El mandatario prepara su coronación como el líder más influyente desde Mao Zedong en el XX Congreso del Partido Comunista Chino

Xi Jinping perpetúa su poder en China

photo_camera AP/NG HAN GUAN - El presidente chino, Xi Jinping, es visto al frente de otros altos funcionarios que prometen sus votos al partido en la pantalla durante una gala previa al centenario de la fundación del Partido Comunista Chino en Pekín, el 28 de junio de 2021

El presidente chino blinda su liderazgo en el XX Congreso del PCCh. 

Pocos días antes del histórico XX Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), un grupo de manifestantes desplegó sobre el concurrido puente de Sitong, en el distrito pekinés de Haidan, dos sábanas con inscripciones en rojo. Pedían la dimisión del “traidor dictatorial” de Xi Jinping y el final de su política de COVID cero. En China son ya habituales los enfermeros con EPI, las pruebas PCR y los confinamientos masivos, pero no ese tipo de expresiones. Menos aún en una ciudad como Pekín, vigilada las 24 horas del día por casi ocho millones de cámaras. La disidencia suele estar controlada. 

Los díscolos entonaron cánticos en contra del Gobierno y provocaron una humareda visible a varios kilómetros a la redonda. Peligro. Era un desafío en toda regla contra Xi Jinping a falta de unas pocas horas para el inicio del evento político del quinquenio. La Policía no tardó en acudir a Sitong. Horas después no quedaba rastro de las pancartas ni del humo, solo imágenes y vídeos grabados por los transeúntes pululando por la red social WeChat, la aplicación de mensajería más popular del país. No tardarían en ser censurados.

El timing podría ser o no intencionado, pero el último conato de protesta que ha trascendido fronteras coincide con el vigésimo congreso del partido que ha monopolizado el poder en China desde la misma fundación de la República Popular. En 1949, los comunistas de Mao Zedong asentaron los cimientos del nuevo Estado tras vencer en una cruenta guerra civil a los nacionalistas del Kuomintang, replegados desde entonces en Taiwán. Más de siete décadas después, el control del aparato sigue intacto. Hasta esta semana, marcada en rojo en el calendario. 

“Es el encuentro de un partido que en 2021 cumplió 100 años, el segundo con más miembros del mundo [96 millones], en el tercer país más grande en términos territoriales y con la mayor población. Hablamos del organismo que lidera la nación colíder mundial en términos económicos y que tiene una historia cultural de la que existen escritos de hace más de 3.600 años”, puntualiza en conversación con Atalayar Rita Giménez, consultora de relaciones institucionales. 

Mao Zedong

Todas las miradas están puestas en el evento, pero pocos pueden seguirlo de cerca. China está blindada a cuenta del COVID-19 y acceder a Pekín es aún más complicado, incluso para los locales. Las autoridades han limitado al máximo la movilidad. Habrá contados testigos de lo que suceda esta semana en las inmediaciones del Gran Salón del Pueblo, la sede del evento ubicada en la icónica Plaza de Tiananmén, epicentro de las movilizaciones masivas que en 1989 pusieron en jaque al régimen de partido único. 

En el interior de la sala, la afluencia es mucho mayor. Están presentes más de 2.300 delegados del Partido, todos ellos aprobados por el presidente. 

Xi Jinping pretende certificar su tercer mandato al frente del Partido. En tanto que secretario general, retendría la jefatura del Estado y la presidencia de la Comisión Militar Central, es decir, el control y mando del Ejército Popular de Liberación (EPL), técnicamente el ala militar del PCCh. Se da por hecho que conseguirá el aval de los cuadros del Partido. Así, Xi romperá una tendencia marcada a fuego por sus predecesores, desde Deng Xiaoping hasta Hu Jintao, pasando por Jiang Zemin, que respetaron los tiempos y limitaron su estancia en el poder a dos mandatos de cinco años. 

Partido Comunista Chino

“Todo apunta a que, al terminar el Congreso, Xi Jinping mantendrá los títulos de secretario general y presidente de la Comisión Militar Central, y se proponga que siga presidiendo la República Popular”, indica Giménez, aunque matiza que esta última condición “deberá ser ratificada por el Congreso Nacional del Pueblo, que se celebrará previsiblemente en la primavera del 2023”. 

Xi es diferente. Sus ambiciones quedaron expuestas en 2018 cuando eliminó de la Constitución el límite de mandatos. Tenía vía libre. Con toda probabilidad, el hijo del revolucionario Xi Zhongxun, miembro destacado del politburó que combatió del lado de Mao hasta ser purgado en el marco del Gran Salto Adelante (1958-1961), superará la década al mando de China, se eternizará en el poder. Según los analistas, Xi es ya el líder chino más influyente desde el propio Mao, cuyo régimen envió al ostracismo a su familia. Habrá que esperar hasta este domingo, cuando está previsto que finalice el XX Congreso del PCCh, para certificar el asalto al poder definitivo de Xi. 

Xi Jinping

El cónclave cumple tres funciones determinantes, escribe la analista Yu Jie en Chatham House: fija las líneas de acción, revisa y modifica aquellos estatutos del Partido considerados necesarios y, por último, escoge a los líderes. Durante el Congreso “se presenta un informe con el rumbo que quiere tomar el Partido en los próximos cinco años, que definirá las políticas del país en ese periodo”, explica en conversación con Atalayar Javier Borràs Arumí, analista especializado en China. 

El método de elección es opaco, pero el mecanismo está claro. Los 2.300 delegados eligen a los 370 integrantes del Comité Central quienes, a su vez, seleccionan a los 25 integrantes del politburó. Este último órgano escoge al Comité Permanente, el verdadero núcleo del poder que rodea al secretario general y está presente en las grandes decisiones. El número de miembros suele oscilar entre los nueve y los cinco. Con Xi son siete, todos ellos hombres de su máxima confianza. 

A lo largo de la última década, Xi ha conseguido borrar del mapa casi por completo al resto de facciones, la de Shanghái y la procedente de la Liga de la Juventud Comunista. Sin embargo, algunos analistas señalan que los cimientos que sostienen su liderazgo son mucho menos sólidos. 

Xi Jinping

Existen ciertas reglas tácitas que regulan el proceso de elección, como la de “siete arriba, ocho abajo”. Los líderes que tienen 67 años o menos en el momento en que se celebra el Congreso pueden ser reelegidos; los que superen esa edad deberán dar un paso al lado. Xi, que el próximo junio cumplirá 70, no cumple las condiciones, pero poco importa. Él hace las normas.

“Creo que, durante los últimos 10 años, Xi nos ha mostrado su gran apuesta por fortalecer el rol del Partido Comunista como líder fundamental en la aplicación de su filosofía política de socialismo con características chinas. Parece que quiere asegurar una estructura de partido fuerte y arraigada al territorio, también para poder elaborar mejores políticas públicas”, apunta Giménez. 

COVID cero y economía 

Los anuncios importantes llegarán tras la reunión del Comité Central prevista para el día después del vigésimo Congreso. Las decisiones que allí se tomen tendrán resonancia mundial. Hasta entonces, quedan por resolver demasiadas dudas. ¿Prolongará Xi Jinping la drástica política de COVID cero? ¿Habrá cambios estructurales en materia económica? ¿Quedará reforzado el compromiso de reunificar Taiwán? Otra de las incógnitas es si, finalmente, designará un heredero. 

Xi Jinping

“Es muy poco probable que de este Congreso salga su sucesor, apenas hay candidatos probables que cumplan con los estándares de edad requeridos”, señala Borràs. Giménez coincide en que es complicado hacer predicciones antes de conocer la futura composición del Comité Permanente, pero, “si nos referimos a lo sucedido en los últimos casos, tanto Hu Jintao como Xi Jinping eran vicepresidentes de la República Popular cuando fueron anunciados sucesores. Sin embargo, [el actual vicepresidente] Wang Qishan, aunque tiene un perfil político potente, supera la edad que tenían sus predecesores”. 

“Una duda interesante es quién será el futuro primer ministro de China”, añade Borràs. “En la actualidad ocupa el puesto Li Keqiang, un tecnócrata con una visión más pragmática y menos ideológica que Xi en el ámbito económico. Pero Li ya anunció que se retirará. El Congreso aclarará dudas sobre si su sucesor es otro tecnócrata, suena el nombre de Wang Yang [actual miembro del Comité Permanente] o un xiísta, recientemente sonaba Li Qiang, secretario del Partido en Shanghái”. 

Covid cero

Xi Jinping deberá hacer balance y reajustar algunas de sus decisiones después de unos meses convulsos. La denominada política de COVID cero ha acelerado el recrudecimiento de un autoritarismo que viene cogiendo tintes personalistas. En las escuelas ya se estudia su pensamiento, sus recetas para convertir a China en la potencia hegemónica global a través de un socialismo “con características chinas”. Antes, la autoridad emanaba del Partido; ahora el poder está prácticamente en sus manos. 

“El mandato de Xi ha estado marcado por un retorno a la ideología y politización del Partido, además de un discurso nacionalista de rejuvenecimiento de la nación, después de décadas durante las que la economía lo era casi todo”, reflexiona Borràs. “Su discurso refleja esta realidad, aunque también pone en primer plano la importancia central de la modernización y el desarrollo del país, en especial a través de la ciencia y la tecnología. En resumen: sigue el modelo desarrollista de las últimas décadas, pero con un nuevo y fuerte componente de ideología y nacionalismo”

Xi Jinping

“No hay veteranos fuertes que puedan limitar a Xi y, además, ha eliminado a facciones y grupos de interés rivales a través de su campaña anticorrupción”, explica Borràs en referencia a la cruzada interna emprendida por el presidente y sus hombres de confianza para cribar a cuadros rivales del Partido. Xi ha ordenado el arresto de centenares de altos funcionarios y en torno a 100.000 de medio y bajo rango tras ser acusados de corrupción, una práctica por otra parte habitual en el seno del régimen. Han caído “tigres” y “moscas”. 

El analista apunta que “la mayor resistencia, que no oposición, que puede encontrar es en el ámbito económico de mano de los tecnócratas de Li Keqiang, que le presionarían para que relaje la política de COVID cero o que no implante regulaciones tan duras contra las empresas tecnológicas y otras grandes compañías de China”. Y es que el gigante asiático, señala Borràs, está “en su peor situación económica después de décadas de alto crecimiento” como consecuencia, entre otros factores, de las férreas restricciones contra la pandemia, que traen consigo la imposición de “cuarentenas y cierres de empresas cada vez que aparecen casos”. 

Xi Jinping

Borràs asegura que “empresarios, PYMES y ciudadanos están viéndose afectados económicamente” por los estrictos controles sanitarios, la vigilancia sistematizada y los confinamientos masivos que han llevado al Gobierno chino a cerrar a cal y canto, por ejemplo, una ciudad de más de 26 millones de habitantes como Shanghái, el principal motor económico del país. “Si la situación económica empeora gravemente, eso podría generar voces críticas desde la sociedad, los empresarios e incluso desde dentro del Partido Comunista contra Xi. Es probable que, si eso sucediera, el presidente buscara un chivo expiatorio entre sus subordinados para calmar los ánimos, a la vez que relajara ciertas políticas que afectan negativamente la economía”, anticipa el analista. 

El comentarista político chino Deng Yuwen escribe en Foreign Policy que la protección de la propiedad privada puede estar consagrada en la Constitución, “pero en la práctica, los activos de los empresarios están a menudo a merced del Gobierno o de los funcionarios”

Xi Jinping

El resultado ha sido un frenazo económico sin precedentes en los últimos 20 años. En todo este tiempo, el vertiginoso crecimiento económico ha sido la coartada perfecta para mantener a raya a la población, lo ha justificado todo. Ahora, las grietas en el sistema inmobiliario, surgidas con el caso Evergrande, las trazas de corrupción y el serio problema de contaminación ensombrecen el horizonte. 

Giménez explica a este medio que China “ha optado por seguir una estrategia a la que se oponen economías de mercado occidentales: controlar la pandemia al máximo y poner en riesgo su crecimiento a corto plazo”. “Esta decisión, distinta a la lógica que siguen muchos gobiernos europeos o norteamericanos, no se entiende sin conocer al menos la existencia del proceso de elaboración de los planes quinquenales que el Gobierno chino presentó en el XIV Congreso Nacional del Pueblo, en marzo de 2021”. 

PCCh
¿Una sola China? 

Una de las líneas maestras del discurso de Xi Jinping en la inauguración del vigésimo Congreso del PCCh fue la política de ‘Una sola China’. El presidente dijo buscar una unificación de Taiwán por medios pacíficos, pero no descartó el uso de la fuerza. En este sentido, la estrategia de política exterior ha cambiado ostensiblemente con Xi al mando. China ha pasado de practicar un “crecimiento pacífico” a ser mucho más asertivo. Así lo demostró en septiembre con el despliegue de las mayores maniobras militares con fuego real alrededor de la isla de Formosa tras la visita a Taipéi de la presidenta del Congreso estadounidense, Nancy Pelosi. 

Taiwán

Para Giménez, asertividad y crecimiento pacífico no tienen por qué ser conceptos reñidos. “Sin personas y líderes que tengan un sistema de valores claro y fundamentado, y que puedan presentar un argumento comprensible ante otros, sin arrogancia, no podremos alcanzar la tan buscada paz mundial. Es precisamente la asertividad la que ha posiciona a China como un actor independiente en la escena internacional”, añade la consultora. 

En el tintero queda la represión sistémica de Pekín sobre las minorías étnicas y religiosas. Un informe reciente de Naciones Unidas detalla las prácticas del Gobierno chino en la provincia de Xinjiang, donde ha retenido a centenares de miles de uigures en “campos de reeducación”. Es una prueba más de las violaciones de los derechos humanos cometidas bajo el mando de Xi Jinping. Las denuncias de la comunidad internacional, sin embargo, no han terminado de ser lo suficientemente contundentes. No mereció ni una sola mención en el discurso de apertura. 

Taiwán

“Reitero la importancia de entender que China está proponiendo un cambio de sistema de toma de decisiones a nivel internacional que incluya a todos los países, con especial atención al fortalecimiento de las relaciones Sur-Sur. Esta apuesta también es un factor relevante cuando analizamos las relaciones sinoafricanas o sinolatinoamericanas y el posicionamiento diplomático de la mayoría de los respectivos territorios frente la cuestión de Taiwán”, concluye Giménez. Hoy nadie cuestiona el liderazgo de China como actor global y pocos dudan del control de Xi Jinping sobre el gigante asiático. 

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