Siria pretende dar un nuevo giro a la geopolítica de Oriente Medio

Siria pone en marcha una estrategia para ganar influencia en Oriente Medio.

Oriente Medio vive una situación atípica para la región. La constante inestabilidad ha sido sustituida – al menos de forma temporal y parcial – por un optimismo que se contagia entre los países aledaños. La primera piedra de la reconstrucción la puso China, auspiciando el restablecimiento de las relaciones diplomáticas de Arabia Saudí e Irán tras siete años de bloqueo. Las fichas de dominó geopolítico empujaron su siguiente paso cuando Riad hizo lo propio con Siria, acabando con una década de ruptura. Y es ahora el país de Bashar al-Asad el que quiere continuar esta reconfiguración del tablero de Oriente Medio y regresar a la Liga Árabe, no sin antes restablecer lazos diplomáticos con algunos actores clave.

Así es como expresó el ministro de Exteriores sirio, Faisal Mikdad, la intención que tiene su país de recuperar terreno en Oriente Medio. Quieren aprovechar el momento ya que, por primera vez en tiempo, varios países vecinos se han mostrado abiertos a la posibilidad de restablecer los vínculos con Damasco. Mikdad aseguró en su última visita a Argelia que restaurar los lazos de Siria con los Estados vecinos es una de las mejores formas de lograr que exista una cooperación internacional “sea beneficiosa”. Aunque no evita reconocer que, de momento, existen “diferencias” que hacen complicado estrechar las relaciones de Siria con algunos países.

El “cordial” encuentro con Abdelmajdid Tebboune “demuestra la profundidad de las relaciones entre dos países hermanos”. Es uno de los factores que quiere utilizar el Gobierno sirio para acercase a otros, aunque no será tan sencillo. No es con los argelinos con quien Damasco tiene uno de los desafíos. Su cercanía a Rusia no favoreció el restablecimiento de políticas con países mucho más cercanos a Estados Unidos o Europa, siendo algunos como Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos dos de los más importantes. Sin embargo, los nuevos movimientos en toda la región pueden haber dejado una situación idónea para Siria.

En cualquier otro contexto, Bashar al-Asad podría no mostrarse abierto a dar su brazo a torcer en ciertas temáticas por el hecho de recuperar aliados en la región. No obstante, que China, histórico aliado del régimen sirio, haya decidido poner toda su maquinaria a trabajar para propiciar un nuevo panorama en Oriente Medio, ha impulsado a al-Asad a poner de su parte en una estrategia coordinada entre ambas potencias. Lo mismo que ocurre con otro de los socios clave de Siria, como Rusia. La cada vez más importante presencia de rusos y chinos en la región está cambiando el tablero internacional y cada vez parece hundirse más hacia el plano oriental.

Lo que antes tenía una barrera de difícil evasión, representada por Arabia Saudí, ahora es un camino con grandes oportunidades para todas las partes. La guerra de Yemen era uno de los puntos más complejos que socavar en las relaciones entre los saudíes e Irán, pero parece que el gigante asiático ha logrado encontrar un punto de encuentro que permite abrir una vía de negociación hasta hace poco impensable. Los enfrentamientos de Riad con las milicias hutíes apoyadas por Teherán se producían de forma constante, pero este giro en las relaciones ha abierto una ventana de oportunidad clave en el desarrollo del conflicto.

Así lo creen desde Naciones Unidas. El enviado especial de la ONU en Yemen, Hans Grundberg, habla de una “coyuntura crucial” en el objetivo de conseguir la paz. Según el diplomático, ahora mismo Yemen se encuentra en “el mayor periodo de calma relativa hasta ahora en esta ruinosa guerra”. En los últimos ocho años, “no hemos visto una oportunidad tan seria para hacer progresos en busca de acabar el conflicto”, asegura Grundberg. Poner fin a la mayor catástrofe humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial sería el síntoma definitivo de que el cambio en Oriente Medio es tan grande como prometedor.

Y es que el primer paso entre Siria y Arabia Saudí ya se ha dado. Una década después, y previa reconciliación entre iraníes y saudíes, el informativo matinal del canal de televisión Al-Ekhbariya anunciaba que “en el marco de la voluntad del Reino de facilitar la prestación de los servicios consulares necesarios entre ambas naciones, se están manteniendo conversaciones con funcionarios sirios para reanudar los servicios consulares”. Aunque en este caso la mediación ha corrido a cargo de Rusia, dejando claro, una vez más, que Vladímir Putin y Xi Jinping tienen muy claro que la estrategia geopolítica de su futuro más cercano pasa por Oriente Medio.

Han sido varios los gestos que confirman el acercamiento entre Arabia saudí y Siria. El último ha sido el viaje del ministro de Exteriores de Arabia Saudí, Faisal bin Farhan a la capital del país, donde le ha recibido el presidente Bashar al-Asad. La cadena estatal siria de radiotelevisión, ORTAS, ha informado de una reunión entre el ministro saudí y el ministro de Presidencia sirio, Mansur Azam. A su llegada, el Ministerio de Exteriores saudí ha comunicado que este viaje “tiene lugar en el marco de la voluntad e interés del Reino a la hora de hallar una solución política a la crisis en Siria que ponga fin a todas sus repercusiones y preserve la unidad, seguridad, estabilidad e identidad árabe de Siria, al tiempo que la reintegra en su contexto árabe de una forma que beneficie el pueblo hermano”.

Esta visita saudí es la respuesta a la que hizo su homólogo Mikdad a Riad hace unos días. El de Mikdad fue el primero desde el estallido de la guerra en Siria que dinamitó las relaciones con Arabia Saudí. El país de Mohamed bin Salman se posicionó del lado de los prodemócratas en la mal llamada “Primavera Árabe”, y sus lazos diplomáticos se rompieron hasta el momento actual. Es en este momento en el que los saudíes han decidido liderar la reintegración de Siria a las políticas regionales y ganar un nuevo socio a su cada vez más extensa cartera de aliados. Y, sobre todo, pretende impulsar el objetivo fundamental de Bashar al-Asad de regresar a la Liga Árabe, a lo que algunos países aún se muestran reticentes.

“La mayoría de los países árabes estén empezando ahora a entender que el camino de la acción árabe conjunta es el único que preserva la dignidad de los árabes, así como los derechos de los palestinos”, decía Faisal Mikdad. La respuesta del Gobierno de al-Asad a las manifestaciones hace una década provocaron la expulsión de su país de la Liga Árabe en el año 2011. Desde entonces, Damasco ha visto su posición en el mundo árabe perjudicada, algo que cree posible cambiar dada la situación actual.

Eso no quita que en el seno de la organización aún existan muchas dudas acerca de su regreso. La semana pasada, tras el encuentro de los responsables de Asuntos Exteriores sirio y saudí, Riad albergó una reunión en la que se puso sobre la mesa el retorno sirio a la Liga Árabe. Como no podía ser de otra forma, existen importantes discrepancias, siendo Catar el principal opositor a la vuelta de Siria. Es más, el primer ministro de Catar, Mohamed bin Abderrahman bin Yassim, aseguró – antes de la reunión – que la reconciliación de Damasco con los países árabes eran tan sólo “especulaciones”. Y, ante todo, pide un “avance político o una solución política a la crisis” que atraviesa el país.

Desde Doha mantienen que “había razones para suspender la membresía de Siria y para boicotear al régimen sirio en ese momento”. Consideran que no ha habido cambios sustanciales en el país que hagan pensar en su regreso, al menos de momento. “Estas razones todavía existen, al menos para el Estado de Qatar, ya que el pueblo sirio sigue desplazado y personas inocentes están en prisión”, asegura Yassim. La férrea postura de Catar choca con las intenciones saudíes, que, como anfitriones de la próxima cumbre de la Liga Árabe prevista para el 19 de mayo en Riad, pretenden abordar el retorno de siria a la organización. Y la esperanza es que Catar siga la línea que ha abierto con Bahréin, con quien ha restablecido sus relaciones diplomáticas, y dé su brazo a torcer para el reingreso de Siria.

Frente a la oposición catarí aparecen los apoyos no sólo de Arabia Saudí, sino de Turquía. El terremoto que el pasado 6 de febrero devastó ambos países, les ha obligado a colaborar. Fuere por el sismo, o por el efecto dominó que vive la región, Ankara y Damasco reabrieron sus embajadas – anunciado el mismo día que Arabia Saudí e Irán restablecieron sus relaciones diplomáticas –, cerradas desde el estallido de la guerra en Siria. Y es ahí donde aparece, como ya es costumbre en estas situaciones, un país mediador, en este caso Irán. El asesor principal del Ministerio de Exteriores iraní, Ali Asgar Jaji, mantuvo una reunión con el viceministro de Exteriores turco, Burak Akçapar, en la que mostró la disposición de los iraníes a contribuir en el giro que está viviendo la geopolítica en la región.

Los cambios en Oriente Medio se están produciendo de forma tan contundente como sorpresiva. El giro entre Arabia Saudí e Irán comenzó la oleada de cambios que, a pesar de tener sus protagonistas en el territorio, ve a sus artífices lejos de este. A excepción de Irán y su recién mencionada intención de mediar entre Turquía y Siria, los otros dos grandes impulsores de esta reconfiguración diplomática están fuera de Oriente Medio. Rusia y China tienen claro que es el momento de pescar en río revuelto, y mientras en Europa ven con preocupación la guerra entre Kiev y Moscú, los rusos actúan de forma coordinada con China para ganar presencia en una posición estratégicamente clave.

Xi Jinping, sabedor de la importancia de Oriente Medio en su plan a largo plazo, lleva tiempo tejiendo buenas relaciones con los países de la región o, al menos, intentándolo. Si bien es cierto que algunos como Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudí cuentan con una amplia trayectoria en sus relaciones con Estados Unidos, los últimos acontecimientos dejan ver que en estos casos nada es para siempre. De hecho, Mohammed bin Salman ha tomado cierta distancia de Washington en los últimos meses, lo que ha dejado un notorio malestar en la Casa Blanca. En Riad consideran que la presencia rusa y china, buena relación con Irán mediante, pueden fortalecer la seguridad de su país, algo que su mayor aliado en esta materia, Estados Unidos no parece poder hacer de forma indefinida.

Precisamente es ese pensamiento el que ha empujado al príncipe heredero a buscar este viraje en su política exterior. Sin dejar de lado a los estadounidenses, la realidad es que el acercamiento, teniendo en cuenta el contexto que atraviesa el Orden Mundial, es una gran oportunidad para asegurar una alianza con dos de las grandes potencias. Y es en buena parte este contexto el que ha hecho que expertos señalen a Riad como el principal impulsor del regreso de Siria a la escena política en el mundo árabe. De conseguirlo, Siria no sólo sería un aliado más, sino que confirmaría este proceso de cohesión global que están llevando a cabo en el Golfo.

Para ello aún hay diversas barreras, como la mencionada reticencia catarí a la entrada de Siria a Liga Árabe o la previa “reforma de las relaciones” de la que habla Mikdad. Lo que parece claro es que desde el restablecimiento de las relaciones entre Arabia Saudí y su némesis iraní, se ha abierto una etapa de optimismo en una de las regiones tradicionalmente más inestables del mundo. Oriente Medio está ante un momento difícilmente imaginable hace pocos años, y que Siria quiere aprovechar para ganar el terreno perdido esta última década y dar un nuevo giro a la geopolítica del tablero internacional.