El presidente de la Federación de Rusia durante casi dos décadas, Vladímir Putin, así como su enturbiado y misterioso ascenso al poder desde el KGB, se han convertido en el centro de atención tras el estallido del conflicto ucraniano

Vladímir Putin, del KGB al Kremlin

REUTERS/DENIS SINYAKOV - Un participante lleva una pegatina con la palabra "¡Obedece!" durante una protesta de la oposición en la plaza de la Revolución, en el centro de Moscú, el 26 de febrero de 2012

Yumashev: “Putin quiere vengar 'la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX': la caída de la Unión Soviética”

El presidente de la Federación Rusa, Vladímir Vladimirovich Putin, ha sido, desde los albores de su primer mandato en el año 2000, una figura enigmática y opaca. Inescrutable ante las miradas de la prensa, Putin alcanzó el poder de manera muy diferente a cómo lo hicieron sus predecesores. En tanto que unos alentaron cruentas revoluciones, y otros esperaron, pacientemente, su ascensión en el politburó comunista; justo antes de la entrada del nuevo siglo, Vladímir Putin recibió el Kremlin sobre una bandeja de oro que no sujetaba otro que Boris Yeltsin. 

Desde entonces, el actual presidente ruso no se ha alejado del liderazgo de la Federación más que para ocupar, entre los años 2008 y 2012, la presidencia del Gobierno Federal de Rusia –lo que equivale al cargo de primer ministro– debido a las restricciones constitucionales sobre los mandatos presidenciales. En estas más de dos décadas, Rusia ha podido ver cómo los sectores económico y militar experimentaban un gran crecimiento, y cómo un intenso sentimiento nacionalista reaparecía entre gran parte de los ciudadanos del país, motivado, principalmente, por los discursos del eclíptico mandatario.  

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A día de hoy, la ofensiva del Ejército ruso contra Ucrania ha vuelto a atraer todas las miradas hacia el discreto presidente, al tiempo que buena parte del pueblo ruso podría estar comenzando a cuestionarse si las medidas de Vladímir Putin –que ponen la “seguridad nacional” de la Madre Rusia por encima de cualquier otra cuestión– siguen siendo legítimas. 

Un origen humilde 

Por complicado que pueda resultar imaginarse a un Putin que ahora se codea con los grandes oligarcas del mundo, como un humilde niño pequeño, los primeros años de la vida del presidente estuvieron profundamente marcados por la escasez y la pobreza. Nacido el 7 de octubre de 1952, Vladímir no llegó a conocer a sus hermanos mayores, que fallecieron años antes, durante la Segunda Guerra Mundial, y pasó gran parte de su infancia y adolescencia en un apartamento comunal de la ciudad de Leningrado –actual San Petersburgo –, donde convivía con su padre, Vladímir Spirdonovich Putin; su madre, María Ivanovna Putina; y otras tres familias. 

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El pequeño Putin estuvo caracterizado por una rebeldía innata hasta que, en palabras del propio mandatario para una entrevista de la CNN, la película “El escudo y la espada”, que vio la luz en Leningrado a finales de la década de los 60, despertó en él una enorme voluntad de convertirse en un espía soviético. “Parecía tan inalcanzable, como volar a Marte”, expresó el presidente para el medio estadounidense. Además, el hecho de que su padre, hubiese sido un antiguo oficial de la Marina Soviética condecorado por su servicio en la defensa de Leningrado, pudo haber influido también en los anhelos del joven. 

Desde entonces, Vladímir se entrenó a fondo en el judo (deporte en el que ostenta el cinturón negro) y el sambo (una mezcla entre la lucha libre y el judo), al tiempo que finalizaba sus estudios primarios en la Escuela Nº193, frente a su casa, y posteriormente el grado en Derecho en la Universidad Estatal de Leningrado. De hecho, su paso por la carrera de abogacía le permitió conocer a Anatoly Sobchak, el entonces profesor que, más tarde, se convertiría en su mentor político.

En 1975, Putin se graduaba en Derecho con honores gracias a una tesis sobre la política estadounidense en el continente africano.  

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Un traductor en Dresde, República Democrática de Alemania (RDA)

Se dice que fue a finales de sus años universitarios cuando el joven Putin atrajo la atención del Comité de Seguridad del Estado, más popularmente conocido como el KGB (por sus siglas en ruso). Sin embargo, no fue hasta estar ya graduado que Vladímir ingresó en la Escuela 401 del barrio petersburgués de Ojita, donde ese mismo año concluyó los cursos para agente operativo y se convirtió en teniente de Justicia. 

Entre los años 1975 y 1984, Putin se centró por completo en sus labores como agente de contraespionaje del KGB en su ciudad natal, Leningrado, a excepción de 6 meses durante el año 1979 en los que se desplazó a Moscú, para llevar a cabo un nuevo curso de preparación. 

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Después, en 1984, ya con el título de ‘Mayor de Justicia’, Vladímir volvió a la capital rusa para ingresar en el Instituto Andrópov del KGB (academia de inteligencia de la Unión Soviética, actualmente denominada “Academia de Espionaje”), para aprender inglés y alemán. Tras haber pasado un año en la escuela moscovita del Comité de Seguridad, Putin fue destinado en Dresde, en la antigua República Democrática de Alemania (RDA). Allí, el ahora presidente permaneció hasta la caída del Muro de Berlín (en 1989) bajo la identidad de un traductor, y realizó tareas de contrainteligencia controlando la lealtad de los diplomáticos soviéticos en el país. Además, se esforzó por encontrar y analizar información sobre una temprana Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que ya se erigía como gran enemigo de la URSS. 

No obstante, algunas voces como la del exespía y excompañero de Putin, Sergueï Jirnov, han afirmado que la eficiencia de Vladímir como agente del KGB no era tan formidable como se piensa. En una entrevista para el medio France24, Jirnov sostuvo que el presidente “no era un buen espía, fracasó. Debía quedarse en Moscú en la sede de la alta dirección del KGB y sin embargo fue enviado a Leningrado y después a la RDA”. 

Fuera como fuese, en el año 1989 Putin regresó otra vez a Leningrado, donde se convirtió en asesor de Asuntos Exteriores del rector Stanislav Merkúriev, en su ‘alma máter’, la Universidad Estatal de Leningrado; y donde retomó su contacto con Anatoly Sobchak, quien impulsaría su carrera en el mundo de la política rusa

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De espía a político 

Aunque durante los dos primeros años tras su regreso de la RDA, Vladímir Putin siguiese al servicio del KGB en suelo soviético, en agosto de 1991 –después de presentar su solicitud de dimisión en dos ocasiones –, se retiró de la organización ya con el rango de Coronel. 16 años había dedicado a su labor como espía ruso

Paralelamente, en 1990, a la edad de 38 años, Putin se convirtió en el asesor de Anatoly Sobchak, presidente de la Diputación de Leningrado; y, cuando Sobchak alcanzó la alcaldía del ya entonces San Petersburgo, él pasó a ocupar el cargo de vicealcalde primero y jefe del Comité de Relaciones Exteriores del Ayuntamiento. Durante estos años, el que terminaría siendo el presidente de la Federación de Rusia con más años en el poder a sus espaldas desde la caída de la URSS, comenzó su andadura por un camino político que le llevaría a convertirse en el Putin que hoy conocemos. 

“Muchos exagentes de la KGB, como Putin, habían abandonado la organización, conscientes de su descrédito. El hecho de haber trabajado para la KGB no significaba nada. Putin había demostrado ser un liberal y un demócrata que quería continuar con las reformas de mercado”, afirmó uno de los asesores más cercanos al político Boris Yeltsin, Valentín Yumashev, experiodista y funcionario del Kremlin, en una entrevista para BBC News. 

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En el año 1996, Sobchak perdió las elecciones a la alcaldía petersburguesa, y entonces, Vladímir dimitió de su cargo y se trasladó a Moscú –saltando rápidamente de la política local a la política central del país –, donde fue nombrado vicedirector de Gestión de Bienes de la Administración por el presidente Boris Yeltsin. Allí se erigió como uno de los hombres de máxima confianza del mandatario soviético, y, de entonces en adelante, la carrera de Putin en el funcionariado y la política rusa se disparó de manera inexorable. 

Putin fue nombrado director del Servicio Federal de Seguridad (FSB, por sus siglas en ruso) –heredero del antiguo KGB – en 1998, y, ya en agosto de 1999, alcanzó el cargo de primer ministro en el gobierno de Yeltsin. Sin embargo, como en tan solo 17 meses, el presidente de la Federación Rusa se había encargado de destituir a cinco primeros ministros del Gobierno del país, la llegada de Vladímir Putin no despertó un gran interés entre los ciudadanos rusos. 

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Esta situación cambió radicalmente tras una serie de explosiones sucedidas en las ciudades de Buynaksk, Volgodonsk y Moscú en septiembre de 1999, que se saldaron con la muerte de casi 300 personas, y que dieron inicio a la segunda guerra chechena –terminando con la independencia de la República Chechena de Ichkeria y la restauración el control federal ruso sobre el territorio. En aquel momento, la popularidad de Putin se disparó de un 2% a un impresionante 50%. 

No obstante, el hallazgo de bombas similares a las detonadas en el resto de ciudades, en la localidad de Riazán, así como la vinculación de esta última con el FSB, despertó las sospechas de que los atentados pudiesen haber sido parte de una operación de falsa bandera para motivar la guerra chechena y llevar a Vladímir Putin al poder

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Por otra parte, el vertiginoso salto desde una economía comunista planificada hacia una economía de libre mercado estaba siendo liderado por un nuevo círculo de jóvenes reformistas –oligarcas –, entre los que se encontraba el actual presidente, pero que, sin embargo, para el veterano mandatario Boris Yeltsin suponía la pérdida de gran parte de sus apoyos, así como el debilitamiento de su posición política. En parte motivado por estas cuestiones, en la víspera de Año Nuevo de 1999, durante el discurso televisado del entonces presidente, Yeltsin hizo pública su dimisión de la esfera política y designó como presidente interino a Vladímir Putin

“Yeltsin tenía varios candidatos en mente, como Boris Nemtsov, Sergei Stepashin y Nikolai Aksenenko. Yeltsin y yo hablamos mucho acerca de sus posibles sucesores. Y eventualmente hablamos de Putin”, recordaba Valentín Yumashev. 

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El impulso económico de los dos primeros mandatos presidenciales (2000 – 2008)

Tras las elecciones del 26 de marzo del 2000, Putin se convirtió en el presidente electo de la Federación de Rusia por más del 52% de los votos. En su primer mandato (2000-2004), el nuevo líder dejaría claras sus intenciones de impulsar un poder central más fuerte bajo la premisa de que los intereses y la seguridad nacional deberían imponerse al resto de cuestiones. Así, Putin unificó las leyes en todo el país, limitó la influencia de los oligarcas de una forma que antes no había ni considerado remotamente y consolidó la “verticalidad del poder” ruso. 

Además, en esta primera legislatura, Putin realizó sus primeras visitas a las capitales occidentales –como Roma, Madrid, Londres, e incluso Berlín –, y celebró en Moscú la primera cumbre de jefes de Estado de la Comunidad de Estados Independientes (CEI). 

En los comicios de marzo de 2004, más de un 70% de los votantes rusos llevaron de nuevo a Vladímir Putin a ocupar la presidencia del país, en un periodo en el que se vería obligado a hacer frente a la crisis de los rehenes de la escuela de Beslán, incidente que se saldó con más de 330 muertos. En este mandato, Putin puso en marcha también los Proyectos de Prioridad Nacional de 2005, con los que se pretendía impulsar los sectores de la salud, educación, agricultura y vivienda en el país. 

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Durante estos ocho años, los índices de crecimiento económico ruso fueron notablemente altos, y es que el PIB del país subió en más del 70% y la tasa de pobreza disminuyó aproximadamente la mitad. Otra de las causas de este desarrollo fue también la llegada a su fin de un sistema planificado deficiente. Pero todo este progreso no pudo impedir que, por motivos constitucionales, Putin no pudiese volver a presentarse al cargo de presidente.

Artículo 81

1. El Presidente de la Federación de Rusia es elegido por un período de cuatro años por los ciudadanos de la Federación de Rusia sobre la base del derecho de sufragio universal, igual y directo, en votación secreta.

2. Puede ser elegido Presidente de la Federación de Rusia cualquier ciudadano de la Federación de Rusia que no sea menor de 35 años y que haya residido permanente en la Federación de Rusia un mínimo de diez años.

3. Una misma persona no podrá desempeñar el cargo de Presidente de la Federación de Rusia durante más de dos períodos seguidos.

Según recoge la constitución rusa, el presidente federal no puede ser reelegido para un tercer mandato consecutivo, por lo que Putin impulsó la candidatura de Dmitri Medvédev en las elecciones de 2008, que ganaría los comicios y designaría jefe de Gobierno a Vladímir entre 2008 y 2012. 

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De regreso al Kremlin (2012 – 2022)

Ya en 2012, Putin volvió a presentarse como candidato a la presidencia de la Federación Rusa por el partido Rusia Unida, e imponiéndose al líder del Partido Comunista de Rusia, Guennadi Ziugánov, al ultranacionalista Vladímir Yirinovski y al multimillonario Mijaíl Prójorov, venció con el 63.6% de los votos. Estos resultados motivaron las acusaciones de la oposición, que denunciaron un fraude electoral.

En su tercer mandato, Putin se ocupó de la anexión de la geopolíticamente estratégica península de Crimea. Un territorio que hasta el momento había pertenecido al territorio ucraniano, y cuya invasión en 2014 provocó más de 9.000 muertos. Esta operación militar supuso un duro golpe a la imagen de Putin en la comunidad internacional, que implantó fuertes sanciones económicas contra Moscú, más no provocó una pérdida de apoyos dentro de sus propias fronteras. Al contrario. En los comicios de 2018, el presidente fue reelegido por más del 76% de los votos, aunque estas elecciones registraron la participación más baja hasta la fecha. 

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El expansionismo de Putin

Uno de los motivos que podrían explicar la popularidad de Vladímir Putin entre la ciudadanía rusa se apoya sobre el discurso del presidente acerca de la confrontación con Occidente. Según Putin, la política expansionista e imperialista que determina la hoja de ruta del Kremlin no es más que la respuesta a las amenazas fronterizas exteriores que ponen en peligro la seguridad del país

Además, tal como dijo el propio mandatario en un mitin multitudinario tras la anexión de Crimea, Moscú está tratando de restaurar “una parte del imperio histórico ruso”. Y es que Putin, basándose en un fuerte nacionalismo, mantiene la existencia de un “russkii mir” (mundo ruso) que, unido, podría devolver la grandeza perdida de los zares a la Madre Rusia. En este sentido, territorios como las provincias georgianas de Abjasia y Osetia del Sur, la República Chechena de Ichkeria –con capital en Grozni –, o Crimea y el Donbás ucraniano no serían más que territorios “arrebatados” a Moscú. Lo que viene a ser una vuelta de tuerca al expansionismo ideado por el Kremlin y narrativamente adaptado al siglo XXI. 

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¿Aclamado o repudiado?

Pese a la gran cantidad de acusaciones vertidas por importantes personalidades, organizaciones internacionales y medios de comunicación acerca de las violaciones de los derechos humanos y las libertades –fundamentalmente religiosas –, llevadas a cabo por Vladímir Putin, lo cierto es que la percepción del presidente ruso es muy controvertida. Especialmente en lo que se refiere a la población de su país. 

A lo largo de sus cuatro mandatos, que le suman ya casi dos décadas a la cabeza de la Federación Rusa –convirtiéndose así en el segundo líder ruso más longevo, solo por detrás de Josef Stalin –, la sociedad rusa ha respaldado fuertemente su posición a través de las urnas. Además, su influencia como líder del país que controla las principales reservas de gas natural y petróleo de Europa, han llevado a Vladímir Putin a ser nombrado la persona más poderosa del mundo en cuatro ocasiones, entre 2013 y 2016. 

Asimismo, en 2007 fue elegido Personaje del Año por la revista Time, en 2011 galardonado con el Premio Confucio de la Paz por el Centro de Estudios Internacionales de China para la Paz e, incluso, nominado en 2014 al Premio Nobel de la Paz.

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Sin embargo, la implantación de medidas antidemocráticas, sus declaraciones en acontecimientos como la masacre de la escuela de Beslán, el asesinato de la periodista Ana Politkóvskaya –fallecida en extrañas circunstancias– o el hundimiento del submarino Kursk, en el año 2000; así como el uso partidario de la justicia y el control de los medios de comunicación, le han costado al mandatario fuertes críticas y oposición. Sobre todo, fuera del país, donde varios expertos han calificado algunas de sus políticas como un retroceso democrático

La privada vida privada del nuevo Zar

Mientras, la vida privada del presidente ha sido una incógnita en casi todos los sentidos. Una neblina misteriosa de anécdotas a medias en las que se esconde un matrimonio de tres décadas con Liudmila Pútina, la paternidad de María Vorontsova y Yekaterina Tijonova –con las que nunca ha sido visto en público –, y miles de rumores sobre sus posibles amoríos y una fortuna incalculable. 

Así, a la lista de mujeres con las que el presidente podría haber tenido relaciones sentimentales –entre las que destaca la medallista olímpica, Alina Kabáyeva, que entre 2007 y 2014 terminó como diputada en el Parlamento ruso –, se suman las teorías que afirman que Vladímir podría tener un patrimonio neto superior a los 35.000 millones de euros, tal como lo explica la autora Karen Dawisha en su libro ‘La cleptocracia de Putin’. Una cifra que no concuerda con la declarada por el mandatario, que afirma recibir unos 118.000 euros al año por su cargo como presidente de la Federación. 

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Otras voces, como la del inversor en Rusia, Bill Browder, afirmó ante el Senado estadounidense en 2017 que la fortuna de Vladímir Putin ronda los 200.000 millones de dólares (unos 180.000 millones de euros).

Sin embargo, nadie se ha atrevido a hacer públicas indagaciones más profundas en su vida privada desde que el medio ruso Moskovski Korrespondent desvelara el divorcio del presidente y su posible relación con la exgimnasta Kabáyeva, y, al poco tiempo, el diario cerrase, oficialmente por “problemas financieros”. 

Es “extremadamente desconfiado”, lo describía Sergueï Jirnov para France24. “Hay dos categorías de gente hacia las que Putin se inclina: amigos de infancia, como los hermanos Rotenberg, y exmiembros de la KGB. Pero él no sobrestima su lealtad. Yeltsin confiaba en los miembros de su familia. Putin no confía en nadie”, coincidía el experiodista y funcionario del Kremlin, Valentín Yumashev, para la BBC. 

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Un mandato sin ocaso

Ahora, ante la firma de una ley que permitirá a Putin mantenerse en el poder hasta el año 2036 –alcanzando la edad de 84 años –, el Centro de Estudios de la Opinión Pública ha llevado a cabo un sondeo sobre la aprobación de su reelección por parte de la ciudadanía. Tres de cada cuatro encuestados respondió que estaría a favor de este nombramiento. Y es que, pese a que bajo su liderazgo Rusia se ha convertido progresivamente en un régimen más autoritario, “es evidente que los rusos todavía confían en Putin”, decía Valentín Yumashev. 

Ahora, sin embargo, “la misión de Putin es regresar al pasado. Quiere vengar lo que ha dado en llamar 'la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX': la caída de la Unión Soviética”, añadía el experiodista ruso. 

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