Final triste de un tren histórico

Lusitana Express

Los nostálgicos del tren van a llevarse un disgusto cuando sepan que el histórico Lusitania Express, que a lo largo de los ochenta últimos años había enlazado Madrid y Lisboa, será una víctima más de la COVID-19. El cierre de fronteras obligó a interrumpir sus servicios temporalmente y no volverá a reanudarlos. RENFE y FP, las dos compañías que compartían la concesión, consideran que ya no es rentable.

Aunque las razones empresariales son comprensibles, la desaparición genera críticas. Ya no puede competir con el avión que hace la ruta en cincuenta minutos y a mitad de precio. El Lusitania Express, que unía las estaciones de Delicias y el Rossio, con algunas paradas intermedias, demoraba diez horas y media. Durante muchos años fue el transporte más rápido y cómodo entre las dos capitales.

Fue creado en 1943, en plena II Guerra Mundial, y desde entonces nunca había interrumpido su servicio. Ni siquiera durante la crisis generada por el incendio de la Embajada dejó de circular con normalidad. Nació como un tren hotel de lujo: se decía que sus comodidades, comida y atenciones a cargo de Wagon lits eran similares a las del hotel Ritz. Algunos comentarios lo comparaban con el Oriente Express por los recuerdos y anécdotas que acumulaba.

En él viajaron todas las personalidades de la época que visitaban los dos países. Los historiadores portugueses recuerdan que en él se trasladó a Madrid el 9 de noviembre de 1948 el entonces Príncipe Juan Carlos -cuya familia estaba exiliada en Estoril- para iniciar su formación. La última pasajera notable registrada por la prensa lusa fue Greta Thunberg en su opción por un transporte ecológico para asistir en Madrid a la cumbre del clima.

El tren en que hizo el viaje distaba mucho ya de aquel lujoso hotel rodante de los primeros años. Su deterioro hacía mucho tiempo que se mostraba evidente, pero las dos compañías consignatarias coincidían en la precariedad de su futuro y se resistían a introducir mejores más allá de las necesarias para garantizar la seguridad. Uno de los últimos viajeros españoles que quiso vivir la experiencia se quejaba del aspecto quejumbroso de las instalaciones, del pésimo servicio del restaurante, su desesperante lentitud y de la escasez de viajeros que le acompañaban. Hacía tiempo que se sabía que solo eran personas que tenían miedo al avión o algún añorante de los ferrocarriles los que lo utilizaban.

Aunque esto no es oficial, parece que ambas compañías, conscientes de la inviabilidad de su mantenimiento, esperaban el momento oportuno para suspenderlo. Hace algún tiempo se consideró la creación de un tren de alta velocidad que lo reemplazase, pero la idea quedó congelada ante los reparos portugueses a la inversión y diferencias de criterio de la ruta que seguirá. El coronavirus les facilitó una decisión polémica.

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