Tebboune visita Francia a principios de mayo ante la cuestión urgente de los emigrantes
Durante su visita de Estado a Francia en los diez primeros días de mayo, el presidente argelino Abdelmadjid Tebboune tendrá que pasar la formidable prueba de la cuestión de los inmigrantes ilegales. A pesar de toda la indulgencia que muestra hacia su homólogo argelino, el presidente francés Emmanuel Macron no puede eliminar este tema candente de las discusiones previstas entre ambas partes.
Por parte francesa, se están preparando con mucho tacto aquellos temas que molestan y que las autoridades argelinas prefieren dejar pudrir porque su tratamiento parece embarazoso. Empezando por el "alquiler de la memoria" y terminando por los inmigrantes clandestinos, la posición francesa sobre el "Sáhara Occidental", objeto del antiguo conflicto argelino-marroquí, y el expediente de los opositores argelinos residentes en Francia.
Haciendo del "reconocimiento de los crímenes coloniales" el nudo gordiano de las relaciones argelino-francesas, la parte argelina ha intentado atrapar a París a largo plazo haciéndole sentir culpable de los sangrientos crímenes de los que la Francia colonial fue responsable a lo largo de los 132 años de ocupación. A veces se habla de reconocimiento de los crímenes de guerra. A veces se pide un arrepentimiento o un indulto. En Argel, la gente no sabe realmente lo que quiere. Como prueba, el propio Parlamento argelino se negó a debatir la cuestión cuando un grupo parlamentario propuso un proyecto de ley sobre la criminalización del colonialismo en 2017.
Incluso cuando el presidente francés Emmanuel Macron, en un intento de apaciguamiento, propuso una redacción conjunta de la historia de la colonización, los argelinos rehuyeron. Mientras que Benjamin Stora, historiador francés nacido en Argelia, fue designado por Emmanuel Macron para representar a Francia en esta tarea común, el representante argelino, Abdelmadjid Chikhi, un hombre que nunca ha escrito una sola publicación y que no tiene ninguna relación con la historia, brilló por su silencio. Se contentó con criticar el informe de Benjamin Stora, considerándolo "poco objetivo". Y Argel retomó su vieja cantinela reprochando la ausencia de "reconocimiento oficial por parte de Francia de los crímenes contra la humanidad perpetrados durante los 130 años de ocupación de Argelia". Lo que debía aliviar las tensiones, como esperaba Macron, acabó por aumentarlas.
En realidad, escribir juntos la historia no podía entusiasmar a los gobernantes argelinos, ya que no se trata de una tarea populista que pueda atraer la atención de la opinión pública argelina para obtener la legitimidad que constituye un verdadero complejo para un régimen político-militar que está fracasando a todos los niveles. Es necesario un golpe espectacular cuyo resultado pueda exhibirse con orgullo como un trofeo obtenido en una dura batalla susceptible de dar a estos dirigentes la imagen de héroes que golpearía la imaginación de la población.
Al final, los generales argelinos y su secuaz civil, Abdelmadjid Tebboune, no ganaron un solo trofeo, sino veinticuatro. Sí, veinticuatro cráneos que se expusieron en el Musée de l'Homme de París y que, según se decía, pertenecían a resistentes argelinos de los primeros años de la colonización.
La repatriación de los cráneos en julio de 2020 se llevó a cabo a bombo y platillo y los medios de comunicación argelinos hicieron correr ríos de tinta y saliva sobre este acontecimiento. En el aeropuerto al que acudió para dar la bienvenida a los veinticuatro cráneos, el presidente argelino Abdelmadjid Tebboune derramó una lágrima captada por las cámaras de la televisión argelina. La emoción era máxima. La repatriación de los cráneos fue presentada como el mayor logro de la Argelia independiente. Nada menos. Una segunda victoria contra Francia.
Desgraciadamente para el poder político-militar, la alegría duró poco. En octubre de 2022, el New York Times, del que se hicieron eco los mayores diarios franceses, Le Monde, Le Figaro, Le Parisien y Libération, se apresuró a revelar la verdad.
De los veinticuatro cráneos repatriados, sólo seis fueron claramente identificados como los de resistentes decapitados en el siglo XIX durante la colonización francesa. "Los demás no lo son, o son de origen incierto", subraya el New York Times, y se hacen eco de ello los principales periódicos franceses. Llegan a decir que son cráneos de bandidos y criminales franceses guillotinados. La vergüenza cayó sobre Argel, que se había regodeado unos meses antes. Se decidió entonces no decir nada sobre este escándalo. Ni la parte oficial ni la prensa, descrita por la población como sometida al Estado, dirían una palabra.
Peor aún, el ministro francés de Cultura, interrogado por un diputado en la Asamblea Nacional, aseguró que los cráneos no habían sido devueltos a Argelia, sino prestados por un periodo de cinco años. Así pues, no hubo restitución, sino préstamo a un museo argelino. También en este caso hubo silencio en Argel. Interrogado sobre el tema por un periodista en Orán, al margen de una conferencia sobre historia, el ministro de los Antiguos Muyahidines (Combatientes), con un gesto de la mano, borró las revelaciones de la prensa internacional, afirmando que "los cráneos eran los de los combatientes de la resistencia y que no había motivo para polémicas".
Tebboune no sacará a relucir este escándalo en su próxima visita a París. Actuará como si no hubiera pasado nada. Un escándalo que habrá que silenciar para no exponer a los dirigentes argelinos a la venganza popular. Ya no se evocará el episodio de las calaveras. Ya está olvidado.
Pero lo que resulta más escandaloso, sobre todo cuando se discute con la antigua potencia colonial, es la afluencia masiva de argelinos a esta Francia tan "poco querida" en el discurso propagandístico del régimen. Miles de ellos, de todas las categorías sociales y de todas las edades, huyeron de Argelia a bordo de barcos de la desgracia, arriesgando sus vidas. Si en el pasado el fenómeno del "harga" (inmigración clandestina en magrebí) se limitaba a jóvenes ociosos, hoy son familias enteras, ejecutivos entre los que se encuentran periodistas, médicos y abogados, los que forman parte de las tropas que invaden las costas españolas antes de proseguir su viaje hacia Francia.
Por supuesto, este fenómeno afecta también a marroquíes y tunecinos, además de a subsaharianos. Pero, a diferencia de los emigrantes de los países vecinos, los argelinos proceden de un país inmensamente rico en recursos naturales: gas, petróleo, hierro, fosfato, manganeso, oro, etc. Por consiguiente, la huida de los argelinos explica perfectamente la mala gobernanza de un país marcado por el gran número de antiguos ministros, generales del Ejército, hombres de negocios y altos funcionarios del aparato del Estado que se encuentran en diversas prisiones civiles y militares del país. Todos ellos están encarcelados por enriquecimiento ilícito y malversación de fondos públicos.
Es la imagen de un país de ladrones y maleantes que han empobrecido al pueblo la que Tebboune devuelve a sus interlocutores franceses al abrir el expediente de los emigrantes ilegales. Se trata de una cuestión que las autoridades argelinas nunca desean plantear, pues temen la pregunta "¿qué han hecho ustedes con la independencia de su país?" que planeará sobre las discusiones franco-argelinas. Por supuesto, los franceses nunca se aventurarían a ofender a sus socios argelinos. Pero la pregunta se impondrá de manera implícita. Nos guste o no.
