divisoria del territorio tunecino. 

Las tropas militares del GNA patrullan entre Sabratha y Surman, cerca de la frontera entre Libia y Túnez

La campaña, en la que es probable que los drones facilitados por Turquía hayan desempeñado un papel decisivo, ha permitido a los combatientes del GNA arrebatar a sus contrincantes del Ejército Nacional Libio (LNA) varias localidades de gran valor estratégico, como Surman, Sabratha y Ras Jedir. Este último municipio está ubicado en la frontera con Túnez.

La proximidad de los combates ha propiciado que el Gobierno del presidente Kais Saied se ponga en guardia. La Administración tunecina ha decretado el incremento del nivel de alerta en toda la zona de separación entre los dos países. En total la línea que separa los dos países se prolonga más de 450 kilómetros.

Un tanque de las fuerzas de seguridad tunecinas es visto a través de la ventanilla de un coche en Dhiba por el paso fronterizo entre Túnez y Libia

Si la situación ya era delicada antes del movimiento realizado por el GNA, con una guerra en marcha, es previsible que el riesgo crezca todavía más. Las dos partes han enviado efectivos a la zona para reforzar sus posiciones, de modo que cabe esperar nuevos combates en los próximos días.

Por una parte, Fathi Bashagha, ministro del Interior del GNA, ha asegurado que funcionarios del Ministerio del Interior van a empezar a ser desplegados en todo el litoral occidental con el objetivo de poner en marcha las instituciones designadas como direcciones de seguridad. Igualmente, contribuirán a establecer una presencia permanente de un cuerpo de Policía que mantenga el orden público. 

Un vehículo blindado para personal de fabricación turca circula por una calle de la ciudad costera libia de Surman el 13 de abril de 2020

Por otra, parece bastante claro que Trípoli espera una nueva acometida del LNA. De hecho, la administración de Tobruk -donde tiene su sede el poder paralelo detentado por Haftar- había transferido recientemente el llamado batallón Tormenta (‘Storm Battalion’, en inglés) al frente occidental. Hasta ahora, esta unidad de combate había estado combatiendo en la línea de frente al sur de la capital. Es probable que, una vez que reagrupe sus fuerzas, el LNA lance una ofensiva para recuperar el terreno que ha perdido y, así, poder volver a cerrar el cerco sobre Trípoli.

La victoria momentánea del GNA en el oeste de Libia puede tener dos consecuencias importantes que incumben a Túnez. Por una parte, podría concederle a Sarraj una conexión directa con un Gobierno que le ha hecho guiños en el pasado. Por otra, mientras el GNA mantenga el control del litoral occidental, la amenaza de seguridad para Túnez puede incrementarse sensiblemente.

Las tropas militares del GNA patrullan entre Sabratha y Surman, cerca de la frontera entre Libia y Túnez
La relación de Túnez con el GNA

Lejos de la postura firme adoptada por Marruecos o Argelia, que han defendido sin ambages el diálogo y no se han involucrado explícitamente a favor de ninguno de los dos bandos, la posición de Túnez en el conflicto libio ha quedado teñida de una sombra de sospecha en los últimos meses. 

La política del presidente Saied ha sido, cuanto menos, dubitativa. A mediados del pasado febrero, cuatro buques con bandera turca atracaron en el puerto de La Goulette, el más importante de Túnez, con importantes cargamentos de armas y munición a bordo destinados a equipar a las tropas del GNA.

El presidente tunecino Kaïs Saied, en la ceremonia de juramento del nuevo gobierno en el Palacio de Cartago en las afueras de la capital, Túnez, el jueves 27 de febrero de 2020

Más recientemente, el partido islamista Ennahdha -en la práctica, soporte parlamentario de la Jefatura del Estado- ha sido acusado de entablar negociaciones con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan para facilitar la entrada de combatientes a través del país.

En efecto, la corriente del islamismo político ha sido el principal nexo entre las administraciones de Túnez y Trípoli. La influencia de los poderosos Hermanos Musulmanes se deja sentir en los dos territorios. El conflicto libio es también una guerra de ideologías y el GNA de Sarraj representa los intereses de la Hermandad. Esta es una de las razones por las que Turquía y Qatar se han involucrado tan activamente en su soporte bélico y económico.

El líder del GNA Fayez Sarraj
La cuestión de seguridad

Desde luego, Túnez no puede situarse al mismo nivel que los dos países mencionados anteriormente en términos de su grado de implicación. Precisamente, el hecho de que su primera reacción haya sido reforzar sus fronteras parece indicar que las autoridades del país tampoco se encuentran demasiado cómodas con los milicianos del GNA a sus puertas.

Es lógico. Entre las filas gubernamentales, figuran más de 5.000 mercenarios desplegados por Turquía que proceden directamente de la guerra de Siria. Gran parte de ellos se formaron en la órbita de organizaciones terroristas de etiología yihadista, como el Frente al-Nusra y Daesh. Desde luego, representan un peligro que Túnez no puede ignorar. De hecho, hay antecedentes sobre la amenaza planteada por los yihadistas con base en Libia.

Una señal de carretera muestra la dirección de Libia cerca del cruce fronterizo de Dhiba (Túnez)

En los años que transcurrieron después de la caída de Muamar Gadafi, el territorio libio pasó a ser un campo de operaciones prácticamente sin oposición. Organizaciones afines a Daesh, como Ansar al-Sharia, consiguieron tomar partes importantes del país. Sus fronteras se transformaron en coladeros, lo que contribuyó a un aumento casi sin precedentes de la inestabilidad hacia el sur, en la franja del Sahel. Esta circunstancia también dejó su impronta en Túnez.

Este país, tradicionalmente uno de los más seguros y resilientes frente al terrorismo yihadista, se convirtió en el blanco de varios ataques que dañaron considerablemente su sector turístico, uno de sus motores económicos más importantes. En la memoria colectiva de Túnez, quedan atentados como el del Museo del Bardo, en el que 24 personas fueron asesinadas, y el de los balnearios de Susa (39 fallecidos). Ambos fueron perpetrados en 2015, coincidiendo con la época de máximo esplendor de Daesh, y por miembros de Daesh con pasado en Libia. 

Guardias de honor tunecinos junto a un monumento en homenaje a 12 guardias de seguridad presidenciales muertos en una explosión suicida perpetrada en noviembre de 2015, en el primer aniversario del atentado

Por aquellas fechas, las regiones meridionales del país limítrofes se convirtieron en un punto de entrada de terroristas muy importante. Las organizaciones criminales supieron aprovechar la porosidad de las fronteras parar infiltrar sus activos en Túnez.

En la actualidad, la realidad del terrorismo yihadista en Túnez está algo más controlada, pero, cada cierto tiempo, rebrota. Hace poco más de un mes, a principios del pasado marzo, dos motoristas se inmolaron frente a la Embajada de Estados Unidos en la capital. Aunque fueron detenidos por una patrulla de seguridad, la explosión mató a uno de los agentes. Más adelante, se comprobó que el material que emplearon en la operación había llegado a través de la frontera libia.

Guardias de honor tunecinos junto a un monumento en homenaje a 12 guardias de seguridad presidenciales muertos en una explosión suicida perpetrada en noviembre de 2015, en el primer aniversario del atentado

Más recientemente, las fuerzas del orden desmantelaron una célula que había jurado lealtad a Daesh y tenía planeado atentar durante el mes de Ramadán. Además, según el diario Asharq al-Awsat, las autoridades policiales tunecinas han estado realizando investigaciones en las últimas semanas en las que han incautado armas y explosivos procedentes del país vecino, muchos de ellos de fabricación turca.

Por todo ello, el Gobierno tunecino se ha visto en la obligación de incrementar los niveles de seguridad en su frontera oriental. La proximidad de las tropas del GNA, con todo lo que ello implica, supone un factor que podría terminar por desestabilizar un país que no termina de culminar la transición política iniciada tras la caída de Ben Ali.

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