El Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) presenta un análisis multidisciplinar sobre las consecuencias y efectos de la pandemia del coronavirus o COVID-19 en las diferentes esferas

Y en esto llegó el virus

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El orden internacional tras el COVID-19

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No era necesario sufrir el shock que supone la pandemia COVID-19 para concluir que el orden internacional está sufriendo una profunda reconfiguración que se viene gestando desde hace ya algunas décadas. Pero es igualmente innegable que este virus va a acelerar ese proceso.

La globalización no se revertirá por completo, pero será más profundamente cuestionada, si cabe, a la vista de la carencia en los países de Occidente de las capacidades necesarias para hacer frente a la enfermedad, como medicinas y material sanitario, o de suministros básicos para innumerables sectores industriales. ¿De dónde procedían esos bienes?: de China, claro. De ahí las primeras reacciones en nuestro entorno: blindaje de empresas debilitadas en el mercado bursátil, anuncios de relocalización de, al menos, parte de la cadena de producción… ¿Demasiado tarde?

No debemos, en todo caso, concluir precipitadamente que el aparente éxito de China frente al virus sea definitivo. El Partido Comunista canta victoria, claro, pero la pésima gestión en las primeras semanas de la crisis no se puede ocultar. El sistema sanitario norteamericano, por otra parte, está lejos de una cobertura universal de sus ciudadanos y se verá fuertemente tensionado ante la pandemia. Finalmente, las repercusiones para Europa no son más halagüeñas. Una vez más, al menos en los primeros momentos, la reacción de la Unión no fue un ejemplo de eficacia y solidaridad hacia los países más afectados, singularmente respecto a Italia.

La única certeza es la de la incertidumbre a la que nos enfrentamos. Habrá, pues, que poner el contador a cero, o casi, en algunas de las líneas de investigación del Instituto Español de Estudios Estratégicos. Todo un reto, pero… ¿quién dijo miedo?

Francisco J. Dacoba Cerviño

Globalización y coronavirus

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La globalización es la clave del nuevo milenio. Comenzó con la conquista de América – donde ya las pandemias fueron relevantes - y desde entonces ha incrementado su velocidad; ello según la lógica hegeliana Tesis –Antítesis –Síntesis.

Así cabe esperarse un movimiento de reflujo, pero la globalización finalmente prevalecerá. Estamos ante una lógica de encuentro de la que no es posible sustraerse por las fuerzas que la acompañan, pero también por sus beneficios. Todo lo cual deriva en una suerte de dependencia.

La globalización ha propiciado una suerte de puesta en común en nombre de la eficiencia. Y es que esta está construida sobre la eficiencia y desatiende por ello la eficacia que está muy en relación con la seguridad. La globalización, en tanto que un proceso de racionalización, supone el triunfo de la eficiencia sobre la eficacia.

Como resultado ha aproximado y ha hecho patentes las contradicciones existentes, proclamando la necesidad de una solución común. Esto nos sitúa ante una uniformidad fruto a su vez de una estandarización en apariencia beneficiosa y que dota de predictibilidad, compatibilidad y normas al sistema. La plástica de los aeropuertos es un buen ejemplo.

No obstante, su función igualadora hace difícilmente sostenibles los niveles de seguridad de Occidente pues estos quedan condicionados por las seguridades de los países con que se relacionan y con las que tienden necesariamente a converger.

Así, el mundo actual globalizado, líquido y dominado por flujos, se ha hecho pequeño y la vida local ha enlazado con las estructuras, procesos y eventos globales acrecentando sus consecuencias positivas y negativas. Y es que la globalización también globaliza lo indeseable.

El coronavirus es una muestra de la globalización, de su poder y capacidad igualadora, y como tal debilita a los agentes que se resisten a ellas, exacerbando sus paradojas internas al combinarse con ellas y de esa manera progresar. Son por ello previsibles graves problemas para organizaciones regionales como la Unión Europea cuyas estructuras se verán muy tensionadas como resultado de la acumulación y activación de contradicciones ya existentes pero que la pandemia va a activar.

En cualquier caso, y dado que la respuesta a la pandemia debe darse para ser eficaz a escala igualmente global, la globalización habrá progresado tanto con la pandemia como con la respuesta que se dé a ella. Y aspectos como la digitalización cuyas bondades se han hecho patentes en este trance, la facilitarán también. La crisis económica que seguirá a la pandemia también requerirá profundizar en la globalización para que el mundo sea eficiente y no pierda aún más de lo que ya ha perdido con tal crisis. Por contradictorio que pueda parecer, esta crisis que sin duda ha provocado la globalización puede hacer que esta progrese aún más.

Federico Aznar Fernández-Montesinos

El COVID-19 y la proliferación de armas de destrucción masiva

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La crisis por causa del COVID-19 probablemente abrirá aún más la brecha de desconfianza entre las grandes potencias. Un ejemplo significativo ha sido la denominación del virus como “chino” por parte del presidente norteamericano, Donald Trump.
En el campo de la proliferación de armas de destrucción masiva es muy posible que se magnifiquen aún más las diferencias, en una clara disputa por el poder y las zonas de influencia. En este ámbito tendrán un especial papel las armas nucleares, ya que sus efectos son controlables y predecibles, al contrario de las biológicas.

Después de que el Tratado de Fuerzas Nucleares Intermedias (INF) que mantenían los estadounidenses y rusos se diese por extinguido a principios de este año, queda aún por discutir otro importante tratado sobre armas nucleares estratégicas, entre estadounidenses y rusos, denominado New Start. Este tratado se debería negociar a lo largo de este año, ya que expira en 2021.

El hecho de que China no haya sido partícipe de estos tratados fue principalmente debido a que durante la llamada Guerra Fría las principales potencias globales y nucleares estaban constituidas por los EEUU Y la antigua URSS. Al entrar China en una dinámica de expansión, el mundo se encontró con un nuevo orden global para el que los tratados no estaban preparados.

Para colmo de males, el COVID-19 posiblemente aplace la conferencia de revisión del Tratado de No-Proliferación Nuclear, considerado la piedra angular para evitar la extensión de armas nucleares. Aunque las perspectivas previas al anuncio de la conferencia no eran halagüeñas, en esta situación son aún mucho peores. Tal como ha advertido la jefe del programa de desarme de Naciones Unidas, Izumi Nakamitsu, el espectro de una carrera armamentista nuclear desenfrenada amenaza por primera vez al mundo desde la década de los setenta.

José Ignacio Castro Torres

Las consecuencias del COVID-19 en la UE: ¿un obstáculo hacia la descarbonización y la digitalización?

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El COVID-19 no solo ha provocado una crisis sanitaria a nivel mundial, sino que también va a tener repercusiones en el comportamiento de la sociedad. Tal y como ha puesto de manifiesto Cruz Roja, el COVID-19 puede convertirse en una bomba social que fomente las desigualdades. El confinamiento y el cierre de la actividad económica puede agravar la situación de pobreza en la que viven millones de personas, generando situaciones de inestabilidad que pueden originar una crisis peor a la sanitaria.

Para evitar esta situación, la respuesta a la crisis sanitaria tiene un componente social importante. Bajo el lema ya utilizado en los discursos de la Agenda 2030, de “no dejar a nadie atrás”, los gobiernos de la UE están tensando al máximo la cuerda del gasto público por encima de sus posibilidades. A pesar de la provisión de fondos europeos y la flexibilidad de ciertas medidas fiscales, la sombra de la recesión planea sobre el continente.

Ante este panorama de crisis económica venidera, una de las principales dudas que surgen en la Unión Europea es si la apuesta definitiva hacia la descarbonización se va a poder llevar a cabo, o si por el contrario va a tener que posponerse. El Pacto Verde, lanzado en diciembre de 2019, es la hoja de ruta hacia una economía sostenible que implica una transformación de la industria hacia la neutralidad climática y hacia la transición digital, y constituye la gran apuesta de la UE para convertirse en el primer continente climáticamente neutro.

Además de la crisis sanitaria y económica originada por el COVID-19, el Pacto Verde ha encontrado otras tres piedras en su camino: la bajada del precio del petróleo, el bajo precio del carbono en el mercado de emisiones debido a la paralización industrial y las discrepancias dentro del propio seno de la UE, entre el norte y el sur, relacionadas con la gestión de la crisis del coronavirus.

En los próximos meses, los países miembros de la UE se debatirán entre seguir apostando por el Pacto Verde o posponer este ambicioso proyecto para concentrar sus esfuerzos en la recuperación de la crisis económica generada por el COVID-19 con los modelos económicos actuales basados en el uso de combustibles fósiles. Sin embargo, la UE ha realizado un largo recorrido en sus ambiciones climáticas. Por este motivo, aunque a corto plazo pueda parecer una medida casi disparatada seguir apostando por el Pacto Verde, la UE debiera aprovechar este reset económico y social que traerá consigo el COVID-19 para replantearse su futuro y el papel que quiere ocupar en la esfera global en el largo plazo, así como continuar con el liderazgo de la descarbonización de la economía y avanzar hacia un nuevo modelo económico más inclusivo.

Mar Hidalgo García

El COVID-19 desde una perspectiva de género

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La perspectiva de género se puede y se debe aplicar a cualquier fenómeno y situación de nuestras vidas. En el caso que nos ocupa, la pandemia del coronavirus COVID-19, también hace sus discriminaciones y observarlas puede ser muy útil para el enfoque y planeamiento de las soluciones. Podemos destacar dos sesgos de discriminación:

En primer lugar, aunque en España los datos de contagiados y fallecidos por este virus no se están dando desglosados por género, sabemos que el virus discrimina positivamente a las mujeres. Por este motivo, el mayor número de afectados son varones de aproximadamente 70 años de edad o más.

Este dato se complementa con otro que podemos considerar casi universal: la mayor parte de las personas que ejercen profesiones o papeles informales de cuidadores son mujeres e incluso niñas. Esto, al igual que ya se notó con la primera crisis del ébola, coloca a las féminas en un lugar de mayor vulnerabilidad que podría compensar la discriminación positiva que hace el virus para con ellas.

Por estos dos motivos, cualquier planificación ha de tener en cuenta esta perspectiva de género, bien haciendo más pruebas del test a los varones, pero también dotando de más medios para evitar el contagio a las mujeres.

Blanca Palacián de Inza

El COVID-19 en el marco euroatlántico

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Decepcionantes, muy decepcionantes las respuestas que tanto la OTAN como la Unión Europea están dando, al menos por ahora, ante la crisis del COVID-19. Por su parte, la OTAN es evidentemente una organización defensiva de carácter militar que no está correctamente diseñada para enfrentarse a un enemigo interior, mucho menos de uno microscópico. Pero dispone de fondos que podrían derivarse hacia la investigación o la compra de material, de plataformas de discusión que podrían servir para que sus 30 naciones compartieran prácticas exitosas y para aunar recursos sanitarios (personal y material) derivándolos a los aliados que están urgentemente necesitados de los mismos.

Por su parte, la que debería ser la gran protagonista del momento, la Unión Europea, vuelve a mostrar su rostro insolidario y su incapacidad para aunar esfuerzos reales, más allá de declaraciones políticamente correctas y vacías. Los Estados miembros prósperos se vuelven a desentender de sus socios sureños, a los que niegan un nuevo “plan Marshall”, sin el cual, su futuro económico a corto plazo puede conducirles a una nueva crisis económica. Pero es que tampoco estamos siendo testigos de una movilización general de recursos comunes en aras de los tan cacareados principios de asistencia mutua y solidaridad, contemplados en el Tratado de la Unión.

Por el contrario, vemos que naciones consideradas enemigas como Rusia, competidoras estratégicas como China, o dictaduras marxistas como Cuba, envían recursos y personal (el lema de la ayuda rusa “desde Rusia con amor” no deja de aportar una nota de humor irónico), mientras la insolidaridad y el “sálvese quien pueda” se van instalando poco a poco en el ADN euroatlántico.

¿Cuáles serán las consecuencias geopolíticas de todo esto? Difícil de predecir su verdadero alcance a estas alturas, pero de no reaccionar, sin duda alguna serán negativas para el marco europeo y sus relaciones futuras, y nefastas para la Unión Europea.

José Luis Pontijas Calderón

El COVID-19 en el ciberespacio

Foto coronavirus ciberespacio

El ciberespacio es uno de los pilares que está soportando una mayor presión. Es uno de los principales medios por los que la sociedad está recibiendo información oficial. También permite mantener el contacto familiar y social en la situación de confinamiento con la que se está haciendo frente al contagio.

Las plataformas de difusión de contenidos audiovisuales se están usando para la docencia y el ocio, lo que ha dado lugar a que el tráfico de datos que circula por las redes se haya multiplicado tanto por el mayor número de usuarios como por la generalización de formatos como el vídeo que requieren grandes anchos de banda.

El teletrabajo está contribuyendo a limitar el impacto económico de la reducción de actividad, aunque existen notables diferencias entre los diversos sectores y tamaños de las empresas. Además de la infraestructura empresarial necesaria, otros factores como la seguridad de la información y la regulación deben ser considerados a la hora de ponerlo en marcha.

No se puede olvidar que a día de hoy el ciberespacio es una infraestructura de utilización general tanto por los teletrabajadores como por los trabajadores presenciales. Las cadenas logísticas, las comunicaciones con los clientes, los proveedores y las organizaciones o los mecanismos de monitorización de instalaciones e infraestructuras requieren que la red esté disponible.

Los gobiernos y las empresas del sector están transmitiendo en esta línea un mensaje de calma, especialmente en España, que cuenta con infraestructuras de comunicaciones, tanto de fibra como inalámbricas, muy potentes. Aun así, se ha hecho un llamamiento a un uso responsable de las redes para intentar reducir el tráfico relacionado con las actividades de ocio en los horarios de mayor uso profesional.

La mayor exposición de organizaciones y usuarios al ciberespacio puede ser aprovechada, incluso en esta situación de emergencia global, para el espionaje, el robo de información o la extorsión con técnicas como el cifrado de la información para solicitar un rescate. Han surgido páginas web que bajo la falsa apariencia de herramientas de información intentan acceder a los equipos de los usuarios utilizando vulnerabilidades de las aplicaciones. También han surgido numerosas aplicaciones para teléfonos móviles con fines similares.

Por último, no deben olvidarse las noticias falsas y las operaciones de influencia que aprovechan la elevada sensibilización sobre el tema de las personas y el elevado uso de redes sociales y medios de comunicación electrónicos para incluir en las informaciones y noticias mensajes adicionales de tipo político o reivindicativo.

David Ramírez Morán

Las pandemias y las ciudades

Foto coronavirus en las ciudades

Las pandemias no constituyen una novedad en la historia de la humanidad; desde siempre, ligado al movimiento humano y a los transportes, por los mismos cauces por los que han discurrido las personas, lo han hecho, a su vez, agentes infecciosos y sus vectores.

La peste negra, en la parte final del Medievo, tuvo unas consecuencias devastadoras. Su relativa novedad, los ostentosos efectos que producía en los infectados, lo desconocido de su origen y lo poco avanzado de la ciencia indujeron un grado de terror extraordinario. Procedente inicialmente de Asia, las grandes ciudades hicieron de nodos de propagación de la misma, y, desde esas ciudades, se fue extendiendo a casi todos los rincones del mundo conocido.

Estamos en el siglo XXI, en un mundo global e hiperconectado… y las ciudades siguen siendo los grandes nodos de esa red, y también donde las grandes aglomeraciones facilitan la difusión de ciertas enfermedades, especialmente si son tan transmisibles como la que nos aflige en la actualidad.

Pero también en las ciudades se concentran muchas de las capacidades de lucha frente a estas pandemias, donde se cuenta con las capacidades materiales e intelectuales para hacer frente a estas amenazas. Y tras etapas duras y momentos difíciles, como los que se están viviendo, sin duda se saldrá adelante con fuerzas renovadas.

Pero no todas las ciudades del mundo son iguales, ni cuentan con capacidades ni posibilidades similares. Y en este planeta, cada vez más urbanita, esas grandes urbes emergentes en países con instituciones débiles y con pocos recursos no sólo constituyen un caldo de cultivo perfecto para la propagación de este tipo de enfermedades, sino que, además, cuentan con una escasa capacidad de recuperación posterior, por lo que pueden convertirse en un nuevo foco intenso y persistente de conflictividad.

Los nodos de una red no pueden permanecer ajenos a lo que acontezca en algún punto de la misma, pues, más pronto o más tarde, todo acaba llegando, sean las “miasmas” medievales o sean las pandemias actuales, así como sus consecuencias después de la enfermedad. Por consiguiente, si no se toman las medidas adecuadas con el apoyo necesario, preferentemente en origen, pudiera ser que una creciente inestabilidad e inseguridad se propagara, cuando parecía que todo había terminado, por todos los nodos de esa red. Y podría ser peor que la propia pandemia.

Pedro Sánchez Herráez

El COVID-19 en Oriente Medio

Coronavirus en oriente medio

Los fundamentos sobre los que Oriente Medio se enfrenta al COVID-19 son cualquier cosa menos sólidos. Las primaveras árabes de 2011 sumieron a la región en un caos político que se ha manifestado en una inestabilidad endémica cuya máxima expresión son las guerras civiles desatadas en Siria, Yemen y Libia, sin olvidar la conflictividad ya presente en la región con anterioridad a esos acontecimientos en países como Iraq o Líbano.

Irán fue el primero de los países donde el COVID-19 se hizo presente, provocando una catástrofe sanitaria imparable. Pero ningún país de la región puede decirse libre de la pandemia, siendo Siria el último que el pasado día 22 de marzo reconocía oficialmente el primer caso de infección por COVID-19.

La emergencia sanitaria ya se ha declarado de forma generalizada por toda la región y medidas drásticas, como el confinamiento masivo de la población, están sido adoptadas en cadena por los diferentes Gobiernos. Pero la precariedad de los sistemas nacionales de salud y la presencia de grandes cantidades de refugiados y desplazados hacen a esta parte del mundo especialmente vulnerable frente al coronavirus. Aunque, quizás, las cifras reales sobre la expansión y consecuencias de la pandemia nunca lleguen a conocerse con precisión.

El COVID-19 llega, además, en momentos especialmente delicados para las economías locales. La guerra de precios del petróleo desatada entre Arabia Saudita y Rusia y las sanciones impuestas desde EEUU a Irán son cuestiones que, con anterioridad al estallido de la pandemia, ya estaban afectando a las economías de todos los países. La crisis global en marcha no hace sino ensombrecer más las previsiones, y el impacto en sectores como el turístico, fundamentales en la diversificación de las economías regionales, se presume devastador.

En toda esta espiral descendente, las clases más desfavorecidas son las que en mayor medida van a sufrir las consecuencias. Si el descontento social que dio origen a las primaveras árabes fue mitigado, en cierto modo, mediante la inyección de ingentes cantidades de dinero en ayudas sociales, en las circunstancias actuales los Gobiernos de Oriente Medio tendrán enormes dificultades para disponer de fondos suficientes con que acallar las voces discordantes. Conscientes de que los problemas de fondo habían quedado sin resolver, es cuestión de tiempo que la versión 2.0 de las primaveras árabes estalle, y probablemente lo haga con mayor virulencia. El COVID-19 puede ser el desencadenante.

Felipe Sánchez Tapia

Qué escribir después del COVID-19

Foto bombilla

Si nuestro mundo personal ha dado un vuelco en las últimas semanas, lo que sí se está poniendo “patas arriba” es nuestra casa mundial, el conjunto de relaciones internacionales en el que hasta ahora nos movíamos cómodamente en términos generales, conociendo las reglas que nos permitían analizar cambios presentes y tendencias de evolución futuras. Es más, los asuntos sobre los que tanto se había estado teorizando durante años han pasado a un lugar secundario, son mucho menos prioritarios.

Así, todo lo que se escriba a partir de abril de 2020 tendrá que tener en cuenta que la situación es nueva, nuevas habrán de ser las aproximaciones y, por tanto, el estudio de lo que vaya a pasar estará lleno de incertidumbres y ¿sorpresas? Esto afectará decisivamente a los documentos anteriores a estos tiempos, los conservados en la coloquialmente denominada “nevera”, aún pendientes de evaluación, revisión y maquetación final para publicar. Incluso aunque se escribieran a principios de este dichoso marzo de 2020, tendrán que pasar por una valoración diferente, en línea con esta nueva vida personal y profesional que todavía estamos por reinventar.

Llevamos ya semanas diciendo que el mundo ha cambiado en cuestión de días. Solamente cuando pasen estos “malos tiempos” sabremos cuánto.

MªJosé Campillo García

*NOTA: Las ideas contenidas en los Documentos Informativos son responsabilidad de sus autores, sin que reflejen necesariamente el pensamiento del IEEE o del Ministerio de Defensa.

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