Trump rediseña Oriente Medio

Cuatro días en tres países, Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, han servido de contenedor y escaparate del nuevo paradigma de relaciones internacionales que Donald Trump ha establecido. Con el añadido, además, de no haber pisado Israel, su aliado incondicional, en un mensaje al primer ministro Benjamín Netanyahu que, parodiando su antiguo programa de televisión, podría resumirse en su antigua frase favorita: “Estás despedido”.
Sus últimas declaraciones sobre Gaza antes de emprender el viaje de vuelta a Washington dejaban traslucir su desacuerdo con la actuación del jefe del Gobierno de Israel: “Tenemos en Gaza una situación muy seria y estamos vigilando lo que pasa allí; tenemos que ocuparnos de eso porque mucha gente está muriendo de hambre. Están ocurriendo muchas cosas malas allí”. Las frases están minuciosamente escogidas, de forma que queda claro que Trump no está de acuerdo ni con el bloqueo de la ayuda humanitaria a la Franja ni con los bombardeos masivos sobre la población civil palestina, justificados por el gobierno de coalición israelí en “acabar definitivamente con los terroristas de Hamás”.
Cierto es que Trump, además de rubricar acuerdos comerciales y de inversión gigantescos, también ha pedido a Arabia Saudí y Qatar que sigan la senda de los EUA y de Bahréin de firmar con Israel los denominados Acuerdos de Abraham. A lo que, según fuentes saudíes, le respondió el propio hombre fuerte del Reino, Mohamed Bin Salman, señalando que eso sólo ocurrirá cuando también exista un Estado palestino. El líder saudí ponía con tal petición la guinda a su propuesta al presidente norteamericano de “trabajar juntos para poner fin al sufrimiento del pueblo palestino”.
Dada la velocidad que el actual inquilino de la Casa Blanca ha impuesto en sus acciones, es `previsible que quiera sobre su mesa cuanto antes un plan viable y ejecutable a corto plazo para acabar con la guerra de Gaza, desencadenada -no se olvide- con la masacre realizada por Hamás el 7 de octubre de 2023. En definitiva, Trump quiere empezar cuanto antes la reconstrucción de Gaza, con las consiguientes oportunidades de negocio que ello supone, porque se han superado ya todos los límites de “muerte y destrucción”.
Aunque Trump no haya pisado Israel en esta su primera gira a Oriente Medio, lo sigue teniendo en cuenta en la mayor de las preocupaciones del Gobierno israelí: la posibilidad de que Irán llegue a dotarse de bombas nucleares. Trump ha disipado tales temores al anunciar la inminencia de un acuerdo con Teherán, esencialmente igual al que firmara en 2015 Barack Obama y luego cancelado por el propio Trump en su primer mandato. Y lo esencial es precisamente que el punto fundamental de tal acuerdo es que Irán no podría llegar a tener nunca el arma nuclear”. Una negativa a tal cláusula del régimen de los ayatolás encolerizaría a la Casa Blanca, que ya les ha advertido de que “en caso de no actuar rápido algo malo va a pasar”.
De los golpes de efecto más asombrosos, el mayor ha sido el de su reunión con el presidente provisional de Siria, Ahmed al Sharaa, que contó también con la presencia, vía videoconferencia, del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, que es precisamente el principal valedor del que apenas hace seis meses estuviera en la lista de los terroristas más buscados del planeta, y por cuya cabeza se ofrecía una recompensa de diez millones de dólares. Trump reconoció en Al Sharaa, exlíder del brazo sirio de Al Qaeda, a “un luchador con un muy duro pasado”, antes de ofrecerle el gran botín de que se volviera a Damasco con las sanciones, dictadas por Estados Unidos, levantadas. Un trofeo que le da oportunidad de grandeza no sólo a Siria sino también a una Turquía que también ha podido exhibir su influencia.
Y, en fin, el zurrón de contratos e inversiones con que el propio Trump vuelve a casa pondría rojos de envidia a la mayoría de los que le han puesto literalmente a parir tanto dentro de su país como en muchos de los integrantes de la Unión Europea. Desde contratos de energía y defensa por valor de 140.000 millones de dólares a inversiones árabes en Estados Unidos por valor de otros 600.000 millones, pasando por la compra de 210 aviones Boeing por parte de Qatar, parecen demostrar que el lenguaje brutal y directo de Trump es probablemente más adecuado al mundo de hoy que las declaraciones solemnes y rimbombantes que luego se desinflan apenas pronunciadas.
Dejo para el colofón de este análisis lo que fue el principio de la gira de Trump, y su histórico discurso en la capital de Arabia Saudí. Un giro radical que censura la política de los “constructores de naciones que causaron tanta destrucción”, en alusión evidente al intervencionismo norteamericano en muchas partes del mundo, pero especialmente en el martirizado Oriente Medio. El presidente nunca ha ocultado su mentalidad de hombre de negocios, tan pragmático como implacable. Dijo de sí mismo que, como presidente no quiere ser un iniciador de guerras sino un finalizador de las que por desgracia sacuden a todo el mundo. Una fórmula innovadora, más todavía si resultado es que funciona.