La solución al problema del Sáhara Occidental se encuentra en Europa

Sáhara

Tras el pronunciamiento del presidente alemán Frank W. Steinmeier en una carta dirigida al rey Mohamed VI de Marruecos, alegando que “la propuesta marroquí de autonomía es una buena base para resolver el conflicto”, Europa se perfila en las condiciones actuales como el único marco capaz de perfilar una solución factible para superar el conflicto derivado de la descolonización española del Sáhara. 

A pesar de las apariencias y de ser la principal superpotencia mundial, los Estados Unidos no disponen de la carga suficiente para empujar a las partes en conflicto a negociar, ni ofrecen garantías para que los eventuales acuerdos puedan plasmarse en soluciones viables. La declaración hecha por Donald Trump de reconocer “la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental”, ha puesto fin a su posibilidad mediadora. Para Washington el problema del Sáhara es un asunto menor, y después del fracaso de varios de sus pesos pesados en la política y en la diplomacia, como el de los representantes especiales Charles Dumbar, William Eagleton y William Swing; de los enviados especiales James Baker III y Christopher Ross; o los reveses sufridos por varios de sus representantes en la ONU, Colin Powell y Madeleine Albright, todo ello ha llevado a la Casa Blanca a desinteresarse del problema, cuyo balance se muestra negativo para la diplomacia estadounidense. 

Las otras grandes potencias, Rusia y China, a pesar de sus recientes acercamientos pragmáticos a las partes en conflicto y algún intento mediador, no tienen ni la voluntad ni el peso para obtener éxitos en la posible solución de la crisis. En cuanto a la Unión Africana, nunca tuvo peso relevante, ni fue admitida por las partes.  

Resulta además imposible llevar a cabo exitosamente una propuesta global internacional, tras la insuficiencia mostrada por la ONU: el Consejo de Seguridad, el máximo órgano ejecutivo de la comunidad internacional para resolver conflictos, ha dedicado 74 Resoluciones a la cuestión del Sáhara Occidental; y la Asamblea General, otras 134 Resoluciones sobre el mismo conflicto. Ninguna de ellas ha servido para avanzar en su solución. 

El único marco actual es el que ofrece Europa. Las partes integrantes del  conflicto, los tres países del norte de África, Marruecos, Mauritania y Argelia, más el movimiento armado Frente Polisario,  poseen un cúmulo denso de relaciones con Europa que dan a ésta la posibilidad de jugar un papel decisivo, no como entidad supranacional en tanto que la Unión Europea de los 28, sino como grupo de países que debería reunir al menos a cinco de ellos (Alemania, Francia, Italia, Gran Bretaña y España), extensible a otros cuatro (Países Bajos, Dinamarca, Suecia y Portugal). 

Sin embargo, hay dos condiciones previas que este grupo de países europeos debe respetar: abstenerse de seguir la vía de Estados Unidos alguno de ellos reconociendo la “soberanía marroquí” sobre la excolonia española; y ofrecer garantías legales y admitidas como tales por las partes, de que las modalidades y el proceso de negociación se haga según lo pactado por las mismas. Dicho de otra manera: el grupo europeo debe apelar a los cuatro participantes – los mismos que ya se reunieron en Suiza -, a centrar sus conversaciones y negociaciones sobre la fórmula de “una entidad autónoma del Sáhara Occidental dentro del Reino de Marruecos”, sin excluir ninguna de las modalidades que ofrece la misma: asociación, regionalización, federación o confederación.  

Pretender que algún país europeo siga los pasos de los Estados Unidos, como piden algunos miembros del entorno del Palacio Real marroquí es un error que solo puede abocar a la imposibilidad de llevar a cabo negociaciones serias para resolver el conflicto. Mohamed VI lo sabe por sus conversaciones directas con los jefes de Estado y de Gobierno europeos. Exigir que Francia, Gran Bretaña, Alemania, Italia o España reconozcan la soberanía de Marruecos sobre el territorio les quitaría toda posibilidad de diálogo con Argelia y el Frente Polisario. Solo en base a la postura actual de estos países europeos hacia el conflicto, una posición prudente de equilibrio, se puede mantener la interlocución indispensable con las partes. No se trata de que Europa ofrezca una sala para dialogar, ni un lugar discreto para encuentros privados entre las partes, sino de que se involucre en los mismos. El llamamiento conjunto de los países europeos más cercanos al conflicto a los cuatro actores debe incluir el compromiso a entrar a formar parte de las negociaciones para encontrar una solución consensuada y pragmática. 

Hasta ahora, los países o personalidades que han intentado la mediación han fracasado por haberse desinteresado de las negociaciones y dejar a las partes solas. Estos países europeos, actuando juntos, tienen la posibilidad de encontrar la forma del futuro de la región cuyos protagonistas principales seguirán siendo los tres países magrebíes y la representación política saharaui, en la que deben encontrar cabida otras formaciones que representan a sus poblaciones.

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