Opinión

Objetivo: sabotear el protocolo del Brexit sobre Irlanda

photo_camera Irlanda del Norte Brexit

Un rancio nacionalista como Edwin Poots tomará esta semana las riendas del Partido Unionista Democrático (DUP) de Irlanda del Norte, tras haber defenestrado a Arlene Foster, no menos nacionalista que él, pero ésta de formas menos abruptas. Foster también habrá de dejar en consecuencia, a últimos de junio, el cargo de primera ministra del Ulster. Su sucesor la ha despedido ya exhibiendo su trasnochado machismo: “No lamente el final de su carrera política –le ha dicho-, al fin y al cabo, su trabajo más importante en la vida es el de esposa, hija y madre”. 

El decisivo partido protestante tiene como objetivo principal boicotear el protocolo del Brexit con la Unión Europea, por el que se fijó la frontera en el mar y los controles aduaneros correspondientes en los puertos norirlandeses. El nuevo líder del DUP estima que, de hecho, la UE sigue dominando el escenario mediante la aplicación de este procedimiento de control, lo que a su juicio no consolida en la práctica la independencia total del Reino Unido de la UE, al tiempo que, caso de mantenerse esta situación, se avivarían las ansias de reunificación de Irlanda que preconizan los nacionalistas. Poots promete que un referéndum de reunificación de Irlanda no se celebrará nunca mientras él pueda impedirlo.  

Los unionistas más extremistas ya provocaron en abril las primeras protestas y disturbios contra los controles aduaneros comunitarios, incidentes que han servido al primer ministro británico Boris Johnson para exigir la derogación del compromiso de salida con la UE. Una pretensión que para Bruselas es una línea infranqueable. Todo ello cuando cabe apreciar un notable deterioro no solo en las relaciones institucionales entre Londres y la capital comunitaria sino también en las peripecias personales que sufren muchos ciudadanos europeos, transportados de golpe a la condición de extranjeros, y no de primer nivel precisamente. 

En declaraciones a la BBC, Edwin Poots afirma no tener intención de hacer caer al actual Parlamento [regional] de Stormont, toda vez que lo considera una herramienta para presionar al de Westminster a que reafirme la unión del Ulster a Londres, pasando por encima si es preciso de los acuerdos concluidos con la UE. 

Reavivando las llamas del pasado

La evidente radicalización del DUP que evidencia su nuevo líder, aún ministro de Agricultura del Ulster, le lleva incluso a amenazar con volver a las viejas tensiones que marcaron la vida de sus seis condados y 3.500 muertos en los últimos cincuenta años. Aquel apartheid al que los protestantes sometieron a los católicos, jalonados por los atentados terroristas del IRA y de los extremistas del DUP, concluyeron felizmente en los Acuerdos del Viernes Santo de 1998. Que Poots no parezca tener inconveniente en revivir las tensiones y sufrimientos de aquellos tiempos previos a la conformación de gobiernos de integración, demuestra la fragilidad de los mismos, y evidencia que el racismo e integrismo religioso quiere volver a emerger de las profundidades ideológicas del país. 

En el fondo Poots no acepta la equiparación de derechos de los ciudadanos del Ulster, y viene a corroborarlo su velada amenaza a que hará saltar las instituciones si el Sinn Féin llegara a convertirse, urnas mediante, en la fuerza mayoritaria de Irlanda del Norte. Los sondeos conceden efectivamente al partido nacionalista un apoyo electoral del 24%, muy superior al 18% que atribuyen al DUP. Este último, fundado por el primero intransigente, y luego pragmático reverendo Ian Paisley, se está viendo amenazado incluso por otro partido protestante aún más radical, Voz Unionista Tradicional (TUV), que estima que los católicos nacionalistas están arrebatando puestos de trabajo que siempre estuvieron en poder de los protestantes, y conquistando gran parte de los nuevos sectores económicos, tanto en Belfast como en las poblaciones más importantes. 

El panorama demuestra así que el unionismo rancio, nostálgico y ultrarreligioso no ha desaparecido del Ulster, y que Poots y sus partidarios no solo no han aprendido nada de sus años de integración en la UE sino que sueñan con una vuelta a sus pretendidas esencias. Así lo expresaba él mismo tras ser designado nuevo líder del DUP: “Somos víctimas de un ataque permanente a los principios, a la ética y a los valores cristianos, que han sido la base de nuestra sociedad”. Una denuncia en la que engloba todo, desde su rechazo a la equiparación en derechos cívicos y laborales de la mujer hasta señalar como “lamentable” el reconocimiento de esos derechos a los homosexuales. 

Queda por comprobar si en el Ulster, con la imprescindible anuencia de Londres, se impone o no una vuelta al pasado. También si la morfología de dinosaurio político que exhibe Poots es o no compartida por la mayoría de los ciudadanos norirlandeses de los tiempos actuales.