Ankara podría estar presionando en favor de Trípoli como nexo energético entre África y Europa para mejorar su posición estratégica

Turquía, ¿detrás de la propuesta libia para albergar el gasoducto transahariano?

PHOTO/TURKISH GOVERNMENT - El ministro de Exteriores turco, Mevlüt Çavuşoğlu, y el primer ministro libio en funciones, Abdul Hamid Dbeibé, auspician la firma del Memorando de Entendimiento (MdE)

No faltan candidatos para acoger el gasoducto transahariano. El proyecto, valorado en 13.000 millones de euros, es suculento. Podría suministrar unos 30.000 millones de metros cúbicos de gas anuales a Europa, según las primeras estimaciones. Dobla prácticamente la cantidad de gas importada de Rusia en 2021 por los miembros de la Unión Europea. Su puesta en marcha supondría una alternativa sólida al gas ruso, cuya dependencia ha mermado la capacidad de acción de los aliados continentales tras la invasión de Ucrania. 

El plan fue propuesto por primera vez hace algo más de cuatro décadas. En 2009 se firmaron algunos acuerdos entre países, pero no fructificó. Esta vez, con Europa sumida en una crisis energética sin precedentes, el proyecto para construir el gasoducto transahariano vuelve a cobrar sentido. Eso explica que Nigeria, el país con las mayores reservas energéticas de África y principal promotor del plan, haya reiniciado los contactos para poner en funcionamiento el conducto cuanto antes, en tiempo récord. Bruselas pide velocidad de crucero para tener todo listo en un plazo de dos años. 

Falta trazar la ruta. Sobre la mesa hay dos propuestas viables, según los expertos. La primera es de Argelia y la segunda, de Marruecos. Nigeria ha firmado ya un Memorando de Entendimiento (MdE) con uno y otro, enzarzados a perpetuidad sobre el contencioso del Sáhara Occidental y rivales por la hegemonía en el Magreb. Las relaciones bilaterales están rotas formalmente desde agosto de 2021. Por eso, más allá de las condiciones geográficas, es incompatible que ambas iniciativas puedan coexistir o converger en algún punto. Solo puede quedar una.

El gasoducto, promovido por la Oficina Nacional de Hidrocarburos y Minas de Marruecos (ONHYM) y la Corporación Nacional de Petróleo de Nigeria (NNPC) conectará a los dos países y tendrá una extensión de más de 7.000 kilómetros de largo PHOTO/ARCHIVO

Argel parte con ventaja. La extensión de la infraestructura es menor que la propuesta por Rabat, y solo necesitaría atravesar Níger, columna vertebral del MdE tripartito firmado en julio. Por su parte, la propuesta marroquí incluye a una docena de países, los del golfo de Guinea más Mauritania, Senegal o Gambia, entre otros. Demasiados actores, en su mayoría bastante inestables. Es cierto que la insurgencia yihadista sacude desde hace años los cimientos de Níger, pero la crisis, aunque acusada, es en mayor o menor medida manejable. Todavía no se ha tomado una decisión firme. 

Pero Libia se ha colado contra todo pronóstico en las quinielas para albergar el gasoducto transahariano. El Gobierno de Unidad Nacional (GUN) reveló en septiembre que había presentado formalmente su candidatura a Nigeria durante la cumbre ministerial de la Organización Africana de Productores de Petróleo (por sus siglas en inglés, APPO). Así lo anunció en rueda de prensa el titular de Petróleo libio, Mohamed Aoun, cuyo Ministerio había puesto en marcha meses antes “estudios técnicos y económicos sobre la viabilidad del proyecto”, según adelantó el portavoz del Ejecutivo en funciones, Mohamed Hammouda. 

Las condiciones de partida, al menos desde una perspectiva geográfica, serían más rentables que las contempladas en la propuesta argelina. La distancia se vería recortada en aproximadamente mil kilómetros y solo sería necesario cruzar Chad, un país también amenazado por el yihadismo y la crisis política reabierta tras el golpe de Estado de Mahamat Déby. Menos distancia se traduce en menos costes y plazos de construcción. Y ello, a su vez, en un precio de gas más bajo. Estas características convierten la propuesta libia en factible.

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Pero existen grandes escollos por superar en esta ruta. Primero, la inestabilidad política que asola el país desde el derrocamiento en 2011 de Muamar Gadafi. Libia es desde entonces un erial. La actual división institucional y la duplicidad de administraciones, una en el oeste con sede en Trípoli y otra en el este con sede en Tobruk, dinamitan cualquier oportunidad de desarrollo. La ruptura entre el Gobierno de Unidad Nacional (GUN) de Abdul Hamid Dbeibé y el Gobierno de Estabilidad Nacional (GSN) de Fathi Bashagha, aliado del presidente del Parlamento Aguila Saleh y el general Jalifa Haftar, es total. 

La presencia de mercenarios rusos del Grupo Wagner en Libia también pone en jaque los planes de Trípoli. La PMC del Kremlin controla gran parte de las instalaciones petroleras e impide el acceso del Gobierno de Dbeibé a las explotaciones. Actúan en favor del Ejército Nacional Libio del general Jalifa Haftar, su anfitrión en suelo libio. El analista Robert Uniacke escribe en Foreign Policy que su presencia “sitúa al Kremlin como un saboteador en estos cálculos futuros, o al menos como una carta a jugar en las negociaciones”. 

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No es ni mucho menos descartable que Rusia use su capacidad de desestabilización para sabotear el gasoducto transahariano en caso de que Libia consiga ver aprobado su proyecto. Más aún teniendo en cuenta que su puesta en marcha se traduciría en una clara alternativa al gas ruso, que aún fluye con cuentagotas hacia Europa. A este factor se suma la presencia de militantes afiliados a Daesh en el extremo sur de Libia, un área que la infraestructura también debería atravesar. Allí se producen de forma habitual atentados contra las Fuerzas de Seguridad, aunque la normalidad se intenta abrir paso. 

Con todos los datos sobre la mesa, la empresa parece complicada. Pero Trípoli no está solo en esta campaña de persuasión, sino que tendría de su lado a Ankara, de acuerdo con el diario panárabe Al Arab. El círculo de Recep Tayyip Erdoğan podría estar presionando a Abuya para ver cumplidos los planes del Gobierno de Unidad Nacional (GUN) de Dbeibé. El sector empresarial turco podría verse beneficiado de un proyecto que convertiría al vasto país magrebí en el nexo energético entre África y Europa. Palabras mayores. 

Argelia tiene bastante avanzadas las negociaciones y es poco probable que dé su brazo a torcer. Menos aún en esta materia, aunque existan relaciones fluidas entre la cúpula argelina y el Gobierno de Unidad Nacional de Dbeibé. Argelia venía de respaldar al Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN) de Fayez al Sarraj y antes, a los islamistas. También mantiene buenas relaciones con la Turquía de Erdoğan, pero aquí existen intereses cruzados insalvables.

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La alianza entre Ankara y Trípoli quedó reforzada tras la visita diplomática del lunes que se saldó con la firma de un Memorando de Entendimiento (MdE) para la exploración de los hidrocarburos, dando a entender una consolidación de su apoyo al Gobierno interino de Dbeibé, pero en realidad “Turquía no está de acuerdo con el tiempo que lleva el primer ministro en funciones en el poder”, explica Jalel Harchaoui, especialista en Libia y miembro asociado del Royal United Services Institute (RUSI). Turquía juega así a dos bandas, mantiene contactos con las dos facciones para no irritar a sus socios internos y externos. 

Harchaoui subraya que Turquía “actúa en función de las necesidades de Erdoğan”. El presidente necesita capital político para ser reelegido en las próximas elecciones, y las encuestas no son favorables para el líder islamista. Este tipo de acuerdos “mejoran su imagen”, opina el analista en conversación con Atalayar, y es que, entre otras cosas, “Libia es realmente útil para Turquía, especialmente desde una óptica nacionalista”, añade. 

El MdE suscrito lunes por las partes colocaba al empresariado turco en primera línea para aprovechar los vastos recursos energéticos de Libia, tanto en la superficie marítima como en la terrestre. “De momento, nada se ha hecho de momento para favorecer a las compañías turcas”, matiza Harchaoui. En un futuro hipotético, si se resuelve la fractura institucional y el Gobierno de Dbeibé toma de nuevo el control de la Compañía Petrolera nacional (NOC, por sus siglas en inglés), es probable que así sea. En caso de aprobarse el plan libio para el gasoducto transahariano, Ankara sacaría partido porque, entre otras cuestiones, “Dbeibé no puede negarse a ningún acuerdo. No está en posición de decir que no por su posición de vulnerabilidad”, sentencia el analista. 

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