Tres décadas después de las protestas en Tiananmen ya nadie le canta a la Diosa de la Democracia

Eloísa Cózar Navarrete

Pie de foto: Fotografía de archivo del 5 de junio de 1989, un hombre chino se encuentra solo para bloquear una línea de tanques que se dirige hacia el este por el Changan Blvd. de Pekín en la Plaza de Tiananmen en Jeff Widener, quien creó la imagen icónica del "hombre tanque", dice que es hora de que el gobierno chino "se aclare" sobre los sangrientos sucesos del 3-4 de junio de 1989. AP PHOTO/ JEFF WIDENER

Ya casi no quedan cánticos para la Diosa de la Democracia. La estatua blanca de más de diez metros de alto hecha de poliestireno que durante seis días comandó la plaza de Tiananmen en Beijing no ha vuelto a escuchar a los estudiantes entonar ‘el Himno de la Alegría’. Ni tampoco ‘La Internacional’. Erigida por los manifestantes frente al retrato de un siempre impasible Mao Tse Tung, esta escultura simbolizó del 29 de mayo al 4 de junio de 1989 los anhelos de toda una generación estudiantil: el fin de la endémica corrupción china y una reforma política troncal. También se manifestaron grupos de trabajadores que clamaban por el fin de las revolucionarias reformas económicas de Deng Xiaoping, pues consideraban que se alejaba de la idea concebida por Mao Tse Tung. La Diosa de la Democracia fue aplastada por los tanques desplegados hace treinta años por el Ejército de Liberación en la misma plaza, dejando huérfano de simbología al movimiento democrático y a las asociaciones estudiantes que se habían congregado para levantarla. 

A día de hoy, treinta años después de las revueltas, la plaza de Tiananmen se ha alzado como el epicentro de la capital china. Rodeada de avenidas peatonales, pasos subterráneos y franqueada por la Ciudad Prohibida, el Gran Palacio del Pueblo y el Mausoleo de Mao Tse Tung, cada día recibe a miles de visitantes curiosos que se deshacen en selfies con el retrato del exmandatario comunista. No es difícil imaginar, si se hace un esfuerzo, al líder proclamar la creación de la República Popular china en 1949, en una plaza que ahora está franqueada por un incesante dispositivo policial que se refuerza cada 4 de junio. No quedan rastro de la Diosa de la Democracia, pero sí del arrojo y la determinación del grupo estudiantil que clamaba por la evolución, el desarrollo y la libertad. 

Pie de foto: Fotografía de archivo tomada el 6 de junio de 1989 muestra a tanques y soldados del Ejército Popular de Liberación (EPL) vigilando la avenida Chang'an que conduce a la plaza de Tiananmen en Pekín, dos días después de su represión contra los estudiantes prodemocráticos. AFP/MANNY CENETA

La galopante y particular amnesia china

Si se echa un vistazo a los medios de comunicación nacionales chinos, ni en la agencia estatal Xinhua, ni en la cadena de televisión CCTV, ni en el más famoso periódico chino, el Diario del Pueblo, se puede encontrar un solo titular que haga referencia al trigésimo aniversario de los sucesos de Tiananmen. El órgano censor del Gobierno ha hecho un buen trabajo: noticias y reportajes en los que advierten a sus estudiantes del peligro de viajar a Estados Unidos, las recomendaciones del mandatario Xi Jinping sobre las ventajas del reciclaje y la clasificación de basura e incluso, algunas columnas dedicadas al fútbol internacional. Nada más. 

Únicamente los medios extranjeros se han hecho eco, algunos con más énfasis que otros, y han dedicado unas páginas a hablar de la noche del 3 de junio. El bucle de silencio y hermetismo que ha caracterizado a los movimientos del Gobierno chino con respecto a las movilizaciones de 1989 continúan a día de hoy, en un país en el que su población únicamente puede acceder a contenido informativo extranjero mediante previa conexión a una Red Virtual Privada (VPN). La educación en el país también se ha visto orientada a evitar hacer referencia a los sucesos, ¿conocen los menores de treinta años lo que sucedió en la concéntrica plaza de Beijing? Probablemente solo los que viven en grandes ciudades con más acceso a contenido extranjero o a artículos universitarios. 

Si bien el silencio o la puntual “amnesia” han sido el arma más eficaz para contrarrestar el propio conocimiento dentro de las fronteras chinas, algunos de sus dirigentes han llegado incluso a justificar lo acontecido, aludiendo a que las autoridades hicieron lo necesario para el buen devenir del país. Según ha publicado Reuters, el ministro de defensa chino, Wei Fenghe, ha dicho este domingo contestando a una pregunta formulada en el  Shangri La Dialogue en Singapur que la actuación gubernamental fue la decisión “correcta”, haciendo especial alusión a la “estabilidad” que ha alcanzado el país desde aquel año: “una movilización que desde el Gobierno de China necesitaban sofocar”. 

El portavoz del ministro de defensa, Wu Qian, también denunció la semana pasada el uso de la palabra “represión” para describir la respuesta de los militares a las protestas de 1989. EFE también ha recogido las palabras del portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, Geng Shuang, en la rueda de prensa diaria del día de hoy: “El tremendo éxito (económico del país asiático) muestra que la decisión que tomaron fue correcta”, “salvaguardó la estabilidad de China y su entorno, y el pueblo chino continuará avanzando por la senda del socialismo con características chinas”.

Mientras, la Unión Europea ha pedido este martes la excarcelación de los activistas detenidos y condenados por su participación en los sucesos. En un comunicado oficial, la Alta Representante de la Unión Europea, Federica Mogherini, ha expresado que: “La Unión Europea espera la liberación inmediata de los defensores de derechos humanos y abogados detenidos y condenados en relación con estos acontecimientos o con sus actividades para proteger el Estado de Derecho y la democracia”. Igualmente ha expresado el especial valor que otorga al reconocimiento de los sucesos y de los muertos en la represión: “El reconocimiento de estos sucesos y de los individuos fallecidos, detenidos o desaparecidos en relación con las protestas de la plaza Tiananmen es importante para las generaciones futuras y la memoria colectiva”.

Paralelamente, Estados Unidos también ha difundido un comunicado en el secretario de Estado, Mike Pompeo, llama a reconocer públicamente el número de muertos para “brindar consuelo a las muchas víctimas de este oscuro capítulo de la historia”. También ha llamado a liberar a los activistas que aún continúan presos, anotando que “cientos de miles de manifestantes en Pekín y otras ciudades de toda China sufrieron profundamente en su búsqueda de un futuro mejor para su país”. Ante esto, la Embajada de China en Estados Unidos se ha ocupado de demostrar su “fuerte descontento”, así como ha procedido a emitir una queja formal contra Estados Unidos por las declaraciones de su secretario, según ha declarado Geng Shuang y ha recogido EFE.   

Pie de foto: Cronología de los acontecimientos que condujeron a la mortífera represión en China contra los manifestantes en Pekín en 1989. Este año se cumple el 30º aniversario del evento. AFP/AFP

Del luto por la muerte de Yaobang a la cristalización de las revueltas

Lo que comenzó como una movilización estudiantil por la muerte del exsecretario general del Partido Comunista de China Hu Yaobang, acabó transformándose en la mayor revolución en pos de la democracia que ha vivido el gigante asiático. Yaobang, destacado reformista del ala más aperturista del Partido, había sobresalido en vida por su talante con los intelectuales y estudiantes, sobre todo en las manifestaciones que se sucedieron a finales de 1986. En diciembre de ese año, grupos de alumnos chinos salieron a la calle reclamando más libertades. En esa ocasión, las revueltas no fueron reprimidas por las fuerzas del orden. Las cada vez mayores concentraciones en las principales ciudades del país generaron un cisma que dividió desde dentro al partido comunista: por un lado, el líder de aquel momento, el propio Hu Yaobang, considerado por el otro sector como un burgués contrarrevolucionario que iba en contra de los ideales comunistas y, por otro, las líneas más conservadoras que tenían en aquel momento su cabeza visible en el entonces presidente del Gobierno, Deng Xiaoping. 

Yaobang se mostró a sí mismo como un luchador activo contra lo que consideraba que era la inercia el partido y el socialismo en China, logrando el respeto de estudiantes más reformistas. Tras las revoluciones de 1986 y las tensas conversaciones posteriores entre las dos divisiones de las esferas políticas chinas, Yaobang perdió su puesto en las filas del Partido, y con su marcha se evaporizaron las esperanzas de los jóvenes de conseguir un futuro diferente, próspero, libre y democrático para el país del gran dragón. 

En este punto resulta sencillo entender por qué los estudiantes salieron a la calle a rendir homenaje a Yaobang tras su muerte. Aquel 15 de abril de 1989, tres años después de las primeras protestas, las principales arterias de Beijing se llenaron de jóvenes que lamentaban la muerte de una de las cabezas visibles que daba esperanzas a un movimiento que se llevaba gestando meses. Aprovechando la movilización, los estudiantes emitieron una petición al Legislativo solicitando una reforma política que no fue escuchada. 

El Monumento de los Héroes del Pueblo de Tiananmen, donde se encuentran grabados los nombres de los principales líderes del movimiento socialista en China, se comenzó a llenar de flores y pequeños homenajes para Yaobang mientras los dirigentes hacían oídos sordos a las solicitudes en pos del cambio. Ante la falta de respuesta, los alumnos comienzan a boicotear las clases en unas protestas que se extenderían casi dos meses, hasta el 4 de junio. 

Pie de foto:  Fotografía de archivo tomada el 14 de mayo de 1989 muestra a estudiantes y personas reunidos en la Plaza de Tiananmen en Beijing, después de una huelga de hambre nocturna como parte de la protesta masiva pro-democracia contra el gobierno chino. AFP/CATHERINE HENRIETTE 

El ala dura del partido decide tomar las riendas en ese momento y Deng Xiaoping condena las manifestaciones por ser “agitaciones antipartido y antisocialistas” en una publicación emitida en el periódico estatal Diario del Pueblo’, declarándolas ilegales. Este movimiento provoca una reacción de los estudiantes, quienes se lanzan definitivamente a las calles un día después del anuncio, el 27 de abril. Aunque las protestas, al igual que sus seguidores, aumentan, la ineficiencia de las filas políticas por atender a sus peticiones recrudece los métodos. El 4 de mayo, más de 100.000 personas tomaron las calles pekinesas y el 13 de mayo, un total de 200 estudiantes comienzan una huelga de hambre sin ningún resultado. El 15 de mayo, el presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Mijaíl Gorbachov aterriza en la capital china sin ningún resultado y el 19 de mayo, el aperturista líder del Partido Comunista Chino, Zhao Ziyang, acude a Tiananmen para instar a los estudiantes a que abandonen la huelga de hambre.

Solo un día más tarde, el mismo Ziyang hacía oficial la imposición de la ley marcial en el país, permitiendo al Ejército el uso de la fuerza si las manifestaciones o huelgas continuaban, expresamente prohibidas días antes por el presidente Deng Xiaoping. La respuesta ciudadana no se hace esperar y esta vez son un millón de jóvenes los que marchan por Pekín, desafiando el nuevo orden. 

Con una Diosa de la Democracia ya erigida, el 3 de junio comienzan los enfrentamientos entre los manifestantes y los soldados que dejan a civiles muertos en varias localizaciones de Pekín. El 4 de junio, los accesos a la plaza se bloquean por las fuerzas militares: los disparos se suceden y no es hasta el día 5, cuando una figura se planta frente a la columna de los tanques que desfilaban por la plaza, que el fotógrafo Jeff Widener consigue inmortalizar, convirtiéndose la fotografía en uno de los iconos más representativos de unas protestas que cada año se recuerdan en todo el mundo, pero no en China.

A pesar de que no han sido publicadas cifras oficiales o exactas del número de muertos y heridos en los sucesos de junio de 1989, según como recoge el diario El País, telegramas del embajador británico en China en aquel año, Alan Donald, revelan que la cifra de asesinados en las protestas prodemocráticas podría elevarse hasta 10.000. Mientras, el silencio en torno al suceso sigue blindando la plaza, que continúa viviendo el 4 de junio como si nada hubiera pasado. 

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